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Opinión

Pedro y Pablo, una sociedad de bombos mutuos

Pedro y Pablo, una sociedad de bombos mutuos

Los partidos políticos son organizaciones que buscan alcanzar el poder. Sin esa orientación magnética, sin brújula, tienden a desintegrarse. Cuestión diferente es que hagan renuncia completa a la moral de la convicción, es decir de los principios, y que entiendan que sólo en el poder podrán gozar del botín incomparable que depara la victoria. Hans Magnus Enzensberger o Michael Ignatieff explican bien la dureza que impone y el embrutecimiento a que conduce la insoportable la agenda de los políticos y de ahí que, para aventurarse por esa vereda, sea imprescindible poseer una dosis excepcional de ambición. Los partidos se fijan bien en esa cualidad, o perversión, antes de decidir sobre el encumbramiento de sus líderes. Por eso, también se abstienen de pedirles cuentas de sus contradicciones y les conceden indulgencia plenaria, dándolas por bienvenidas siempre que al final amanezca el éxito convertido en cemento adhesivo de unión. 

Casos de ambición dignos de considerar son los de Adolfo Suárez, Felipe González o José María Aznar, pero si tratamos de ambición personal la mayor en la serie de presidentes del Gobierno en los cuarenta años de Constitución es, sin duda, la de Pedro Sánchez. Haber sido despojado de la Secretaría General del PSOE y reducido a cenizas y empezar de cero a bordo de un Peugeot recorriendo España hasta recuperar la posición de partida, acredita una tenacidad fuera de serie que le brindó la oportunidad de tomarse venganza implacable sobre quienes no estuvieron de su parte y creyeron más responsable abstenerse para que pudiera gobernar Mariano Rajoy, líder del PP que había sido el partido más votado en las elecciones del 26 de octubre de 2016 con 137 diputados frente a 85 del PSOE. Entonces la ventaja pepera era de 52 escaños, mayor de la que en sentido inverso han obtenido ahora los socialistas en las elecciones del 10 de noviembre, que se cifra sólo en 32. 

Entre tanto, todo son hitos históricos para sumar experiencia y frescura y ofrecer torneos florales de elogios mutuos de responsabilidad y generosidad

Recordemos que en 2016 Sánchez se encastilló diciéndole a Mariano Rajoy que “no es no y dígame que parte del no es la que no entiende”, mientras que ahora, con menor distancia a su favor, es el candidato pendiente del debate de investidura quien reclama al PP de Casado que se abstenga o le apoye para que pueda formar gobierno. O sea, que Sánchez se declara partidario de la ley del embudo, Vale. Pero también sin un atisbo de lucidez, el nuevo encastillado Pablo Casado se muestra incapaz de entender que si ofreciera sus escaños para la abstención o el “sí” de una gran coalición, a cambio de nada, sólo por impedir que los españoles se conviertan en sonámbulos con el reparto de carteras a los de Podemos y que los independentistas tengan la sartén por el mango, España entera se pondría detrás de él.    

Entre tanto, todo son hitos históricos para sumar experiencia y frescura y ofrecer torneos florales de elogios mutuos de responsabilidad y generosidad y los colegas, que considerábamos competentes, se conforman con dar cuenta del acuerdo de coalición entre PSOE y Podemos recogiendo los encomios del huno al otro y del otro al huno, pasando por alto que los periodistas estuvieron excluidos de la sala. Es decir, que ni siquiera pudieron asistir en calidad de figurantes o formar parte del atrezo como en ocasiones anteriores, donde por supuesto también se eliminaron preguntas siempre molestas e insalubres.  

En cuanto a la Abogacía del Estado, léase con atención el comunicado clarificador de Impulso Ciudadano que denuncia cómo su esperado informe la convierte en defensora del condenado Oriol Junqueras, una prueba más, precisa, de que “la alianza con quienes se proponen derogar la Constitución y destruir nuestro marco de convivencia ha comenzado a devorar las instituciones”. Por eso, piden una reacción democrática del conjunto de la sociedad y, en particular, de los socialistas que aún crean en el Estado de Derecho y en la Constitución. Continuará.

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