Quantcast

Opinión

A propósito de Girauta

Juan Carlos Girauta en el Congreso de los Diputados

Si Pitágoras aseguró que quienes dicen la verdad son los que más se asemejan a Dios, Girauta es un óptimo candidato para acabar, como poco, beatificado. Su sinceridad, junto a un uso libérrimo de adjetivos, signos de independencia mental, han levantado ampollas en la finísima piel de los censores de la moral política, reencarnación moderna de las decimonónicas Damas del Ropero, aquellas viejas señoronas de dentadura amarillenta y desaparejada, siempre vestidas de negro, consagradas a criticar a todos. Sus sucesores, los políticamente correctos, que es lo mismo que decir los intelectualmente estúpidos, también se dedican a vomitar su mediocridad sobre aquellos que brillan con luz propia debido a su intelecto superior, a su fina espiritualidad, a su compromiso con lo cierto, lo comprobable, lo real.

Juan Carlos ha dicho que los socialistas catalanes son unos lameculos, y válgame Dios la que se ha organizado. Un cosa tiene de buena la frase. El rato en que los rojos de salón han ocupado sus lenguas en vituperarlo es tiempo muerto para el trasero del separatismo, que, siquiera durante unos instantes, se ha visto huérfano de lametazos. Es lógico que la franqueza del diputado de Cs haya escandalizado. Porque la frase, aunque cruda, es veraz. Lo paradójico es que no indigne lo que describe, sino que tenga el coraje de decirlo. Entre la clase política, que el PSC lama las suelas al separatismo no debe ser criticado; que un heraldo de lucidez lo denuncie, sí. ¡Ah, hipocresía catalaneta, la de negocios por debajo de la mesa, bodas concertadas en el Foyer de Liceo y queridas con piso y silencio comprado a base de pagar suntuosamente la bastardía! ¡Cuánto daño han hecho tu facundia, tu egoísmo, tu agrafia, tu miedo al disidente! No es extraño que envíes a tus cipayos a esperar en cualquier esquina de las redes sociales a quien osa denunciarte.

Los dardos dirigidos contra el político son inútiles, empro. Juan Carlos lleva demasiado tiempo sintiendo zarpazos en sus carnes liberales como para inmutarse por esos maullidos sinsontes de gatitos que creen ser leones. Girauta ha hecho diana, acertando con su exacta descripción del socialismo catalán. Vean el tuit que ha hecho lanzar grititos de histeria a los chicos de la rosa: “El PSC ha decepcionado hoy mucho. A mí ya no podía: lo abandoné hace 33 años sabiendo lo que era: un partido de lameculos paniaguados mezclados con ladrones pijos, traidores, acomplejados, inmorales y nacionalistas dedicados a servirle a Pujol la cabeza del área metropolitana”. Los aludidos se han sentido rabiosos ante el descarnado mensaje que les ha espetado quien, precisamente por venir de ese oscuro rincón, sabe de lo que habla.

La verdad denunciada por Juan Carlos es la única que puede redimir a Cataluña, a España, a este occidente nebuloso y timorato a la hora de llamar a las cosas por su nombre

De ahí nace la ola rugiente levantada por los turiferarios del carguito a perpetuidad, porque la verdad es lo que es, San Agustín dixit. Y esa verdad se vuelve corrupta cuando no se proclama, lo que es tanto o más innoble que disfrazarla con mentiras, disculpas, o excusas torticeras, de ahí que Girauta la grite a los cuatro vientos con una valentía y una hombría de bien que lo convierte en uno de los políticos con más coraje y decencia del panorama. Que eso no convenga a las cábalas de frustrados, a esas ágoras de emasculados espirituales, a esas garduñas de pedigüeños ávidos de coche oficial y dietas para langostinos, es cosa de ellos. La verdad denunciada por Juan Carlos es la única que puede redimir a Cataluña, a España, a este occidente nebuloso y timorato a la hora de llamar a las cosas por su nombre, sin tapujos, sin miedo al secretario de organización de turno o al amo al que vendiste tu culo para vivir en medio de tu propia deprecación mental.

Girauta no sabe ni quiere, lo que le honra, callar la verdad, porque sabe que hacerlo solo añadiría más ponzoña al ya de por sí envenenado pozo del mal llamado oasis catalán. De ahí que no pueda más que estar a su lado y apoyar, en esta sociedad teñida de color tartufesco, sus palabras. Y decirle, como el clásico, Amicitiae nostrae memoriam spero sempiternam fore. Lo que traducido significa: espero que los recuerdos de nuestra amistad sean eternos.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.