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Opinión

Pablo el prudente, Casado el rencoroso

Los efectos de la mentira son minúsculos con aquellos que se empeñan en engañarse a sí mismo. Son tan devastadores que terminan en el olvido

El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo y el presidente del PP, Pablo Casado

El rencor, cuando viene en compañía de la incompetencia, se torna en melancolía, y esa melancolía suele terminar en frustración, y de la frustración a la soberbia sólo hay uno paso. O quizá sólo un viaje de Madrid a Paris, el sitio en el que se reunieron los populares europeos el jueves pasado y el lugar elegido por Pablo casado para despedirse como presidente del PP.

Instalado en la soberbia después de pagar peaje en el fielato de la frustración y el desencanto, así debe sentirse hoy Pablo Casado, un hombre solitario y de mirada perdida que aún sigue preguntándose qué fue lo que hizo mal. Yo no he hecho nada para que me echen, le dijo a uno que pasaba por su despacho.

Tenía de él una idea mejor. Pensaba que se conocía, que no tenía que estudiar otra vez lo que los griegos pusieron en el pórtico del templo de Apolo en Delfos: Conócete a ti mismo. Es una pena que Casado después del fracaso deje pasar esta oportunidad para conocerse algo mejor. En realidad, es bastante fácil entender lo ocurrido, tanto que sin querer, él mismo lo fue pregonando: lo echaron por no hacer nada.

Lo que va de liderar a mandar

Hoy creo que le faltó carácter y determinación. Nunca supo hacer suyo el éxito de los demás, y eso lo envenenó. La presencia del lanzador de huesos murciano era anecdótica, por muy mal que cayera en el partido. Cuando se tiene el poder, todo el poder, el segundo es sólo eso, el segundo. Y si el que manda quiere, es poco más que una anécdota útil para los trabajos ingratos que el líder no quiere hacer. Por cierto, me cuentan que en la entrevista de la COPE en la que Casado se suicidó con Carlos Herrera de testigo, estaba preparada para García Egea, pero que a última hora decidió ser él que fuera a la radio. Dejadme sólo, tuvo que pensar. Y, claro, lo dejaron. Y el toro se llevó por delante un bulto que ya empezaba a ser sospechoso. Y salió del estudio de la radio más solo de lo que entró. Lo peor de la soledad en política es que inevitablemente. siempre trae un cara a cara con uno mismo.

Y Casado se fue a Versalles…

No se entiende a qué fue el jueves a Paris. En esa cumbre de conservadores europeos hubiera bastado con decir adiós para despedirse de sus compañeros, para anunciar que no se presentaría más a liderar el PP sin necesidad de que dijera la verdad: que lo acababan de defenestrar. Pero le salió de dentro el político avieso que no conocimos los meses que estuvo al frente del PP. Imposible entender cómo se desaprovecha una oportunidad como la de Versalles para quedar como un caballero, condición esta que ha desaparecido de la política española.

Lejos de eso, Casado sacó pecho porque él nunca tuvo que pactar con Vox, pero no les dijo a los suyos que durante ese tiempo Vox no dejó de crecer a base de llevarse votantes del PP. En París se mostró como el muro de contención contra la extrema derecha, pero no dijo que fue su idea y la de su diletante segundo Teodoro García Egea al adelantar las elecciones de Castilla y León la que ha sentado a Vox en un Gobierno en el que hace poco estaba Ciudadanos.

Los efectos de la mentira son minúsculos con aquellos que se empeñan en engañarse a sí mismo. Son tan devastadores que terminan en el olvido. Instalados en ese rincón de nuestra reciente historia en la que la actualidad almacena a tantos juguetes rotos que llamaron a la puerta de la nueva política: Albert Rivera, Pablo Iglesias y Pablo Casado. Tres nuevos políticos con los viejos vicios de la política de siempre: la soberbia. Y, claro, lo propio del soberbio es morir matando. Quién le iba a decir a él, que no fue capaz de sosegar al zascandil que tuvo por segundo, que iba sacar carácter para complicar la llegada de Núñez Feijóo.

Casado y Egea, dos comodines para Abascal

La realidad es que Vox está en el Gobierno de Mañueco por culpa de Casado y Egea. Con razón quiso viajar sólo a París, sin nadie de su equipo que escuchara y diera fe del disparate. Para decir lo que dijo no quería testigos que pudieran sonrojarse al escuchar las mentiras que hicieron que el presidente del PP europeo calificara de capitulación el pacto alcanzado en Valladolid: "Espero que sea sólo un accidente", decía Donald Tusk, uno que está en campaña y que le viene de perlas la confesión de Casado. Qué curiosas las palabras de Tusk porque, hablando de accidentes, ya hay tiempo suficiente para confirmar que el único accidente dentro del PP ha sido Pablo Casado.

Antes de recoger sus cosas del despacho que se lleve las últimas encuestas a su casa. Que vea como estaba VOX cuando llegó y dónde esta ahora en su marcha. Sí, eso si que es un verdadero accidente para el PP.

Mucha incompetencia, algo de envidia

Alberto Núñez Feijóo llega a la presidencia del PP con 60 años, es un político maduro, experimentado. Sabe lo que es manejar las cuentas de dos empresas públicas, Correos y el antiguo Insalud. Ha hecho cuatro presupuestos para Galicia, cuyas elecciones ganó por mayoría absoluta otras tantas veces. Cómo no va a sentir frustración Casado ante semejante biografía. En este sentido -ojo a la ironía-, el político gallego recuerda carreras políticas como la de Pedro Sánchez, Ione Belarra o Irene Montero, los tres muy preocupados porque el nuevo PP pueda sumar con Vox. El tiempo dirá lo que ha de pasar.

Por de pronto, Sánchez ya sabe que su oponente es un hombre sin complejos, armado de razones y bien articulado en sus convicciones. Sabe que los votos de Vox un día fueron del PP y que debe trabajar y legítimamente aspirar a que vuelvan. Normal. Y sabe que, a diferencia del PSOE, si pacta con los de Abascal no lo estará haciendo con aquellos que homenajean a etarras o pretenden romper la unidad de España; tampoco con los que se niegan a cumplir las leyes, y menos con los que atacan al Rey. Cada vez que Sánchez hable de los peligros de que la extrema derecha entre en gobiernos del PP, que alguien saque la foto de Adriana Lastra y Rafael Simancas con los de EH Bildu el día que firmaron el acuerdo de la reforma laboral. O el día aquel en el Senado en el que el presidente Sánchez daba a los batasunos el pésame porque un preso terrorista se había suicidado. O el indulto a Junqueras. Les queda mucho camino a los de VOX para igualar la indignidad del PSOE a la hora de acumular poder pactando con lo peor de España. Eso que proclama la prensa afecta al sanchismo- ¡cuidado que vienen los de VOX!- es nada si uno no olvida que Belarra, Montero, Garzón, Echenique, Otegi y Rufián, ya están ahí. Unos sentados en el Gabinete ministerial, otros apoyando, y todos haciendo que Sánchez se mantenga.

No anima mucho el panorama, la verdad. Saben aquel que se encuentran dos judíos por la calle: "Oye, ¿y tú cómo estás?" Y el otro, después de pensarlo un poco responde: "Estupendamente bien porque siempre podría estar peor". Por momentos y según el día se siente uno como el judío del chiste. No digo más.

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