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Opinión

Pablo Casado y el lastre

Mariano Rajoy y Pablo Casado en una imagen de archivo

Hace tres años y dos meses que el Partido Popular certificaba oficialmente que se disponía a tocar fondo con riesgo de aplastamiento. Les ocurre a los submarinos cuando a determinada profundidad colapsan las corazas. En las elecciones catalanas del 21 de diciembre de 2017, convocadas desde La Moncloa con el botón del 155, el partido en el Gobierno de España obtenía menos del 5% de los votos y 4 escaños de los 135 en disputa, perdiendo 7 de los 11 conseguidos en 2015. La victoria de Ciudadanos abría la puerta a una sustitución del Partido Popular por la formación de Albert Rivera. O por lo menos así leyó los resultados su líder que, empujado por encuestas que pronosticaban un primer puesto en las elecciones generales, abandonó al Gobierno de Rajoy en algunas votaciones para que quedara clara la soledad del PP.

El final es conocido. Rajoy cayó en el corto plazo, tras la sentencia de la Gürtel, y Rivera, un año y medio después. El PP sigue con vida y Ciudadanos empieza a dar señales inequívocas de final. Aquellos 4 escaños del PP no provocaron ninguna zozobra interna en el partido que hoy preside Pablo Casado. Más bien al contrario. Los que ahora muestran ante la opinión pública sus diferencias o críticas a la actual dirección del PP, entonces callaron. Como hacían siempre, porque con Rajoy o no se atrevían o preferían dejarse llevar por la quietud. El hundimiento del PP se aceleró con el desastre en las autonómicas de Cataluña. Tras atreverse a destituir a un Gobierno y cerrar un Parlamento regional sublevados, desaprovecharon todo el caudal político del constitucionalismo. Desde el discurso del Rey hasta las manifestaciones que inundaron Barcelona tras el golpe sedicioso. Aquella energía en defensa del 78 se ha volatilizado.

Si Pablo Casado obtiene 4 escaños como Rajoy, y por lo tanto Vox consigue mejor resultado que el PP, empezarán a mover su silla con control remoto. El resultado de abril de 2019, los 66 escaños con Ciudadanos ganando al PP en Madrid, no solo debe apuntarse en el debe de Casado. El PP ya estaba tocado y hundido desde las autonómicas del 2017, ganadas por Inés Arrimadas, por cierto, para nada. En general, los dirigentes que se llaman “moderados” en el PP permanecieron callados mientras la evidencia de los hechos, incluidas las generales de 2015 y 2016, mandaba a su partido camino de la profundidad de aplastamiento. Ahora le dicen a Casado lo que debe o no hacer. E incluso los ataques públicos, el de Núñez Feijóo ha sido nítido, contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, tienen al máximo dirigente del Partido Popular como destinatario final.

Hay dirigentes del PP que creen que por estarse quietos les va a ir mejor y que conviene no llamar la atención. Puro marianismo: si no sabes dónde ir, quédate donde estás

Isabel Díaz Ayuso, apuesta personal de Casado, gobierna con el poder cogido con alfileres y las mismas dificultades o más que el resto de los presidentes autonómicos frente al drama de una pandemia en cambio constante. Hay dirigentes del PP que creen que por estarse quietos les va a ir mejor y que conviene no llamar la atención. Puro marianismo: si no sabes dónde ir, quédate donde estás. El 1 de febrero se ha inaugurado en Sevilla la reforma parcial del antiguo Hospital Militar, llamado Vigil de Quiñones en memoria del médico que curó a los enfermos de beriberi en el sitio de Baler, en Filipinas. En seis meses la Junta de Andalucía ha rehabilitado siete de las trece plantas de un inmueble traspasado por el Ministerio de Defensa en 2004 y que el anterior Gobierno regional socialista abandonó. Tras medio año de obras, como en Madrid, es una instalación temática, de emergencias para el COVID, a imagen y semejanza que el saboteado y vilipendiado Enfermera Isabel Zendal construido por el Gobierno de Ayuso. ¿Los críticos con la reforma del hospital sevillano, la izquierda política y sindical andaluzas, han sido más benévolos con Moreno Bonilla porque se le considera del sector moderado del PP? No parece que haya sido así.

La moción de censura presentada por Vox contra Pedro Sánchez midió a Casado. De la misma forma que el trámite parlamentario del decreto de los fondos europeos, votado sin incluir el informe del Consejo de Estado, llevó a la abstención al partido de Santiago Abascal al creer que el PP votaría sí y que por lo tanto tocaba diferenciarse. Vox defendió con vehemencia la llegada de los fondos, pero se abstuvo. No votaron que sí a pesar de lo bien que les parece que Moncloa maneje 140.000 millones a discreción.

Bárcenas dice ser de un tiempo en el que “todo valía”. Hasta él llegó a ser tesorero del PP. En estas horas, y después de conocerse su escrito a la Fiscalía Anticorrupción, a veces, ha parecido que ni siquiera había pandemia

Sánchez y Vox no quieren espacio para la reconstrucción del PP. El elogio de Sánchez a Abascal y a la vez su rudeza con Casado, los ataques de García-Page a Díaz Ayuso e incluso las sorprendentes palabras de Núñez Feijóo junto con la posibilidad de que el PP sea superado o no por Vox en Cataluña permiten elaborar un cuadro con distintos matices al de hace unos meses, cuando el consenso generalizado auguraba una larga presidencia a Sánchez por incomparecencia de la alternativa. A Pablo Casado todavía le queda lejos la superficie. Le dejaron la nave muy abajo. Demasiada zozobra y turbulencia para tan poco tiempo al frente del PP.

De inmediato, examen de reválida en Cataluña, donde el PP de Rajoy aceleró su hundimiento hace cuatro años. Por si le faltaba alguien más en la escena, se le aparece Bárcenas, agitando un pasado contabilizado en B. Una pesada manta cargada de lastre que pone muy difícil salir a flote. Bárcenas dice ser de un tiempo en el que “todo valía”. Hasta él llegó a ser tesorero del PP. En estas horas, y después de conocerse su escrito dirigido a la Fiscalía Anticorrupción, a veces, ha parecido que ni siquiera había pandemia.

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