Opinión

La portavoz avinagrada y otros farsantes

Pilar Alegría
Pilar Alegría Europa Press

La izquierda del progreso ha degenerado en la murga de los farsantes. Un tinglado grotesco en el que todo es espuria verborrea, montajes adulterados, trolas desportilladas. Una variante del castillo de aquellos sádicos duques aragoneses en el que el pobre Quijote sufrió todo tipo de burlas y chanzas, como la del caballo Clavileño, un rocín de utillería que se elevaba por las nubes como la mendaz palabrería del nuevo Gobierno. En esta continua liturgia del fraude destacan unos cuantos oficiantes, virtuosos en el arte de la superchería, en la que se mueven como auténticos maestros y a la que jamás abandonan. Mienten hasta en sueños.

Decía Aristón que la retórica es el arte de engañar al pueblo. Los atenienses, viendo que semejante prédica gozaba de enorme anuencia entre la plebe, ordenaron que su elemento principal, el de suscitar las pasiones ('emociones', según Iván Redondo, el gurú caído) fuera suprimido, al tiempo que los exordios y las peroraciones. "La retórica es un instrumento inventado para manejar y agitar la turba y al pueblo desordenado, un instrumento que sólo se emplea en los Estados enfermos". Tácito. O sea, el populismo, vivo retrato de la España del gran narciso, donde toda verdad sufrió destierro y tan sólo circula el verbo artero y el argumento apestoso. Algunos personajillos pugnan cotidianamente por erigirse en protagonistas en el corralillo plurinacional. Compiten por ver quién la dice más gorda, quien incurre en la asnada más tremenda. He aquí un escueto muestrario del bestiario del lugar.

Zapatero rojigualda

Envuelto en banderas nacionales amaneció Rodríguez Zapatero este domingo en Ifema, en una ceremonia que tenía aires de sátira y escenografía de pitorreo. El predicador del concepto 'discutido y discutible' aplicado a la nación, palafrenero de Maduro, corifeo del chavismo de Puebla y padrino apostólico en el proceso de beatificación del 'hombre de paz', sufrió un homenaje casi de caricatura. Sánchez, muy dolido con la gran manifestación de Cibeles contra la amnistía -miles de banderas españolas de verdad al viento- se montó un autohomenaje con tufillo franquista, bocatas de mortadela y autobuses de alquiler, y plantificó, en medio del sarao, a quien fuera su predecesor, un Zapatero exultante y desenfrenado que deriva por momentos en monologuista bufón y cuentachistes de rebajas. Un desiderátum estrambótico que colmó de rubor a los dos únicos asistentes con algo de dignidad de cuantos allí estaban, pura grey obcecada y lanar, quintaesencia del socialismo de nuestros días..

Puente sobre aguas purulentas

El nuevo ministro de Transportes, Óscar Puente, por el momento ha evitado trasegar por el territorio de su cometido. Prefiere insistir en su vis de matoncillo de billares, en ese perfil de bronquista de arrabal que tanto éxito le deparó cuando la investidura de Feijóo. En apenas unos días en el Gabinete ya ha logrado redondear un par de éxitos antológicos. Una equiparación de la purulenta ley de amnistía con casarse con su novia de penalti o lanzar sobre la cabeza de los jueces el agravio del lawfare la prevaricación pura y dura, que manosean los separatistas con fruición. Dos declaraciones, dos patinazos. Un Puente hacia el éxito y la gloria.

Ribera de zurcidores

La Ribera de Curtidores, callejuela del Madrid antiguo, se llamaba antaño 'De la tenería', porque allí se alineaban los talleres dedicados al curtido y arreglo de todo tipo de pieles. Teresa Ribera, vicepresidenta y ministra de asuntos verdes y ecológicos, superadas ya las diversas citas electorales que le obnubilaban el cerebelo, decidió finalmente acceder a un acuerdo con Juanma Moreno y zurcir el desgarro del parque Doñana, luego de una larga contienda de tironeos absurdos y de prepotencia de la ministra más arisca del Ejecutivo. Dos años de mentiras y zafiedades, de trampas y enredos para, finalmente, hacer lo que se debía: soltarles la pasta a los agricultores afectados y poner punto final a un asunto abrumadoramente utilizado por la trompetería orgánica. No se olvide que Sánchez se ocultó en Doñana el día que tocaba votar la ley del sí es sí en el Congreso. Otro zurcido.

La venganza de Bolaños

Le pararon los pies cuando intentó colarse en la fiesta de la Comunidad de Madrid. La jefa de protocolo del castillo de Sol le mandó a su sitio, donde la gente de a pie, cuando pretendía encaramarse en el estrado de las autoridades. Investido ahora como todopoderoso triministro del nuevo Gabinete, Bolaños ha decidido devolver aquella afrenta. Ha vetado a Ayuso en la inauguración del AVE Madrid-Asturias, ceremonia que contó con la presencia de los respectivos presidentes castellano-leonés y asturiano. Ese resentimiento insípido de un espíritu mezquino va a caracterizar, a buen seguro, la gestión del quisquilloso monaguillo. "Como ahora me borras, te borraré. Estés donde estés", habrá pensado la lideresa madrileña como aquel Zaid de Borges. Así hará.

La diplonecia de Albares

Sólo un maestro podría salir indemne del quinto 'jamás' del Rey Lear. Solo un virtuoso diplomático sería capaz de emerger con brío del laberinto en el que lo ha sumido su sumo sacerdote en estos últimos días. Malamente superó José Manuel Albares del episodio Pegasus y su estrambótico volantazo en el Sáhara. Ahora sucumbe a un rosario de desastres difícilmente reconducibles. Tras las repugnantes declaraciones de Sánchez contra Israel en el puesto fronterizo de Gaza, que se recibieron en la UE con ese gesto de estreñimiento que por allí exhiben cuando están contrariados, se han sucedido una serie de varapalos en el frontispicio de la imagen internacional de España. Macron, por ejemplo, evitó sentar en su mesa al protohéroe de la sanchidad en una cena sobre el futuro europeo a la que sí estaban convocados los dirigentes de Portugal o Estonia, entre otros. Sánchez, se recordará, todavía es presidente de turno del Consejo de la UE, detalle que a pocos ya importa y que aún menos significa. Al feo del francés hay que sumar el plantón de Israel a la cumbre mediterránea de Barcelona, luego del guiño a Hamás y, finalmente, tres sobre tres, el aviso en el Europarlamento a la ley de amnistía, censurada por portavoces de más de una docena de democracias. "Tres y el gato", según la curiosa contabilidad de la nueva portavoz, que no pierde ocasión de exhibir su acritud bonancible.

El club de los farsantes crece sin pausa según se mira a la izquierda. Los panegiristas del régimen se muestran ya impotentes para disimular tal avalancha de mentecatos y delincuentes. Así Otegi, quien tras afirmar que no está capacitado para ser cabeza de cartel en las autonómicas vascas (ni, por lo tanto, posible lehendakari), declara que "todo el mundo sabe quién soy y tengo un pasado". Pues sí. Lo tiene. Arnaldo el secuestrador. Quizás eso es lo malo. O no. La sociedad vasca sestea entre el cuponazo las kokochas.

Todavía ejerce de titular de Educación, pese a lo cual no logra distinguir 'caduco' de 'caducado' y se empeña en decir 'insultos y soeces', como si soez fuera sustantivo o como si se hubiera olvidado las gafas en el despacho

Así también Álvaro García, uno de esos rostros estériles que, vistos una vez siempre se olvidan, fiscal general del Estado por más señas, empeñado en encalomar a su madrina Dolores Delgado en el frontispicio de la carrera. Por el momento, la jugada tramposa le ha salido mal. Al tiempo. O Pilar Alegría, nueva portavoz del Gabinete, recién salida de las zahúrdas de Ferraz, que habla con la boca torcida, como quien escupe al bies. Es decir, que escupe cuando habla. Sus peroratas son un bombardeo de insultos de una zafiedad desordenada, de una vertiginosa ordinariez. Todavía ejerce de titular de Educación, pese a lo cual no logra distinguir 'caduco' de 'caducado' y se empeña en decir 'insultos y soeces', como si soez fuera sustantivo o como si se hubiera olvidado las gafas en el despacho. Así los quiere Sánchez, faltones y bastorros, amantes de la trifulca y frecuentadores del follón.

En este catálogo de farsantes falta, naturalmente, el number one, el gran impostor, el caudillo planetario que dentro de unos días sacará a la venta un nuevo libro, Tierra firme, que tampoco esta vez ha escrito él. Más se preocupa, como Tiberio, en extender su nombre en el futuro que en hacerse útil, o al menos grato, a los hombres de su tiempo. Una actitud tan despreciable como indigesta que desembocará, a buen seguro, en una revuelta de los espíritus decentes.