Quantcast

Opinión

Una puñetera locura

'Nadie en el PSOE escucha ya a González'

Sí, eso mismo, 'una puñetera locura' es lo que tiene dicho recientemente Felipe González cuando intenta explicar lo que entiende por este estado de alarma de seis meses que graciosamente nos han regalado. El abuelo cebolleta al que casi nadie escucha en un partido en el que milita pero, eso dice, ya no le representa. 

Si ante los disturbios y saqueos que estamos viendo en Logroño, Burgos y otras partes de España el señor de la Moncloa coloca un tuit en el que habla de “responsabilidad, unidad  y sacrificio”. Sí, lo han leído bien, lo ha escrito el presidente del Gobierno, que acaso no deba saber quién es ese Sánchez que habla de responsabilidad, unidad y sacrificio.  

Si, como asegura la novelista neoyorquina Cyntia Ozick, el verdadero problema no es lo que sucede, sino lo que no está sucediendo.

Si Pablo Casado, ese hombre de mirada limpia que cazcalea y cazcalea para despistar a los suyos y a quienes pueden serlo. Si  se abstiene ante el estado de alarma de seis meses y consagra así su incapacidad para distinguir la equidistancia de la ecuanimidad. 

Otros presidentes europeos

Si hay ya en España más de un millón españoles contagiados y los pelmas de los científicos que, con nombres y apellidos, dan la cara en la radio y la televisión empiezan a hablar de un nuevo colapso en las UCIs.

Si llenamos las terrazas y pensamos que lo que tenga que pasar que pase, e ignoramos que llegan las Navidades más tristes de nuestra vida. ¡Camarero, esta ronda es mía!

Si se ha sentido extraño esta mañana porque ha soñado que era francés o quizá alemán.  Si siente envidia -de la buena y de la mala-, porque Macron y Merkel hablan a su pueblo con el respeto que merecen las personas adultas.

Si no sabe qué cosa es sentir que la nave que zozobra tenga un piloto que la maneja, aunque no haya elegido a ese piloto que lee las cartas y maneja el timón.

Seis meses sin Parlamento

Si no le han dicho todavía que ha de prepararse para una nueva reclusión domiciliaria que el Gobierno despachará con un nuevo decreto y que un Congreso lleno de rábulas, pastueños y bobalicones, apoyará junto a una nueva abstención del PP. 

Si no sabe, si no le han contado; si le da igual que va a vivir durante seis meses en un periodo de excepcionalidad constitucional en el que el Parlamento de España dejará de existir, controlar y legislar.

Si ante su mirada, cansada y quizá consentidora, han y hemos convertido España en una suerte de palé de políticos chovinistas y dicharacheros, cada uno con su forma y manera de entender el virus, el mismo que nos mata y enferma en Bilbao que Ceuta; en Valdemoro que en Huete.

Si una situación como esta encuentra alivio -¿informativo?- en las televisiones a base de programas zafios cuya ordinariez mantiene a millones de personas frente a la pantalla, bien se trate del lío de faldas de un famoso ágrafo y paleto, bien ante las lágrimas de esa chica que llaman la viuda negra de Patraix. Teles que no enseñan un féretro, una familia destrozada, la pena y el desastre que trae el coronavirus. Si quizá mostrar lo que sucede y pasa ya no es periodismo… 

Horizonte económico

Si a la sociedad española la han catalanizado hasta la extenuación y empezamos a evitar la política en charlas y sobremesas. ¡Lo consiguieron!

Si el país se va por el sumidero, camino de la mierda y la ruina, ante la circunspecta mirada de ese hombre de cálculos que vive en La Moncloa; ese mismo que se ha instalado en la más brumosa ilegalidad al delegar el estado de alarma en las autonomías, pero quizá crea que cosas así son propias de los tertulianos, mayormente fascistas y de derechas que por tantos sitios predican.   

Si el último informe del Banco de España afirma, con su habitual prosa fría y distante, que harán falta grandes esfuerzos para volver a la etapa anterior a la pandemia, pero cree que serán otros los que tendrán que hacerlo y no usted que tiene trabajo, casa, coche…Una posición. 

Aquellos que dicen dedicarse a la política aprovechan para tocarse los sueldos en tiempos de Ertes, desempelo, rebajas salariales, despidos

Si no sabemos qué es mejor, que Sánchez haga o deje de hacer, que ya decía Pascal, y suele recordar Luis Landero, que todos los males del hombre vienen porque no sabe estarse quieto.

Si la trapacería es la norma, y aquellos que dicen dedicarse a la política aprovechan para tocarse los sueldos en tiempos de Ertes, desempleo, rebajas salariales y despidos cubiertos o encubiertos.

Si un César despótico le gobierna y usted no lo sabe; si este Pedro Navaja nuestro que se mueve ante nosotros “con ese tumbao que tienen los guapos al caminar” tiene por delante seis meses con los tribunales de perfil, pero usted cree que son exageraciones, y en todo caso no hay mal que por bien no venga. 

Si, aunque ya nadie lea a Unamuno,  está hasta los mismísimos de los “hunos y los hotros”.

Si la confusión es tan grande que ha descubierto que tiene más fe en Europa que en España, su país, su patria, nación, que eso depende del día, vaya. 

Si la radio le habla de la movilidad restringida y usted no quiere enterarse de que eso es un toque de queda en toda regla

Si escucha la palabra “cogobernanza” y sigue dando sorbitos al vino que le han puesto en la mesa; si la radio le habla de la movilidad restringida y usted no quiere enterarse de que eso es un toque de queda en toda regla.

Si llegado a este punto; si ha conseguido llegar hasta el final sin interrogarse y preguntarse por usted mismo. Si me hiciera caso y sacara de su estantería el oxidado diccionario de la RAE, y va a la letra “C”, y busca la palabra Ciudadano, y lee: Persona considerada como miembro activo de un Estado. Persona titular de derechos políticos y sometida a sus leyes. 

Y si después se va a la “S” y pasa las páginas hasta encontrar la entrada “Súbdito”, y lee: Sujeto a la autoridad de un superior con obligación de obedecerle. 

Un golpe de tristeza

Y si después no ha sentido cómo le recorre un escalofrío de la cabeza a la punta de su pie, entonces quede tranquilo y en paz. Nunca como ahora tuvo lo que mereció. No es una crítica, sólo un golpe de tristeza y desesperación.  

Pero recuerde una vez más que el verdadero problema no es lo que sucede, sino lo que no está sucediendo.  Que sea una novelista y además de Nueva York quien lo diga es lo de menos cuando se trata de la verdad. Precisamente de eso. Y de nada más.  

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.