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Opinión

El conciliábulo progre sobre lo público

Nuestros gobiernos progresistas del siglo XXI no solo nos alejan año tras año de la renta per cápita de la UE sino que dejan a España a merced de los "hombres de negro"

El conciliábulo progre sobre lo público
Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero. Europa Press

Ante la evidencia del desbarajuste de nuestras cuentas públicas, los economistas progresistas, envalentonados entre ellos, se han puesto de acuerdo en tres mantras:

  • La deuda pública puede seguir creciendo, porque en última instancia los activos patrimoniales de España para afrontarla son muy superiores.
  • La recaudación fiscal está todavía alejada de su techo mítico, así que tiene que seguir aumentando.
  • El gasto público debe seguir elevándose si fin.

Tales supuestos merecen un triple rechazo: desde la doctrina económica, las experiencias internacionales y el sentido común.

Efectivamente, como ya sucediera con Grecia en la crisis anterior, la enorme deuda contraída pudo haberse saldado a cambio de algunas islas o incluso del Partenon. En realidad, las cosas no llegan a esos extremos, ni siquiera en países -como Argentina- típicamente sobreendeudados.

Lo que sucede con ellos es lo siguiente: si tienen una moneda propia, caso argentino, se devalúa sin cesar, se cierra la financiación exterior y al final se suspenden pagos y se llega a un acuerdo con los acreedores de una "quita" de la deuda. Cuando se pertenece a un sistema monetario como el del Euro, los países solventes terminan interviniendo la economía del país insolvente y sobreendeudado, que pasa a ser gobernada por los acreedores, convirtiéndose así en un estado fallido.

En todo caso, antes de ser intervenidos, los países sobreendeudados tienen dos serios problemas dentro del Euro: la subida de los tipos de interés -que bajen más es imposible- y la renovación o ampliación de los préstamos, que como es natural, depende de quien los presta no de quien los recibe. Estar sobreendeudado significa, en cualquier supuesto, ser críticamente dependiente de los mercados financieros extranjeros.

El esfuerzo fiscal -presión fiscal sobre renta per cápita- español  está por encima de la media de la UE, solo superado por un país rico, Italia, y muy por encima de Alemania, Suecia, Reino Unido; y no digamos de EEUU

España que en 2006 tenía una deuda como % del PIB equivalente al 60% de la media de la UE, hoy se sitúa en el 120%, con Italia aún por encima pero con una deuda exterior  mucho más pequeña.

España sobrelleva una fiscalidad  ya excesiva para nuestro nivel de renta. El esfuerzo fiscal -presión fiscal sobre renta per cápita- español  está por encima de la media de la UE, solo superado por un país rico, Italia, y muy por encima de Alemania, Suecia, Reino Unido; y no digamos de EEUU, Suiza e Irlanda a quienes triplicamos.  La fiscalidad laboral es la octava del mundo, un 33,9% sobre el coste laboral, por un 24,4% de la OCDE y un 14% de EEUU. y encima se acaba de subir aún más.  Y como es natural, con los anteriores datos, la economía sumergida supera el 20%, muy por encima de la de los países ¡con menos presión fiscal!

El crecimiento del gasto sin control ni transparencia y al margen de cualquier medida de su eficiencia, es una fuente segura de corruptelas, y un peso muerto que lastra el crecimiento económico y del empleo.

Mientras que el irresponsable Banco Central Europeo siga regando sin fin los despilfarros de los países, que como España, cada vez se alejan más de la UE en riqueza, empleo y deuda, el conciliábulo de nuestros progresistas podrá seguir adelante; pero no para siempre.

Mientras tanto habrá que recordarles dos casos de países que aplicaron sus recetas: Argentina y Suecia. Practicando las reglas el conciliábulo, Argentina, que en 1960 tenía una renta per cápita próxima a la española, ya hace tiempo que se sitúa más de tres veces por debajo.

Empleo y tipo de cambio

Suecia lideró el crecimiento económico mundial entre 1870-1950, gracias a una reducida carga tributaria y el libre mercado. El gasto público pasó del 31 al 60% del PIB entre 1960 y 1980, llegando en 1993 al 72,4%. Entre 1965 y 1995 la carga tributaria se duplicó, mientras que pasó de ser el 4º país con más renta per cápita al 11º. Además de la caída de la renta, el empleo se desplomó en la década de los 90; todavía en el año 2000 estaba muy por debajo del de 1990. El tipo de cambio de la corona sueca se derrumbó, incluso habiendo subido el Banco Central de Suecia el tipo de interés al 500%. Alguien dijo entonces que "Suecia se había transformado en un una república bananera, pero sin siquiera tener bananas".

Aunque Suecia está lejos de recuperar su nivel relativo -comparado con otros países- de renta per cápita -antes de seguir las pautas del conciliábulo progresista-, la reestructuración de su sector público ha sido admirable: haciendo justamente lo contrario que se viene haciendo en España. 

Las cuentas públicas suecas volvieron y siguen estando equilibradas, su deuda pública en la crisis 2007-2014 se redujo a casi cero mientras que Zapatero la duplicaba elevándola al 100% del PIB. Las pensiones fueron reestructuradas con la prohibición de generar déficit, salvando así la responsabilidad financiera de las nuevas generaciones. Los servicios públicos -especialmente sanidad y educación- fueron abiertos a la libre competencia con el sector privado, que desde entonces gana sin cesar cuotas de mercado. Los funcionarios públicos -con excepciones como los jueces- tienen ahora los mismos derechos que los demás trabajadores, que cuando cobran una prestación de desempleo deben buscar trabajo activamente y aceptar las ofertas que reciban, no como aquí.

Nuestros gobiernos progresistas del siglo XXI, inspirados en el conciliábulo de su cofradía ideológica, ajena por completo a la doctrina económica, las experiencias ajenas  y al sentido común, no solo nos alejan -sin remisión- año tras año de la renta per cápita de la UE -por primera vez en los últimos sesenta años- sino que dejan a España a merced de los "hombres de negro" que ya comienzan a merodear por aquí para vigilar la entrega y uso del maná del covid.

El progresismo patrio tiene por toda ideología la dependencia: de nuestros prestamistas exteriores como consecuencia de su pésima gestión del sector público y de los ciudadanos respecto al Estado al haberles secuestrado la responsabilidad personal mediante una educación ad hoc.

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