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Opinión

Un partido discutido y discutible

Pedro Sánchez.

Aún me sonrío al recordar cómo Margarita Robles, remedo defectuoso de la torva asesora demócrata de The Good Fight, proclamaba ante Antonio G. Ferreras, sumo sacerdote de la entropía española, la necesidad de un gobierno de estabilidad. Por tal entiende la jurista una suerte de alianza de la tiña encabezada por Sánchez y secundada, entre beodas carcajadas a lo filibustero, por Rufián, Tardà, Iglesias, Esteban, Baldoví y Campuzano, un pandemónium de indigencias que no sólo agravará todos los problemas que nos acucian; además, devendrá en caldo de cultivo de nuevas preocupaciones. O, por decirlo a la manera de Rajoy, en abono.

El presidente, una vez más, sacó ayer a pasear su excelso don para la oratoria (“¿Percibe el aroma del absurdo”?) e hizo picadillo a sus oponentes, rozando, en el caso de Ábalos (que llegó a balbucear un insólito ‘yo es que llevo aquí poco tiempo’), ese extremo temerario en que el andrajo inspira lástima. “Ah, si gobernara como discursea”, me decía Espada por el auricular. Pero ése, en efecto, ha sido otro cantar, como la propia moción de censura ha vuelto a poner de manifiesto.

Lo que Rajoy no previó fue la posibilidad de que Sánchez (un cirio a Dios y otro al Diablo) tragaría con los presupuestos y con lo que hiciera falta con tal de tocar poltrona

Precariamente fiado a que el PNV le sirviera de mata en el precipicio, Rajoy no previó la posibilidad de que Sánchez (un cirio a Dios y otro al Diablo) tragaría con los presupuestos y con lo que hiciera falta con tal de tocar poltrona. De lo contrario, no se entiende cómo no renunció al cargo y convocó elecciones de forma inmediata, tal como le había pedido Ciudadanos. Asistiremos, si nada lo remedia, a un bienio informe, con el PSOE entregado a una fase concesiva que incluso podría llevar a su líder, para ir abriendo boca, a abjurar de la calificación de racista a Torra.

En cualquier caso, Ciudadanos no debe temer que el PSOE obtenga rédito alguno de su paso, y nunca mejor dicho, por la Presidencia. Antes al contrario, si en muchos aspectos exhalaba un aire crepuscular, a partir de hoy entra en la categoría de partido ficcional, estadio anterior a la irrelevancia.

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