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Opinión

Ponga usted las fotos que yo pondré la guerra

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, al inicio de la reunión extraordinaria del consell nacional del PDeCAT.

Citar a William Randolph Hearst es conveniente cuando se habla de la prensa y su influencia en la política. La frase que da título al artículo fue pronunciada por el magnate a uno de sus fotógrafos, porque buscaba la declaración de guerra de los EEUU contra España. Los separatistas ni tienen un magnate como Hearst ni valor para declararle la guerra a nadie. Pero utilizan las noticias falsas como método para desprestigiar. Las famosas fake news.

El comité de propaganda negra de Bruselas

A Carles Puigdemont no le tiembla el pulso a la hora de decir o escribir acerca de noticias que son, lisa y llanamente, puras falsedades. Es un periodista – eso dice él – que se ha servido de informaciones sesgadas a lo largo de su vida profesional. Recordemos que fundó, con dinero público, claro, entre otros engendros la Agencia de Noticias Catalana. Corría el año de 1999 y estaba acogida al casto seno de entes públicos convergentes. Excuso decir que dicha agencia de noticias no pasaría la prueba del polígrafo ni harta de vino.

Desde entonces ha llovido mucho, pero a Puigdemont no le ha cambiado el estilo. Jamás permite que la verdad le estropee un buen titular. Está exiliado, en España hay pesos políticos, el President legal es él, blablablá. Eso, por no mencionar la última campaña acerca de dos señoras que fueron, dicen, desalojadas de un avión de la compañía Vueling por hablar en catalán. Lo sustancial es que el cesado y los suyos siguen con lo que se denomina en términos de inteligencia “propaganda negra”, la fabricación de bulos con intención de perjudicar al adversario.

Fíjense como en los medios afines al separatismo o complacientes con él – la mayoría en Cataluña – se habla ahora de que si la independencia no llegó a buen puerto fue gracias a que sus dirigentes intuyeron que España iba a reaccionar con violencia. Es decir, se sacrificaron para que no hubiera muertos por las calles, como si el melifluo Mariano Rajoy hubiera tenido intención de hacer entrar por la Avenida Diagonal al Tercio Juan de Austria o Enric Millo, delegado del gobierno, hubiera manifestado su intención de bombardear Barcelona desde el castillo de Montjuic. Nadie medianamente informado podría creerse tales patrañas, pero al independentista que ve como todo se ha ido al garete sin comprender muy bien las razones, tales cosas le vienen como agua de mayo. Desde Bruselas y algunos círculos de los partidos secesionistas todo esto se sabe muy bien. De ahí que la cantidad de enormes mentiras, algunas incluso hilarantes, se sigan produciendo a diario en ciertos gabinetes de prensa inspiradas por los cesados y sus lacayos.

Como muchos sabrán, Oscar Wilde, el maldito, brillante e impertinente escritor inglés, diferenciaba periodismo de literatura diciendo que el primero es ilegible y la segunda no la lee nadie. Con las redes sociales, ser periodista se ha vulgarizado mucho más. Para intuir la verdad que se oculta tras los titulares de ciertos medios hay que volver al antiguo ejercicio que practicábamos durante el franquismo, a saber, leer entre líneas. Es tal el cúmulo de mendacidades que se dan por ciertas que deviene imprescindible separar el grano de la paja.

En los abundantes medios subvencionados catalanes se constata mucho mejor lo que expongo. A falta de redaños o mayoría social tiene el cesado Govern un nuevo frente desde el que seguir con su cantinela: “sus” diarios. Tales mamporreros – me resisto a definirlos como periodistas, porque lo suyo es el final feliz – están a la espera de reproducir como si fuese la biblia la última consigna o el último desvarío de los cesados en Bruselas.

Uno ya comprende la estrategia. No en vano, aquel inmenso y glorioso bastardo que fue Fouché aseguraba que justo en los inicios es cuando el poder debe mostrarse más fuerte. En los inicios el nacionalismo no estamos, ni mucho menos, y de la república independiente ya no hablan ni siquiera sus promotores, por si los tribunales. Pero siguen haciendo rodar mentiras para que sus gárrulos seguidores tengan la ración diaria de bazofia tendenciosa sin la que, quizá, se darían cuenta de la inmensa tomadura de pelo a la que han sido sometidos todos estos años. Es mantener el golpe de estado desde la impostura. ¿Se imagina alguien a Tejero lanzando proclamas desde el castillo de Figueras acerca del éxito que tuvo el 23-F? Yo tampoco.

Las técnicas del PROMI

O, dicho en castellano, el Ministerio para la Propaganda y la Instrucción Popular que Joseph Goebbels dirigió durante el Tercer Reich. Si tienen ocasión, háganse con los dos volúmenes que publicó Luis de Caralt en 1969 titulados “Propaganda bélica alemana”. En ellos se recogen las actas de las conferencias ministeriales secretas que a diario se celebraban en el ministerio de propaganda entre Goebbels y sus colaboradores. Abarca solo el periodo que va de 1939 a 1941, pero es más que suficiente para comprobar la metodología y la falta de escrúpulos que tiene un régimen totalitario a la hora de intoxicar a su propio pueblo.

Que lo separatistas tienen no uno, sino varios gabinetes negros es algo que difícilmente puede rebatirse. Han convertido cada mesa de sus periodistas de cabecera no en un Vietnam, sino en un impío altar en el que se sacrifica a diario la vestal de la verdad. Pocos son los que en Cataluña osen decir negro sobre blanco que la tan cacareada ola de violencia policial del pasado 1-O no fue tal, que la mayoría de testimonios eran falsos – ¿recuerdan la señora de los dedos supuestamente rotos por las fuerzas de seguridad? – o que muchas fotografías que nos hacían llegar desde Bruselas – el eurodiputado Tremosa, por vía de ejemplo - pertenecían a otros lugares y a otros momentos.

Ningún diario les va a explicar de qué vive Puigdemont en la capital belga, quien le aloja, la ideología claramente terrorista de sus abogados o quien ha acabado sufragando el viaje de los doscientos alcaldes separatistas que se fueron de promenade a aclamar al cesado. Ni les cuento si lo que pretenden es saber como la ANC, que jura estar financiada solo por la venta de su merchandasing, cuenta con poderosos capitales para afrontar pagos de multas onerosas. Es decir, mienten a la inversa, porque la omisión de la verdad es tan terrible o más que la mentira.

Son las tácticas del PROMI, efectivamente. Exagerar los éxitos propios, retorcer la realidad hasta que se acomoda al ideario del poder, difamar lazando estiércol a los que se atrevan a discrepar. Es el totalitarismo. No seamos ilusos. De la misma forma que muchísima gente ha desconectado TV3 de su televisión todavía existen muchos que la siguen ávidamente para nutrirse de su ración de soma, de la adormidera que precisan para seguir viviendo en su paraíso artificial. Esto no sería posible sin la elaboración de la droga periodística que realizan a diario esos medios, públicos y privados, que aún defienden que los rusos no conquistarán Berlín y que las armas maravillosas salvarán in extremis al proceso.

Todo eso sirve, además de para seguir meneando el brasero, que hay elecciones y al cesado lo han dejado más solo que al niño de la cabra, para ocultar hechos gravísimos. La jodida realidad. Nadie les contará desde esas tribunas impregnadas de banderitas esteladas que, por citar un solo caso, el Govern cesado se “olvidó” de 155 millones de euros que debían recibir entidades dedicadas a la ayuda a ancianos, personas discapacitadas, gente, en suma, que precisa de atención diaria. Hace dos años que no han visto un duro. Pero, claro, la culpa siempre será de España. Además, bastante hacían ellos con desviar fondos pagados por todos para ese proceso que, al fin y a la postre, solo ha servido para que un puñado de desaprensivos hayan vivido como marajás mientras sus conciudadanos pasaban la peor crisis económica conocida en los últimos cuarenta años.

Nosotros hemos puesto los impuestos y ellos el proceso. Nosotros el sufrimiento y ellos las mentiras. Quien les vote en diciembre o está ciego de odio o es un cretino. Y quien les ayude después en pactos post electorales, será un traidor. Lo digo por el PSC.

Miquel Giménez

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