Opinión

Paradox, presidente

Corrosión de las libertades
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Europa Press


No creo que pueda hallarse mejor referencia a la aventura equinoccial de Sánchez que la que don Pío Baroja antepuso a uno de sus personajes más señeros: Aventuras, inventos y mixtificaciones de Paradox. Cuentos y más cuentos, improvisaciones y arbitrariedades por todo recurso, tentadores cebos en el anzuelo demótico, palo y zanahoria para amigos y enemigos respectivamente. Un personaje, hay que reconocerlo, más que singular, como tantos otros que envilecieron la Historia con sus ansias y mañas. ¿Recuerdan cuando lo presentaron en sociedad tan modoso y recatado aún, han olvidado el rechazo posterior que montaron contra él Susana Díaz y el ahora converso Patxi López -“¡El problema eres tú, Pedro, el problema eres tú!”-, o su posterior y severa rehabilitación? No sé si es cierto que un tonto hace ciento pero, resulta evidente, que un Zapatero puede reencarnarse en un sosia y sobrevivir en el sucesor.

Paradox, presidente: no le cabe mejor traje al consumado mentiroso, al traidor a sí mismo, al liquidador de lo que ni la larga noche de piedra del franquismo pudo liquidar. Pero ¿cuál es la paradoja? Pues la paradoja es que jamás en nuestra crónica democrática hubo un residente con más control de su partido y más cuñas mercenarias manteniéndolo en pie, pero que mandara menos que Sánchez en España y contara con menos respeto en el extranjero. ¿Qué mandara menos un superviviente como él? Pues claro está, ¿o no está a la vista que quien manda aquí no es Sánchez sino el Puigdemont que él ha recreado -el mismo que un su día prometió arrastrar sin contemplaciones ante la Justicia- y si me apuran ese abogado condenado ya por estafa que co-teledirige con mano sigilosa, desde más allá de los Pirineos, lo que Sánchez tiene que hacer y hace en cada momento y lo que no.

Supervive en coma político, jaleado por la fidelidad de una comparsa pacotilla que, llegado el caso, no se lo pensaría dos veces para cambiar de bando agarrada ferozmente a sus respectivas (¡e irrepetibles!) nóminas

A fuerza de aventuras como la del mamoneo con Marruecos, inventos como el “bono” de los peques y mixtificaciones como la que supone mantener que las recomendaciones de su señora a ciertos subvencionados no son tales. Lo que parece mentira es que un tinglado tan frágil como el que, junto a las atomizadas izquierdas populistas, sostienen los mitómanos del PNV y los herederos confesos de ETA apoyados por los golpistas de la secesión catalana, se mantenga en pie y no haya caído aún estrepitosamente, ni siquiera por la acción combinada de esa patulea con el descrédito de su famoso plagio doctoral, la hilarante serie de sus trolas o el estruendo de la corrupción que lo rodea.

Pero ahí está y, según su sonriente portavoz, lo menos para tres años más. Como Paradox, claro, a trancas y barrancas, atenido a su propuesta surreal de una España desgobernada y en trance de caprichosa disolución, surfeando sobre la extraña ola de una sociedad gubernamental desde cuyo seno se elevan a diario voces discrepantes y hasta acusatorias contra su arbitrio, y pendiente del siempre exigente telefonazo de sus socios. La paradoja consiste, hay que recordarlo, en eso mismo: en que mucho poder, mucho baño de maas, mucha vacua locuacidad pero poco poder, es decir, apenas algún gobierno. De él si que se puede decir lo que los suyos dicen del Rey constitucional: que reina pero no gobierna, que está pero no administra, que (él, no el Rey) supervive en coma político, jaleado por la fidelidad de una comparsa pacotilla que, llegado el caso, no se lo pensaría dos veces para cambiar de bando agarrada ferozmente a sus respectivas (¡e irrepetibles!) nóminas.

Un torbellino picaresco

Y bien mirado, qué otra cosa puede hacer un tipo con una mano detrás y otra delante sino tragar y seguir tragando caiga quien caiga. La que podría hacer algo más --vaya usted a saber qué, pero más— es la ciudadanía responsable que, enseguida, se verá de nuevo ante la urna europea, con el voto en la mano, y la mirada perpleja como uno de aquellos forgendros que, junto al caballo de cartón, aparecen en la foto minutera del CIS, con Tezanos ocultando la cabeza en la manga y la mano en el disparador. “¡Miren al pajarito!”.

Gran paradoja el sanchismo, no cabe duda. Un presidente máximamente desacreditado, un torbellino picaresco a su alrededor y por España entera, dos (quizá pronto, tres) comunidades con un pie en el estribo para irse con lo puesto a Mitolandia, el paro a la cabeza de Europa y la deuda impagable… Paradox puro. Tendrán que convenir conmigo que más barojiana no puede ser la cosa.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.