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Un enemigo de España

Pedro Sánchez y Pere Aragonés
Pedro Sánchez y Pere Aragonés. EFE

Indignación, rabia, impotencia. Es lo que de nuevo sienten los constitucionalistas catalanes, otra vez a la intemperie, ante la avalancha propagandística que el nacionalismo ha puesto en circulación en las últimas semanas, esta vez en alianza con la armada mediática agrupada en torno al PSOE de Pedro Sánchez y su marca catalana, el PSC. Ríos de tinta, agua a mansalva la que está desfilando bajo los puentes de una engañifa que, en el fondo, casi también en la forma, es la misma que en 2017 acompañó el intento de golpe de Estado perpetrado por el separatismo contra ese gañán sin sangre en las venas llamado Mariano Rajoy. Este nuevo turbión no deja de sorprender en tanto en cuanto las tropas coaligadas han perdido muchos efectivos en los últimos tiempos, por más que sigan controlando al 100% el espacio mediático catalán y en Madrid manejen el aparato del Estado, con su agitprop anexo, a plena satisfacción, aunque lo más llamativo quizá sean las dudas que ha generado entre constitucionalistas con la cabeza bien amueblada, políticos sensatos, columnistas de postín, gente que de repente parece dudar, como dispuesta, dispuestos muchos, a comprar, si no todo, sí buena parte de la mercancía averiada con la que Sánchez y su banda intentan disfrazar ese nuevo insulto a la nación de ciudadanos libres e iguales llamado indulto.

Conviene insistir: no hay nada nuevo. Ninguna posibilidad de reconciliación, de concordia, de acuerdo; ningún volver a empezar con un nacionalismo que no ha cambiado un ápice sus objetivos maximalistas. El separatismo sigue hozando en el barro conceptual y semántico en el que habita desde tiempo inmemorial, del mismo modo que Sánchez sigue prisionero de los compromisos contraídos con quienes el 31 de mayo de 2018 lo elevaron a la presidencia del Gobierno para desgracia de esa realidad de siglos llamada España. El felón siempre pensó que el poder que confiere la presidencia le daría oportunidades sobradas para huir del cepo, escapar del callejón sin salida en el que él mismo se metió al aceptar los apoyos de la anti España. La “operación Illa” ha sido el último, y casi desesperado, intento de librarse del abrazo del oso de sus socios de investidura, la última intentona por recuperar una cierta autonomía. La operación pretendía ocupar la Generalidad con un nuevo tripartito (PSC, ERC y Comunes) presidido por Illa, naturalmente, pero con los socialistas dispuestos a ceder el honor a ERC incluso en el caso de ser ellos la lista más votada. Y a cambio de asegurar a Esquerra el control político de Cataluña para los próximos 20 años, Sánchez pensaba trincar por sus partes a un Junqueras que vendría obligado en Madrid a sostener a su Gobierno hasta el final de la legislatura y lo que venga después.

La operación fracasó porque Illa (hoy apenas una sombra que se pasea por el Parlament como un fantasma) se quedó a mitad de camino. ERC no picó nunca el anzuelo que le lanzaron desde Moncloa y los resultados de las urnas, muy ajustados, negaron a Salvador Illa el protagonismo que pretendía. De modo que es ERC quien en realidad tiene al PSOE y a Sánchez cogidos por salvada sea la parte. Al contrario que su oponente, Junqueras tiene socios bastantes donde elegir para el Gobierno de la Generalidad, tanto desde la vertiente política como de la llamada “agenda social”. Sánchez depende de ERC, pero ERC no necesita a Sánchez, el aprendiz de déspota que tres años después de mayo de 2018 sigue atado al yugo de un partido que le hará sudar tinta a la hora de lograr los apoyos que necesita para seguir en el machito.

España necesita cerrar heridas, tender puentes, pacificar la hoguera encendida por el separatismo, tender una mano a la concordia

Es el fracaso de la “operación Illa” lo que acelera la concesión de los indultos. Porque Pedro no tiene otro cromo que intercambiar con Junqueras que no sean los indultos, una realidad que un día sí y otro también devuelve a este descuidero de la política al punto de partida del 31 de mayo de 2018. Su Sanchidad está obligado a atender las letras de cambio que sus socios le pasan puntualmente a cobro, sin que tenga forma de escapar del cepo, la celada que él mismo se tendió aquel día. Nada parece irle bien. Fracasó lo de Illa, salió como el rosario de la aurora lo de Murcia y ahora corre serio peligro de estrellarse con “lo” de Sevilla. Su margen de maniobra en el Congreso, donde soñaba con arrinconar a la oposición, es prácticamente nulo, y las encuestas parecen empeñadas en demostrarle (los resultados del 4 de mayo en Madrid así lo avalan) que el país no solo no le quiere, sino que mayoritariamente le detesta. Y todo parece indicar que estamos ante un movimiento transversal que ha recalado ya en las propias filas socialistas. Sánchez o el náufrago necesitado de urgente salvavidas.

De modo que todas sus políticas se reducen a conceder al separatismo lo que este le pide. Ningún margen de maniobra. Un hombre esclavo de su ambición. Con todo, él y sus exegetas podían haber planteado la “operación indulto” con cierta delicadeza. Podían haberla presentado al país con otro envoltorio, argumentar que dada la situación por la que atravesamos, la pandemia y sus consecuencias, la situación de la economía, la acumulación de deuda, la avalancha de paro y otras desgracias fáciles de imaginar, España necesita cerrar heridas, tender puentes, pacificar la hoguera encendida por el separatismo, tender una mano a la concordia, no sé, algún discurso algo más creíble, menos mendaz, españoles todos, sabemos que perdonar el golpe de octubre del 17 supondrá para la mayoría de ustedes tragarse un sapo de grandes dimensiones, pero humildemente creemos en la necesidad de ese sacrificio, en la importancia histórica de ese gesto aquí y ahora… Sería una línea argumental débil, pero en cierta medida honesta. Pero no, de nuevo han tirado por el único camino que conocen: el de la mentira, de modo que han hecho algo peor aún: han abrazado la línea argumental del nacionalismo y la han hecho suya, dispuestos a blanquear al separatismo, la cara como el cemento armado, argumentando que Junqueras ha renunciado a la vía unilateral, mostrando como prueba una carta que no dice nada de lo que el Gobierno y Lo País dicen que dice. De nuevo nos toman por tontos. De nuevo traicionan a la nación alineándose con los enemigos de la España constitucional.

Sánchez necesita seguir alimentando a su tropa; necesita dar los indultos para asegurarse un final de legislatura con posibilidades de renovar su poder en las urnas

Asombra la disciplina con la que los medios de comunicación que escoltan al sanchismo defienden que el sapo del indulto, que todo el mundo sabe que es un sapo, es un bocado exquisito con el que los españoles van a disfrutar como nunca. Su ausencia de vergüenza es solo comparable a su falta de pudor. Demasiada gente vive ya de la mamandurria de un Estado y de un sector público capaz de colocar a miles y miles de tragasables dispuestos a decir blanco donde todo es negro. Sánchez necesita seguir alimentando a su tropa; necesita dar los indultos para asegurarse un final de legislatura con posibilidades de renovar su poder en las urnas, una contingencia hoy remota pero que dependerá en buena medida de la llegada del maná europeo en forma de esos 142.000 millones, la mitad de ellos gratis total, con los que espera “comprar” la voluntad de media España, asegurarse el control de la práctica totalidad de los grandes grupos mediáticos y el favor de los amos del Ibex 35, esos señores que de forma vergonzante hoy se pliegan a sus deseos en la esperanza de que el susodicho maná arregle sus cuentas de resultados y eleve la cotización de la acción en bolsa.

Después del indulto vendrán nuevas cesiones en cadena. Está en la condición del nacionalismo, ese ogro insaciable al que hay que alimentar casi a diario para mantenerlo apaciguado. Y está en la condición de un Sánchez prisionero de la moción de censura. Lo ha puesto de manifiesto el documento incautado al ex senador Xavier Vendrell y que hemos conocido esta semana. Nadie puede albergar la menor duda de que sobre esa mesa de diálogo que Sánchez quiere copresidir con Junqueras estará, cual nuevas letras de cambio a pagar sin demora, la amnistía y la celebración de un referéndum de autodeterminación, otro sapo que los Illa, Iceta y Cía. intentarán envolver en el mismo falso papel de regalo con el que hoy disfrazan el indulto, diciendo que será una consulta no vinculante dentro de la Constitución, pero que los separatistas entenderán y publicitarán como lo que quieren que sea: un referéndum de autodeterminación. Eso, y el regreso del prófugo Puigdemont como el héroe que vuelve a Roma tras la conquista de la Galia, algo que ese portento intelectual que responde al nombre de Ione Belarra acaba de adelantar, sin la menor duda con la anuencia de Sánchez, para ir preparando el terreno. 

Sánchez y su banda. Una banda que puede, eso sí, hacer mucho daño a este país si no la desalojamos democráticamente cuanto antes del poder

Y el mismo desprecio, la misma fatal ignorancia, idéntico intencionado olvido el de esos millones de catalanes que no comulgan con el ideario nacionalista y que han sido y son tratados como ciudadanos de segunda en la propia Cataluña por el separatismo y en Madrid por los sucesivos Gobiernos de la democracia. Es evidente que de la “negociación” que Sánchez pretende con el separatismo no saldrá nada. Porque quien negocia es un tipo al que el 4 de mayo Díaz Ayuso extendió el certificado de defunción, y una ERC que el 12 de febrero pasado obtuvo 603.607 votos en las autonómicas catalanas, tras perder el 35,5% del voto logrado en 2017. Aquella cifra representa el 11,1% del censo electoral catalán y apenas el 7,81% de la población total de Cataluña, unos porcentajes con los que no se puede negociar ni la compra de una bolsa de pipas. Se trata simplemente de una sociedad de socorros mutuos entre un Sánchez que, más débil que nunca, necesita de ERC para acabar la legislatura, y una ERC que sabe que jamás volverá a tener al frente del Gobierno a un aventurero tan bien dispuesto a devolverle el favor. Una sociedad que durará el tiempo que a los separatistas (más bildutarras y nacionalistas de derechas vascos) convenga. Sánchez y su banda. Una banda que puede, eso sí, hacer mucho daño a este país si no la desalojamos democráticamente cuanto antes del poder. Por eso hay que manifestarse hoy en la plaza de Colón: para mandar a las sentinas de la historia a los enemigos de España que hoy gobiernan España con Sánchez al frente. Seguimos anclados al 31 de mayo de 2018.

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