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Opinión

De cuando el PSOE andaluz bailaba con lobos

Jesús Gil, ante los medios de comunicación.

Más de un socialista se anda preguntando en estas semanas previas al ‘gran cambio’ qué se está guardando el PSOE susanista para ejercer como oposición el día que el bipartido de derechas, apoyado por Vox, comience a tomar decisiones desde el Consejo de Gobierno y las publique en el BOJA.

Según todas las previsiones, en esta semana post navideña se irán cerrando por los dirigentes del PP y Cs los flecos de un acuerdo donde ambas formaciones se repartirán al 50% el gobierno regional, reduciendo tres o cuatro consejerías y, de paso, dicen que la administración periférica en las ocho provincias.

A finales de la pasada semana no faltó la correspondiente traca ruidosa a la que nos tienen acostumbrados desde el 2D los tres partidos perdedores de unas elecciones que les convertirá en ganadores del nuevo poder andaluz. Un petardeo, por cierto, que bien se encargan de amplificar medios (y periodistas) próximos al poder socialista en un permanente cuanto peor mejor, entre ellos la pública Canal Sur.

Una vez más, a golpe de tuit desde Madrid, Santiago Abascal parecía que iba a echarlo todo por la borda al anunciar que quería meter mano a los acuerdos PP-Cs en materia de políticas de género, uno de los pocos logros consensuados en los que todo el mundo estuvo de acuerdo en la X Legislatura. Un auténtico escándalo que Ciudadanos dice no estar dispuesto a tolerar ni permitir.

Los antiguos socios del PSOE en El Ejido son hoy apoyos fundamentales en la localidad almeriense de Santiago Abascal

Así, Vox se encargaba de recordar, una vez más, no solo que tenían que contar con sus doce escaños, sino que en manos de esta formación neofranquista estaba una nueva convocatoria electoral. Todo sucedía mientras se abrían paso datos y estadísticas oficiales y reales sobre la violencia de género que dejaban muy mal parado el pobre argumentario de la derecha extremista liderada en Andalucía -es un decir- por el ex juez de familia Paco Serrano. Vox lo único que sacaba era su tajada de imagen, no atreviéndose a aparecer como responsable de que el esperado ‘cambio’ se vaya al garete por su culpa. Al PP y a Cs tampoco les interesa una repetición de elecciones por razones obvias. Entre otras cosas porque una nueva convocatoria electoral se asemejaría mucho a la de 2012, cuando el candidato socialista Pepe Griñán, abandonado por el aparato de Manolo Chaves y con un Arenas Campeador enfrente, se vio obligado a recurrir a los sindicalistas Manolo Pastrana (UGT-A) y Paco Carbonero (COAN), quienes de verdad movilizaron entonces el voto de izquierdas, evitando así que Javier Arenas lograse una mayoría suficiente para gobernar.

Adiós 28F, adiós

Por si alguien no se ha dado cuenta tras las últimas elecciones autonómicas el llamado ‘espíritu del 28F’, ese del que Susana Díaz anda diciendo que va a defender con uñas y dientes porque está en peligro, ha pasado a mejor vida hace semanas, al menos en su praxis cotidiana. Con fijarse que el futuro político de Andalucía se está decidiendo en los despachos de Madrid, como en la época de la UCD, está más que contrastado el neocolonialismo político que domina hoy la escena política andaluza.

Quien nos iba a decir a los andaluces que íbamos acabar viendo al PSOE-A de Susana Díaz como la reencarnación, salvando distancias, de aquel PSA nacionalista de Alejandro Rojas-Marcos, Luis Uruñuela y Miguel Ángel Arredonda que nunca logró el poder andaluz, pero que aportó unos símbolos que perduran hoy como el himno y la bandera a la que la presidenta en funciones suele agitar cuando le conviene. Un PSOE en el que, por primera vez, no manda el secretario general federal y cuyo nacionalismo se circunscribe a pautas internas de comportamiento orgánico, no convenciendo como se ha visto en las urnas a su tradicional electorado.

Ese ha sido uno de los muchos errores de Susana Díaz y sus asesores más directos: disfrazarse -cinco minutos después de querer irse a Madrid- de nacionalista sin creer en el nacionalismo que, por otra parte, nunca tuvo respaldo electoral en Andalucía, ni siquiera cuando Escuredo impuso en un congreso del partido en Granada aquello del ‘nacionalismo de clase’.

A los socialistas les ha costado, pero ya han tomado conciencia de que su relevo en el poder es inminente e irreversible y conforme han ido comprobándolo, han aumentado sus ataques a los perdedores a los que encuadran en el llamado ‘pacto de la vergüenza’ por el hecho de contar con los de la extrema derecha de Vox.

Pactos en la Diputación de Almería

Pactar con la extrema derecha -bailar con lobos- es algo que no les debería resultar extraño a quienes dirigen al socialismo andaluz en la actualidad –Susana Díaz entre ellos– entre otras cosas porque las hemerotecas están plagadas de informaciones relacionadas con pactos anti natura protagonizados por el socialismo andaluz en lo que llevamos de siglo.

La primera vez que el PSOE pactó con un personaje de extrema derecha, una especie de caudillo que acabó procesado y en prisión, fue en la Marbella de Jesús Gil. Un pacto que denunció el propio Javier Arenas quien, posteriormente, acabó apoyando al líder del GIL en la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol. El número dos en el gobierno de Manolo Chaves, Gaspar Zarrías, fue el encargado de ponerse de acuerdo y pactar con Gil y Gil todo lo relacionado con el urbanismo de aquella ciudad. El mismo Zarrías que no tuvo empacho en ponerse de acuerdo con José María Ruiz Mateos en 2007-08 con cuestiones de subvenciones sociolaborales de la empresa Primayor.

Uno de los muchos errores de Susana Díaz y sus asesores más directos fue disfrazarse de nacionalista sin creer en el nacionalismo

Pero quizás el pacto más escandaloso y de calado entre el socialismo sureño con políticos de derecha extrema, fue el que celebraron en Almería con el clan de Juan Enciso en El Ejido al que, en secreto, apoyaron para que tres tránsfugas del PP gobernasen durante casi una legislatura la Diputación Provincial de Almería.

Fue desde el punto de vista democrático un espectáculo poco edificante comprobar como el PSOE, con el conocimiento y visto bueno del propio Manuel Chaves, permitió que tres diputados del grupo de Enciso gobernasen una institución de 27 miembros, dejando al mayoritario PP en la oposición. Este pacto, urdido mientras arrancaban las primeras investigaciones judiciales de la que luego se llamaría ‘Operación Poniente’, con más de medio centenar de imputados, tuvo su continuidad en una segunda legislatura, aunque en esta ocasión a cara descubierta, con luz y taquígrafos, y con un presidente socialista, Juan Carlos Usero, al que le obligaron a contratar numerosos asesores del PAL, con su líder Enciso ya en prisión. Usero se plantó en Sevilla a quejarse ante la entonces secretaria de Organización, Susana Díaz, que no hizo nada para desautorizar los SMS con órdenes concretas que el SG del PSOE de Almería, Diego Asensio, enviaba a Usero con los nombres de los asesores del PAL que debía contratar y que acabó contratando.

Resulta cuanto menos grotesco comprobar hoy como muchos socialistas se rasgan las vestiduras ante pactos o alianzas del PP y Cs con los ultras de Vox. Deberían saber que algunos de los que fueron sus socios en El Ejido y Almería  entre 2007-2010 han sido y son hoy grandes apoyos en aquella localidad para el partido de Santiago Abascal, donde por cierto barrió en las urnas el 2D.

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