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Opinión

Policorrupción

Luis Bárcenas (c) durante el juicio en presencia de Pablo Crespo y Francisco Correa, entre otros

Señor presidente, diga conmigo Gürtel tres veces. Y haga el ejercicio cada cuatro horas frente al espejo. Compruebe que no le salen cuernos ni rabo. No es tan difícil, lo que tiene mucho mérito es convocar una rueda de prensa provocada por la sentencia de la trama Gürtel y salir de la sala sin haber pronunciado ni una sola vez ese nombre. Muy habilidoso Mariano Rajoy, aunque no sirva para mucho, porque es mentira eso de que no existe lo que no se nombra.

El viernes parecía un día para que el Partido Popular se encontrara molesto, metido en casa y pensando “esto tenía que llegar”. Pero no, Rajoy decidió salir a la palestra y en lugar de emular al Rey y decir aquello tan sufrido de “no volverá a ocurrir”, se dejó llevar por quien le dijo la de Perogrullo (la mejor defensa es un buen ataque), y optó por hablar al país desde una especie de atalaya moral inexpugnable lanzando al aire algunas afirmaciones, también de Perogrullo, como que en la sentencia esa que no tiene nombre no hay ningún miembro del Gobierno actual, o que al PP no le han metido mano penalmente, solo por responsabilidad civil. Nada que abochorne; nada de lo que arrepentirse.

Sánchez, en lugar de poner a Rajoy contra las cuerdas, le ha dado munición para pelear, porque puede haber votos a favor de la moción que exijan más explicaciones que beneficios

La displicencia con la que se refirió Rajoy al tribunal fue un intento de colar como irrefutable que sólo se condena el choriceo en Pozuelo y Majadahonda. Se olvida intencionadamente que también hay condenas, y suculentas, por corrupción (otra palabra que se le resiste) en Castilla y León, Madrid ayuntamiento y Comunidad de Madrid. Nada de un par de pueblos en solitario, un buen trozo de España. Y el remate fue cornear a los jueces por poner en cuestión su testimonio: ¿Quién da carnés de credibilidad en este país? Yo se lo digo: por ejemplo, un tribunal. Mala escapatoria es refugiarse en los votos y decir que la credibilidad te la conceden las urnas. Entonces, habría que hablar de forma distinta sobre la independencia de Cataluña, ¿no? El relato de un testigo en un juicio es creíble o no al margen de los votantes, y el de Rajoy le pareció a sus señorías, los de las puñetas en la bocamanga, algo poco creíble.

Es una lástima que no se hayan leído la parte de hechos probados de la sentencia. Ese sí que es un buen relato de novela negra y encierra un montón de situaciones, cada una de ellas llena de basura a rebosar que mancha ostensiblemente al PP. Por mucho que Rajoy pretenda caminar sobre las aguas.

Ni el más mínimo espacio para la autocrítica, y encima declara que ha pedido disculpas “hasta la saciedad”. Es posible que él esté saciado, pero me da que los demás reclaman un poquito más de mea culpa, algo de “me llamo Partido Popular, soy policorrupto y llevo veinticuatro horas sin trincar”, y los demás de la terapia aplauden, porque cada día en el que se supera la dependencia es una victoria.

Es posible que todo esto que reclamo se hubiese producido si Pedro Sánchez no se hubiera dejado seducir por el momento. A otro que hay que ponerle frente a un espejo para repetir una y otra vez: “La aritmética parlamentaria no da para una moción de censura”, lo diga Pablo Iglesias o su porquero. Como no se quiere enterar, el líder socialista, en lugar de colocar a Rajoy contra las cuerdas, le ha dado munición para pelear, porque puede haber votos a favor del secretario general del PSOE que sean de digestión dura y que exijan más explicaciones que beneficios. Ahora, también en esto se le ha ido la mano a Rajoy al proclamar que “la estabilidad soy yo”. Más o menos.

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