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Opinión

El plan de Botín para salvar el Santander

Todos los banqueros están temblando de miedo. No hay despacho de una entidad financiera española donde no se estén sintiendo escalofríos estos días. Y la culpa no la tienen ni Pedro Sánchez ni la ralentización económica. Ni siquiera las hipotecas referenciadas al IRPH, que darán muchos quebraderos de cabeza en los próximos meses.

La causa de tal terror tiene que ver con un acrónimo maldito que ha revolucionado nuestras vidas durante los últimos 20 años, pero que ya ha puesto contra las cuerdas a sectores como la prensa tradicional, las agencias de viajes o el comercio minorista... y que tiene perfectamente identificada a su próxima víctima: la banca.

Ese acrónimo es GAFA, una sigla que une las iniciales de cuatro de las empresas tecnológicas más importantes del planeta (Google, Apple, Facebook y Amazon). Las cuatro llevan tiempo acumulando datos de todos nosotros y haciendo sus pinitos en diferentes servicios financieros, pero antes del verano una de ellas, Facebook, dio el paso definitivo al anunciar la puesta en marcha de una moneda propia llamada Libra.

Libra ha hecho saltar todas las alarmas de la vieja Europa. Y no sólo en las entidades financieras, sino también entre los reguladores y supervisores, que ven con desconfianza que un gigante tecnológico se meta de hoz y coz en un sector tan sensible para la buena marcha del sistema.

Doble rasero

El problema es muy sencillo. La banca es uno de los sectores más regulados de nuestra economía y, como tal, está sometido a exigencias muy estrictas para operar. Sin embargo, los GAFA están esquivando todo eso porque se han colado en el sector a través de rendijas que les permiten prestar determinados servicios financieros, sobre todo relacionados con los pagos, sin que parezca que son bancos al uso.

Eso está provocando una "competencia desigual", como definió la situación hace unos días el presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán. Unos y otros compiten por el mismo mercado, pero sin tener iguales derechos y obligaciones.

Ante esta situación, hay quienes piensan que hay que igualar por arriba exigiendo a los gobiernos que impongan a las tecnológicas los mismos requisitos que a los bancos tradicionales. Esa es la posición oficial de la AEB y también la del Banco de España, que está preocupado porque el cliente pueda quedarse desprotegido si no es posible hacer una supervisión adecuada a los nuevos operadores.

Sin embargo, en los principales bancos españoles son conscientes de que ese planteamiento de igualar a todos por arriba no es realista y, además, resulta anacrónico, pues supone un intento de ponerle puertas al campo y de frenar el avance de nuevas formas de prestar servicios financieros que probablemente necesiten para su desarrollo una regulación más flexible.

Desregulación

Así pues, aunque la banca española pida oficialmente una igualación por arriba, lo que en el fondo busca es que su presión acabe provocando una igualación por abajo, es decir, que a los bancos se les permita competir en determinados servicios con las mismas condiciones que las que disfrutan hoy día Google o Facebook.

Mientras eso sucede, bancos como el Santander se preparan para afrontar la amenaza de los GAFA de la mejor manera posible. Y, como contó este domingo Vozpópuli, el plan de Ana Botín pasa por una especie de 'externalización interna': desgajar del negocio tradicional aquellos servicios financieros que ya estén prestando los GAFA con el objetivo de que el Santander también se pueda beneficiar de sus mismas reglas. Es decir, Botín pretende competir de igual a igual con los gigantes estadounidenses sin esperar a que los gobiernos tomen cartas en el asunto. Tiene prisa porque sabe que está en juego la supervivencia de su propia empresa.

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