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Opinión

Al primero de mayo va a ir su padre

Camil Ros, secretario general de UGT en Cataluña.

La benevolencia, cuando no implicación, de la UGT con el proceso separatista causa gran indignación en sus bases. Las bajas se cuentan por miles, y se critica duramente tanto a Pepe Álvarez como a Camil Ros, al que se acusa de agente del separatismo. Los que todavía no han roto el carné, piensan mostrar su desaprobación no acudiendo a la manifestación de cada año. “Que convoquen a los CDR, a ver si van, y si no, que vaya su padre”, dicen veteranos ugetistas. Menudo panorama.

“Al PSC no le podemos lavar la imagen, Pepe, salvemos la de la UGT”

Según nos ha confesado una persona que estuvo muy cerca tanto de la cúpula socialista en Cataluña como de la ugetista, esta frase se la dijo hará unos años Miquel Iceta al por entonces secretario general del sindicato en Cataluña, Pepe Álvarez, en una comida con dirigentes de ambas formaciones. El segundo ya tenía su agenda propia con respecto a “abrirse” a la admisión de gente de Esquerra, Convergencia y otros partidos nacionalistas. El primero lo intentaba sin demasiado éxito. Eran los tiempos en los que Iceta coqueteaba con Durán Lleida y aquella Unió Democrática que parecía ser más razonable que la ya encabritada Convergencia.

Contaba Iceta con otro aliado en su proyecto de “catalanizar” la UGT: Carod Rovira. El líder de Esquerra había dado instrucciones a todos sus militantes para que se afiliasen en bloque el sindicato socialista, dejando de lado a los minoritarios y pro convergentes. Hay que recordar que Jordi Pujol y el mismo Miquel Roca propiciaron la creación de sindicatos “afectos” al pujolismo. La idea era inútil, porque esa función la acabaron cumpliendo a la perfección UGT y CCOO. Otro elemento que hizo desistir a Pujol fue la infiltración por parte de ERC en dichas organizaciones, lo que le parecía peligroso para la hegemonía convergente, que siempre intentó mantener a toda costa.

Recordemos, a beneficio de inventario, a la Intersindical-Confederación Sindical Catalana, que se declara abiertamente independentista y que es en la actualidad, ojito, la quinta fuerza sindical en Cataluña. Heredera de la CSTC, Confederació Sindical de Treballadors de Catalunya, ya puestos. A esta la conocí bien cuando solo tenía un modesto local en la Ronda Universidad de Barcelona y estaba al frente una persona honesta a carta cabal, Llerinós, al que los de CiU hicieron la vida imposible.

Que existan organizaciones sindicales que se reclamen independentistas, aunque sea una contradicción ideológica en la propia definición, es perfectamente lícito. Allá cada uno con sus historias. Lo que no se perdona a Álvarez ni a Ros, actual secretario general de la UGT catalana, militante de Esquerra y abiertamente separatista, es pretender convertir al sindicato en un cómplice necesario para dar una pátina de transversalidad al separatismo, y mucho menos acudir a manifestaciones en las que se reclama la libertad para los “presos políticos”, como la de hace pocas semanas.

De ahí que los que aún tienen esperanzas de reconducir a la UGT quieran hacer boicot no acudiendo a la manifestación. Encarnan el sector más obrerista – de izquierdas, para entendernos – de la casa y son malos enemigos. Pepe Álvarez, al que ponen a caer de un guindo, es el blanco de sus iras. “Que el tal Ros, que siempre ha sido independentista, juegue a eso se entiende; pero que uno que dice ser socialista como Pepe lo haga, es traición”, me decía un antiguo dirigente del Metal, que se lo ha dicho en la propia cara a Álvarez. Parece que, a este, seguir los consejos de Iceta puede costarle la secretaría general si la cosa sigue así.

Los duros del PSC tampoco van a ir

El artículo que publicó no hace muchos días Joan Ferrán, destacado dirigente socialista de los denominados “capitanes”, la línea dura del socialismo en Cataluña, claramente antinacionalista, no dejaba lugar a dudas. Lo titulaba “El primero de mayo no iré a la mani” y ha sentado en la cúpula sindical como una patada allí donde ustedes se figuran. El tema no es baladí, porque Ferrán es respetado por su indiscutible coherencia ideológica, sus posturas abiertamente socialistas y su combate contra el pujolismo. No olvidemos que se batió el cobre duramente contra TV3, siendo el inventor de la famosa expresión “la crosta nacionalista”, la corteza, la duricia nacionalista, respecto al uso partidista de CiU con los medios públicos.

Pues bien, Ferrán no acudirá – como suponemos que tampoco lo harán Celestino Corbacho, Josep Borrell u otros muchos destacados políticos socialistas que se han mostrado disconformes con el viraje separatista del sindicato – y lo justifica magistralmente en su artículo con citas eruditas, no en vano es historiador. Cita Ferrán a Émile Pouget y a Daniel de León, habla del International Workers of the World y, vaya por Dios, por hablar, lo hace incluso del mismísimo Trotski. Resumiendo, da un zasca en toda la boca desde la más pura ortodoxia izquierdista al afirmar que clase y nación son conceptos opuestos. La puntilla viene cuando afirma que muchos sindicalistas catalanes se han visto agregados con nocturnidad y alevosía a una aventura que les es ajena, para finalizar con toda una declaración de intenciones políticas. Cito textualmente: “Si estudiaran un poco – refiriéndose a la dirección de UGT – sabrían de dónde venimos, aparcando a donde nos quieren llevar. Así las cosas, colgaré una bandera roja en el balcón, pero ¡que desfilen ellos!”

Los que conocemos a Joan Ferrán desde hace muchos años y sabemos de su militancia en la clandestinidad, su paso por la cárcel y su inequívoca ideología pensamos que Pepe Álvarez debería tomar buena nota de sus palabras. Que alguien como Joan se desvincule del sindicato es el mejor síntoma de que algo muy grave está pasando. Álvarez podrá querer admitirlo o taparse los ojos con ese pañuelo que ahora parece inseparable de su persona, pero la crisis está ahí y no hay Dios que la pare.

Es la misma crisis que padece el conjunto del socialismo, catalán y español, la crisis de la tontería, del buenismo, del confundir a España con Rajoy y a Cataluña con la estelada, la crisis que comporta perder el hábito del debate de ideas, conformándose con el reparto de sillones, la crisis que emana de la banalidad con la que Iceta ha impregnado los últimos años del PSC, en los que parece que era más rentable pegarse unos bailecitos que desarrollar una auténtica alternativa al nacionalismo. Es esa tontería que afecta a buena parte del conjunto de la pseudo izquierda, la del jaja jiji, la frívola, la que oculta bajo un discurso hábil e incluso brillante la ausencia total de una ideología de clase que sirva a los que realmente lo están pasando mal. Esa ideología que llevó a la UGT a entregarse en manos del independentismo y al PSC a la nada. Ferrán lo sabe, y, por eso, junto con miles de ugetistas, no quiere ser un mero comparsa de este sainete.
De ahí que muchos digan, con dolor, pero con rabia, que vaya su padre.

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