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Opinión

La tibieza del PP vasco

Alfonso Alonso

Ahora que parece que es obligado demostrar cada día que uno "es de los nuestros" y se ve con recelo cualquier sentimiento o idea personal que no se atenga al argumentario tuitero del día, es casi una obligación moral, levantar la voz para señalar las virtudes y la dignidad "de los otros", sobre todo cuando resultan objeto de desprecios especialmente injustos.

La flamante nueva portavoz del PP en el Congreso se ha permitido acusar de tibieza a los populares vascos por acercarse peligrosamente a los nacionalistas del PNV. Eso ha dicho esta novísima y brillante vocera del conservadurismo de hoy mismo: que los populares vascos son tibios con el nacionalismo, el mismo que fue socio de su mentor Aznar, que necesitan un proyecto «moderno, moral y eficaz» y que, además, se equivocan al defender una parte de la Constitución Española que a doña Cayetana le parece inconstitucional, en concreto la que hace referencia a la financiación del País Vasco y de Navarra, aunque debo decir que escuchándola en otras declaraciones sospecho que a esta mujer media Constitución le debe parecer inconstitucional.

El PP del País Vasco nunca ha tenido mi voto, ni fueron ni son "de los míos" pero Euskadi es un lugar pequeño, para lo malo y también para lo bueno, y no es difícil conocernos. Por eso resulta tan irritante escuchar la palabra tibieza. Sabemos, más o menos, por lo que pasan los vecinos aunque el saludo vasco "aupa" en la calle pueda pareceros desapegado y distante solo es corto.

La imagen del franquismo

Los populares vascos no vivieron nunca en un ambiente tibio sino frío, muy frío, gélido en muchos lugares de Euskadi. No fueron los únicos, claro, pero pasaron frío como nadie, frío y miedo; eso también. Empezaron por ser abandonados a su suerte por las clases acomodadas vascas, que haciendo honor a su confortable calificativo, enseguida se acercaron allí al sol nacionalista moderado que más calentaba y que, además, les alejaba socialmente de la imagen fea de un franquismo en el que habían vivido callados, tranquilos y satisfechos.

Así fue como personas individuales, sin otra cobertura a veces que su propia convicción, con casos que conozco pero que no tengo tiempo, ni ganas, para desgranar se tuvieron que hacer cargo del partido de la derecha vasca casi con aires de apestados sociales. Los éxitos, pocos, que tuvieron son fruto de su esfuerzo y de su pundonor. Solo eso merecería más respeto. Pero hubo más, mucho más. Me ha tocado estar en muchos funerales, algunos de militantes populares y otros de los que sí eran de los míos. La mayoría de esos dolores se difuminan en un olvido protector pero de entre las cosas que recuerdo bien está el asesinato del militante popular Manuel Zamarreño, que se produjo poco después de que también matasen a su compañero José Luis Caso, al que había sustituido como concejal en Rentería.

Mi convicción es que cuando Cayetana Álvarez de Toledo abandone el PP, muchos populares vascos seguirán ahí

Aquel hombre tuvo la asombrosa valentía de reemplazar al asesinado en su mismo puesto, tal vez pensando que ahora le tocaba a él, y en efecto, le tocó. Solo es un caso de los muchos pero lo recuerdo porque esa sustitución en la trinchera que se sabe que lo es me impactó enormemente. No se me ocurre ejemplo "moral" -como reclama hoy doña Cayetana- más alto que ese. Ahora mismo, al teclear, me vienen a la mente otros casos de populares, de socialistas, de periodistas, de policías, de profesores, pero basta aquel ejemplo para enmarcarlos todos.

A quienes nos acompaña siempre la duda nos resulta asombroso ver cómo se dicen enormidades con tanta seguridad, con tan sincera y rotunda convicción que no se sabe si se apoya en la ignorancia o en el engreimiento. Mi convicción es que cuando Cayetana Álvarez de Toledo abandone el PP, muchos populares vascos seguirán ahí. Puede que continúen siendo pocos pero estoy seguro de que no se van a arredrar por que una recién llegada les pretenda dar lecciones de superioridad moral.

Hoy está siendo su congreso en Vitoria. Les irá mejor o peor, no lo sé, pero lo que sí sé es que la puerta ya no estará esta vez completamente llena de escoltas. No hace tanto tiempo de eso como para haberlo olvidado. Menos aún en su propia casa.

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