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Opinión

Un PP de manga ancha

Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado.

El resultado de las elecciones autonómicas en Galicia y en el País Vasco ha despertado sensaciones agridulces en la cúpula del Partido Popular. La rotunda victoria de Alberto Núñez Feijóo ha ido acompañada de un nuevo paso hacia la irrelevancia en el parlamento de Vitoria. Esta innegable diferencia ha vuelto a suscitar el eterno dilema que atormenta a la planta séptima de Génova 13 desde hace dos décadas, radicalidad o moderación, beligerancia o suavidad, pactismo o intransigencia, bucle recurrente del que la formación azul no sabe salir.

De hecho, se trata de una falsa disyuntiva porque el problema no está tanto en las formas, que siempre se pueden modular, como en el fondo, que determina realmente lo que es y lo que hace una fuerza política. De acuerdo con muchos analistas superficiales, existiría un modelo 'gallego' del PP, caracterizado por un lenguaje temperado, una permanente voluntad de diálogo, un mesurado equilibrio en las propuestas y una voluntad de allanar caminos más que de cavar fosos. En contraste con este enfoque conciliador, la otra cara de la organización, la 'madrileña', sería hosca, dura, de pétrea consistencia y plena de agresividad verbal, más empeñada en hacer morder el polvo al adversario que en lograr puntos de encuentro.

En cada etapa de la vida del PP estas dos modalidades se han encarnado en el imaginario del electorado y de los comentaristas en dos figuras representativas de una u otra opción. Hoy este papel le corresponde a Alberto Núñez Feijóo, como líder del bando de las palomas, y a Cayetana Álvarez de Toledo, como adalid de los halcones. En cuanto a Pablo Casado, tal como corresponde a un jefe, oscilaría entre ambas posiciones sin dar por completo la razón a ninguna de las dos porque así refuerza su autoridad sosteniendo una rienda en cada mano y tirando de la que convenga dependiendo de la ocasión y de sus intereses.

Cada uno lleva su etiqueta de albertista o cayetanista, muchas veces sin que los interesados hayan manifestado signo alguno de adhesión a las supuestas cabezas de facción

Dentro de estas cábalas, los distintos dirigentes son situados por los observadores y por la opinión pública en el lado correspondiente y así cada uno lleva su etiqueta de albertista o cayetanista, muchas veces sin que los interesados hayan manifestado signo alguno de adhesión a las supuestas cabezas de facción. Al final, como siempre sucede en estos casos, la cuestión nuclear es orillada y el debate se pierde en meandros inútiles.

La clave de este asunto la ha dado recientemente el propio Núñez Feijóo al afirmar que el PP ha de ser “un gran partido de un espectro ideológico ancho en el que quepan todas las personas que circulan por ese espectro ideológico que no es el socialismo radical del PSOE actualmente”. Dejando aparte la extraña construcción galaica de la frase, lo que dice el presidente de la Xunta es que su partido debe adoptar la forma de un “catch-all party”, es decir, que lo vote una inmensa mayoría que vaya desde la socialdemocracia razonable al conservadurismo civilizado. Únicamente quedarían fuera de este amplio abanico los extremistas insensatos a ambos flancos de este centro aglutinador y abundante en matices.

Sin embargo, esta solución presenta ciertas dificultades. Hay temas en los que es posible una síntesis, por ejemplo, el tipo marginal máximo del IRPF, usted lo quiere poner en el 55% y yo en el 40%, ¿qué tal si lo dejamos en el 48%? O bien, entre una indemnización por despido improcedente de 45 días por año trabajado y una de 25, ¿lo cerramos en 33? Sin embargo, hay puntos en los que no es fácil darse la mano a medio camino. ¿Libertad de elección de lengua de escolarización, sí o no? ¿Igualdad ante la ley de hombres y mujeres, sí o no? ¿Ponemos la bandera arcoiris del orgullo gay junto al logo del partido, sí o no? ¿Unificamos los impuestos de Patrimonio y Sucesiones con un mínimo obligatorio en todas las Comunidades, sí o no? ¿Nos sentamos a la mesa con los independentistas a discutir sobre la autodeterminación y la amnistía a los sediciosos condenados, sí o no? ¿Expulsamos al embajador de Maduro y reconocemos únicamente al de Guaidó, sí o no?

La batalla de las ideas

No siempre es posible negociar a no ser que se tenga una moral ameboide y se carezca por completo de convicciones. El inconveniente del planteamiento de Feijóo es que responde a la pregunta "¿qué he de hacer y decir para que me voten?" cuando la correcta es "¿cómo convenzo a los votantes de qué lo que yo les propongo y los principios que defiendo merecen su apoyo?" ¿Ha reflexionado Feijóo sobre los motivos por los que el espacio electoral de centro-derecha, antes concentrado en unas siglas, se ha fragmentado en tres? ¿Este fenómeno, se ha producido por falta de moderación o por un decepcionante vacío ideológico en el período de Rajoy? La aceptación parcial de las tesis nacionalistas en Cataluña y en el País Vasco en los campos educativo, simbólico y competencial, junto con su renuncia a dar la batalla de las ideas, ha conducido a transformar al PP en residual en estos territorios y la misma senda se está siguiendo en Baleares y la Comunidad Valenciana con análogas consecuencias.

Feijóo está muy satisfecho de sus sucesivas mayorías absolutas gracias a sus políticas galleguistas, sin advertir que está preparando a la sociedad gallega para una futura hegemonía nacionalista. El gran triunfador del pasado domingo se ufana de su éxito y disfruta de los halagos de los que le animan a 'galleguizar' el PP en su conjunto, pero ha de saber que por la manga ancha de ese traje multicolor con el que quiere vestir a su partido hace tiempo que se cuelan los enemigos irreductibles de España porque ellos, que se ríen a mandíbula batiente al ver al PP enredado en polémicas bizantinas sobre 'centralidad' y 'moderación', sí trabajan a largo plazo y sí tienen un plan.

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