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Opinión

Lo que nos ocultan

Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso, el lunes en la sede de la Comunidad de Madrid

No hay que entretenerse demasiado en el teatrillo de palo y tentetieso con que siguen obsequiándose entre ellos Pedro Sánchez y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; no es más que una estrategia de ocultación de lo verdaderamente importante: que todo Madrid, sí, todo Madrid, está para ser devuelto a las fases 1 o 2 post confinamiento porque muchas más áreas sanitarias de esas 37 donde se han restringido ya los movimientos presentan una alarmante ratio superior a mil contagiados por cada 100.000 habitantes.

¿Se pueden restringir movimientos en Lavapiés -una de esas zonas hoy todavía sin confinar- y no hacerlo en los lindantes Latina o Atocha? ¿En serio alguien cree que se puede convertir el centro de la capital, puerta de entrada a España de millones de turistas, en una suerte de franja de Gaza con innumerables controles policiales entre calles? No. Ni es posible ni es recomendable... salvo que queramos aparecer en la guía Lonely Planet con el dudoso honor de habernos convertido en país exótico/peligroso.

Pues eso es lo mollar, estimado lector, lo que nos ocultan, lo que no habrá leído en las crónicas más allá de insinuaciones tipo las de aquel comisario que, contaba el inolvidable Gila, se declaraba ufano de haber detenido a Jack el Destripador con indirectas: "Aquí alguien ha matao a alguien"... y así hasta que el asesino se derrumbó.

"Vienen semanas muy duras" con "otros escenarios" posibles, nos dijo este lunes el presidente del Gobierno, a ver si nos 'derrumbamos' con indirectas como 'Jack el Destripador' detenido por aquel comisario de Gila

"Vienen semanas muy duras" con "otros escenarios" posibles, nos dijo este lunes el presidente del Gobierno a ver si nos derrumbamos, con Ayuso de anfitriona en la Puerta del Sol rechazando amablemente el estado de alarma porque es la "muerte" (sic) de Madrid... De Madrid y del resto de España, añado, porque cerrar el mayor área metropolitana del país, con 6,6 millones de personas, es cerrar también Guadalajara, buena parte de Toledo y de Segovia o Ávila, es decir, entre el 25 y 30% del PIB nacional. Palabras mayores.

Un desastre sin paliativos que nadie quiere, Sánchez y Ayuso tampoco, pero temen. Y a lo que más temen es a decírnoslo, porque nadie quiere oírlo. Nadie es nadie, ni en Usera o Puente de Vallecas, donde los que trabajan en negro en otras zonas de la capital no tienen certificado alguno que exhibir cuando se lo pida la policía, ni tampoco en ese Núñez de Balboa de las manifestaciones desafiando el confinamiento.

Por eso han empezado a restringir movimientos con el mapa sobre la mesa, porque es muy duro anunciarlo todo de golpe, pero no se han dado cuenta de una cosa: que más vale ponerse una vez colorao que ciento amarillo; sobre todo si ponerse amarillo significa segregar, con intención o no, a unos madrileños respecto a otros. A los que más tienen de los que menos, para cabreo del socio minoritario de Sánchez en el Gobierno, Unidas Podemos.

"El movimiento se demuestra andando"

"La unión hace la fuerza", dejó escrito el presidente este lunes en el libro de honor de la Puerta del Sol antes de respaldar públicamente a la presidenta Ayuso y la restricción en esos 37 barrios y municipios para mosqueo de su socio, Unidas Podemos. Tópico por tópico, de haber podido añadir algo debajo, sin duda, hubiera puesto: "Y el movimiento se demuestra andando".

Porque, ocurra lo que ocurra, tanto si triunfa la medida en esos 37 barrios y libra al resto, como si nos restringen la movilidad al resto, es una medida que, necesariamente, está llamada a durar poco si no se quiere estigmatizar al sur de Madrid que en los últimos años -véanse gestos como la instalación de la Asamblea allí- había logrado sacudirse la etiqueta de marginal.

El virus no entiende de fronteras de renta, cierto, pero el miedo y los prejuicios sí. Desde el principio de los tiempos. Y bastante castigo llevan quienes viven hacinados en 60 metros cuadrados, viviendas muchas de las cuales no cumplen ni el estándar de ventilación que se exige hoy día a las nuevas construcciones, como para condenarles a una vuelta atrás en su autoestima.

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