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Opinión

Hacia una política monetaria menos expansiva

Los analistas ven una reducción mensual de entre 10.000 y 15.000 millones, lo que supondría llevar las compras a cero en la última parte de 2022

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Billetes de euro. Europa Press. Europa Press

Un fantasma sobrevuela el mundo financiero. Y es que, como repetía aquel personaje de Umberto Eco en El nombre de la Rosa, también aquí parece que alguien esté diciendo: "¡¡Penitenciágite!!" (haced penitencia), que viene el tapering...

Los mercados recuerdan, sin duda, que en 2013 el fin de la política monetaria expansiva de la FED provocó importantes caídas en los mercados, inicialmente en el precio de los bonos y luego en otros activos.

Actualmente, la preponderancia de los bancos centrales en la economía y los mercados es todavía más determinante al haber aumentado mucho su balance imprimiendo dinero para comprar activos. La FED hasta cerca del 40% del PIB y el BCE al 80%. Desde luego, la actuación de los bancos centrales ha desnaturalizado los mercados y ha inflado los precios de los activos financieros, determinando un escenario artificial que no puede durar para siempre. Aunque tampoco puede olvidarse que la catástrofe económica que podría haber deparado la covid sin esa actuación de la política monetaria hubiera podido ser de colosales proporciones.

Hemos llegado a un punto en el que la recuperación económica torna innecesaria la persistencia de esa actuación expansiva. Y la inflación empieza a convertirse en una amenaza que pudiera ser no tan transitoria como nos están diciendo. Así, un eventual cambio en la actuación de las autoridades monetarias podría hacer, como en 2013, que los mercados sufrieran sobremanera.

El tapering es, simplemente, el proceso en el que el banco central va disminuyendo sus compras de activos (actualmente la FED lo hace por 120.000 millones de dólares al mes y el BCE por 80.000 millones de euros) hasta llegar a cero en el saldo neto de sus operaciones. Esa sería la primera parte, en tanto que la segunda supondría empezar a desinvertir en los muchos bonos acumulados en balance. Lo primero supone ir cerrando el grifo de nueva liquidez y lo segundo drenarla del mercado, lo que sin duda es todavía más problemático. Además, estaría la eventual subida de tipos oficiales, que podría venir tras el fin de la primera fase (llevar las compras netas a cero).

Menos liquidez y tipos más altos

La subida del coste del crédito y de la deuda, aparte de una eventual caída en las Bolsas, son algunas posibles consecuencias. Pero la repercusión del tapering va más allá de las economías de países desarrollados. También afectaría a los países emergentes, al suponer menos liquidez en el mercado y una elevación de los tipos en ellos vigentes. De hecho, hace unos días, la economista jefa del FMI alertaba de que los emergentes no pueden afrontar una retirada de los estímulos de los países desarrollados.

Los bancos centrales se enfrentan actualmente a una disyuntiva. Si no empiezan a corregir la política monetaria súper expansiva se arriesgan a una especie de espada de Damocles en forma de inflación o incluso estanflación (menor crecimiento potencial por los shocks de oferta negativos, e inflación por las políticas monetarias y fiscales laxas). Por el contrario, si se mostraran incautos en la reducción de estímulos, los mercados de bonos, acciones o crédito podrían tener fuertes caídas y afectar a la situación económica. De hecho, ya le pasó eso a la FED cuando en 2018 quiso reducir las compras netas de entonces y tuvo que dar marcha atrás.

Pendientes del arranque del año próximo

La FED nos acaba de decir hace unos días que, probablemente, dentro de unas semanas/meses comunicará el inicio de la reducción de las compras, que podría arrancar al comienzo del próximo año. Los analistas ven una reducción mensual de entre 10.000 y 15.000 millones, lo que supondría llevar las compras a cero en la última parte de 2022. Esto abriría la espita para la primera subida de tipos de interés oficiales algo después. En tanto que la reducción del balance quedaría para más adelante por ser lo más problemático.

En cuanto al BCE, hay que decir que la situación económica en la eurozona va retrasada y aún falta para recuperar el PIB de 2019. El plan de compras por la pandemia (PEPP) acaba en marzo de 2022. Pero los “halcones” ya están presionando para que haya pronto un cambio como en la FED. No obstante, es previsible que las compras continúen bajo otros programas, aunque tendrán que irse reduciendo. Y la subida de tipos sería también más tarde que en USA.

Así que vienen tiempos de retirada en las facilidades monetarias. Lo notaremos todos y, especialmente, los mercados. Esperemos que el proceso se desarrolle con cautela y con una buena comunicación. Sin olvidar que, con este virus, podría haber sorpresas desagradables por el camino que, sin duda, llevarían a los bancos centrales a mostrarse precavidos en esa retirada.

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