Opinión

Al fin el presidente se toma un tiempo de reflexión

Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa Europa Press.

Pedro Sánchez ha reaccionado a las diligencias previas abiertas a su mujer por un posible tráfico de influencias de un modo inesperado y muy original: se toma un tiempo de reflexión y el lunes decide si dimite. Una vez más, deja a todos descolocados sobre actuando a una noticia que podría quedar en nada. La forma de comunicar esta “decisión” también ha sido poco habitual: una “carta a la ciudadanía” en la que, y ahí sí que no ha habido novedad respecto a su repetitivo discurso desde hace años, echa la culpa de todo a “la ultraderecha”, ejemplificada no sólo en la asociación que ha presentado la denuncia contra Begoña Gómez, también en los medios que se han hecho eco de las sospechas por tráfico de influencias. Nada hay menos progresista que atacar a la prensa que informa sobre posibles hechos delictivos de los poderosos pero él y los suyos parecen ignorarlo. El caso es que en el texto firmado por Pedro Sánchez insiste en la inocencia de su esposa por lo que si está seguro de ello, ¿qué sentido tiene plantearse dimitir?

Un presidente del gobierno que llega al poder con una moción de censura, debe convocar elecciones a los pocos meses porque no tiene suficiente mayoría, debe volver a convocarlas porque no consigue entenderse con Podemos, finalmente traga y mete a Podemos en el gobierno contra sus propias declaraciones y cuando parece que por fin va a aguantar una legislatura, convoca de nuevo elecciones tras el mal resultado de su partido en las municipales. Y lo hace en julio, con una premura tremenda. Y las pierde, pero monta un gobierno gracias a desdecirse de varias promesas electorales culminando su apego el poder defendiendo a cal y canto una amnistía que unos meses atrás consideraba incluso anticonstitucional. Y consigue arrastrar a todos los diputados de su partido con él a pesar de críticas de nombres tan importantes en la historia del PSOE como Felipe González o Alfonso Guerra. Y a pesar de todo lo cedido, no tiene mayoría suficiente para sacar adelante unos Presupuestos Generales del Estado que, hasta el mismo momento del anuncio de su no presentación, consideraba muy importantes para el país y había prometido que habría una y otra vez. Este personaje, ávido de poder, que carece de principios, que se desdice con facilidad de cualquier promesa o compromiso, que en el debate de investidura presumió de no hacer dado la alcaldía de Pamplona a Bildu y pocos meses después lo hizo… ¿va a dimitir porque no le gusta que investiguen a su mujer por un cargo injusto? No encaja.

Es normal que tantos piensen que es victimismo, una estrategia para una moción de confianza (como apunta su aliado Puigdemont) o simplemente para que salgan en tromba sus acólitos a defenderle. Pero también es cierto que, si bien esto tiene sentido, resulta un poco torpe que haya provocado que los medios internacionales se estén haciendo eco de esa investigación (desconocida hasta entonces en el mundo entero) por corrupción hacia esa mujer de la que dice estar enamorado. Ha conseguido que en el extranjero sepan todos que Begoña Gómez podría ser una corrupta, ¡qué gran demostración de amor! ¿Alguien tan listo de repente es tan torpe? Lo dudo. Personalmente creo que hay algo más. Y ese algo más sólo puede ser, en mi opinión, que la acusación podría tener fundamento y que realmente le preocupa el recorrido judicial del caso y que necesita un tiempo de consultas con abogados. Porque más allá de las elucubraciones políticas, hay varios hechos muy sospechosos en todo esto: una mujer sin cualificación suficiente media en negocios con empresas que reciben subvenciones decididas por su marido. Y hay que añadir a esto el Caso Pegasus, el Caso Delcy, el hermano del presidente con un patrimonio que no se corresponde a sus ingresos…

Si no dimite y todo esto es una estrategia política para obtener mejores resultados en las catalanas y frenar el previsible desastre de las europeas, tampoco me sorprenderá

¿Y si ese tiempo de reflexión que nos suena tan ridículo (evidentemente si quiere dimitir ya lo sabe y si no quiere también) es el tiempo que necesita para calcular los daños jurídicos -y a la postre económicos- que pueden venir? No es tan difícil imaginar que hay una duda sería en el matrimonio Sánchez acerca de si el recorrido de la denuncia pueda llegar a una condena. O que las investigaciones sobre tantos temas que sobrevuelan a la familia Sánchez al final darán con algo, que a día de hoy, sólo ellos saben con seguridad. Desde luego si finalmente dimite (algo que yo creo casi nadie contempla), lo que estará haciendo, a mi juicio, es admitir que tiene miedo a la justicia. Y si no dimite y todo esto es una estrategia política que ha enfangado la imagen de España -y de su mujer- en el exterior, porque cree que así obtendrá mejores resultados en las catalanas y frenar el previsible desastre de las europeas, tampoco me sorprenderá, ya que está en su línea de hacer lo que sea por mantenerse en el poder.

Y una última reflexión/temor: en el PSOE no hay un sustituto claro al actual líder y Sumar es un proyecto que va de fracaso en fracaso según se suceden elecciones, si Sánchez se va (que, repito, es la opción menos probable), solo se me ocurre una persona que pueda presentarse en una lista conjunta de la izquierda no independentista (un nuevo “Frente Popular”) con la excusa de frenar un posible gobierno de PP y Vox: ZP. Esperemos que si ocurre, el electorado le eche definitivamente del panorama político español