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Opinión

La otra gripe china

El Gobierno de Xi Jinping ha prometido encarrilar de nuevo la economía, pero sin abandonar su política de covid cero. Ambas cosas son incompatibles

Personas cruzando por un paso de cebra en China

Tocada de lleno por la política de covid cero, la economía china enfrenta un período de crecimiento mucho más lento del previsto. Casi nadie se atreve a hablar de recesión, pero, en un país como China, crecer por debajo del 5 o el 6% es lo más parecido a una recesión que podemos encontrar. Técnicamente una recesión significa dos trimestres consecutivos de contracción del PIB. Eso no se ha producido en China y es poco probable que suceda. El Gobierno tiene muchas formas de impulsar el crecimiento y colocarlo por encima del de EEUU o Europa. Todas esas formas pasan por disparar el gasto público y fomentar así el consumo interno.

Pero las condiciones subyacentes, que han ido a peor tras las últimas restricciones a causa de la ola ómicron en Shanghái y en otras ciudades, se parecen cada vez más una recesión, algo que China no ha experimentado en casi medio siglo. La última vez que la economía china decreció fue en 1976, año de la muerte de Mao Zedong. Desde entonces ha crecido, por lo general de forma fulgurante hasta convertirse en la segunda economía mundial. Durante los años 80, 90 y la primera década del siglo casi todos los años se apuntaba un crecimiento de dos dígitos. Fue a partir de 2012 cuando el crecimiento anual bajó del 8% y ahí se quedó promediando un 7% hasta la llegada de la pandemia en 2020. Ese año, cuando la economía de prácticamente todos los países del mundo se desplomó, el PIB chino creció un 2,2%. Era poco, poquísimo, al menos para los estándares chinos de crecimiento, pero tratándose del año de la pandemia parecía casi milagroso.

El año pasado, ya en plena recuperación postpandémica el PIB chino creció con fuerza, no sobrepasó el 10% como algunos analistas habían apuntado, pero se quedó cerca, en el 8,1%. La economía china no crecía por encima del 8% desde 2011, cuando, en plena crisis de la eurozona, se apuntó un incremento del 9,6%. Aquellos eran otros tiempos. Para evitar verse contagiado por la crisis internacional el Gobierno chino, en aquel entonces presidido por Hu Jintao, dobló la apuesta y tiró de gasto público poniendo en marcha todo tipo de inversiones en infraestructuras y nuevas ciudades. Esos nuevos desarrollos urbanos tenían que llenarse de casas, y eso mismo es lo que sucedió. Así que, aparte de gasto público a raudales para capear la gripe que aquejaba a la economía mundial, dentro de China se abrió la espita del crédito a particulares y empresas.

Los más pesimistas aseguran que China ha gripado, pero que sus gobernantes no quieren reconocerlo por el coste que les supondría

De aquellos barros, estos lodos. La confianza empresarial ha caído. Las importaciones se han derrumbado y los chinos ahorran más. El sábado pasado, el índice PMI mostró una contracción en el sector industrial y en el de servicios. Ya van dos meses consecutivos y hoy se encuentran en su nivel más bajo desde que comenzó la pandemia allá por principios de 2020. Los más pesimistas aseguran que China ha gripado, pero que sus gobernantes no quieren reconocerlo por el coste que les supondría.

Veamos algunos datos que nos permiten hacernos una idea general. La producción de cemento a mediados de abril estuvo en el 40% de la capacidad total que tiene el país. Los pedidos de smartphones cayeron un 18% respecto al año anterior en el primer trimestre. La venta de excavadoras dentro de China se redujo un 61 % en abril en comparación con el año anterior. La venta de vehículos en China decreció un 11,7% en el marzo respecto al año anterior, algunas marcas como Ford han visto sus ventas descender casi un 20% durante el primer trimestre del año.

Los problemas de China van más allá de los últimos confinamientos. Las consecuencias de la guerra en Ucrania han elevado los costes de las empresas y han contribuido a disminuir la demanda extranjera de sus exportaciones. Las regulaciones en materia energética han afectado a sectores de alto crecimiento como el tecnológico. Los bienes raíces, un motor fundamental de la economía china, se desplomaron el año pasado cuando promotores como Evergrande se vinieron abajo. Llovía sobre mojado, la venta de viviendas ya se había enfriado mucho antes tal de que Evergrande diese el aviso.

Los exportadores de materias primas como los de Hispanoamérica o África, muy dependientes del mercado chino, ven como los pedidos de hierro o productos agrícolas son menores que hace un año

Cualquier desaceleración en China se sentirá a nivel mundial. Es un motor importante que deflacta los precios de un sinnúmero de bienes. Justo lo que el mundo necesita ahora. EEUU y Europa se encuentran al borde de la recesión. La economía estadounidense se contrajo a una 1,4% en el primer trimestre y las economías europeas contienen la respiración por lo de Ucrania y enfrentan una inflación desconocida desde hace décadas. Pero esto no sólo afecta a Europa y EEUU. Los exportadores de componentes y maquinaria a China, países cercanos como Taiwán, Corea del Sur o Japón ya lo están notando. Los exportadores de materias primas como los de Hispanoamérica o África, muy dependientes del mercado chino, ven como los pedidos de hierro o productos agrícolas son menores que hace un año.

Podríamos pensar que esto es algo puramente coyuntural y que en cuestión de unas pocas semanas todo volverá a la normalidad, pero no tiene por qué ser así. Los confinamientos y todas las restricciones decretadas por el Gobierno han paralizado las cadenas de suministro y han mantenido a muchos consumidores en su casa. En Shanghai los casos parecen estar bajando, pero han subido en Pekín por lo que esto puede alargarse muchísimo provocando un daño muy grande a las empresas.

China está llena de empresas medianas que exportan buena parte de su producción a Occidente o al tercer mundo. Son por lo tanto muy sensibles a las oscilaciones de la demanda en todo el mundo. Sumémosle a eso precios más altos de las materias primas como el cobre, el acero o el aluminio, cuellos de botella en los puertos por falta de buques portacontenedores y trabajadores en cuarentena. Tantas maldiciones juntas machacan los márgenes de cualquier empresa. Pueden, como están haciendo algunas, recortar la semana laboral, pero eso supondrá menores salarios. Pueden también no contratar nuevos empleados. Eso mismo es lo que está sucediendo ahora.

Más de 10 millones de estudiantes universitarios se graduarán este año, todo un récord para China, pero no están seguros de que vaya a haber un empleo para todos ellos

El desempleo en las 30 ciudades más grandes de China ha superado el nivel que alcanzó cuando se confinó Wuhan en 2020. El desempleo juvenil ha sobrepasado el 16% según datos oficiales y podría seguir aumentando. Más de 10 millones de estudiantes universitarios se graduarán este año, todo un récord para China, pero no están seguros de que vaya a haber un empleo para todos ellos, al menos el tipo de empleo que esperan como graduados universitarios. Otro indicador que nos permite hacernos una idea de la situación es que aproximadamente un tercio de los 300 millones de trabajadores migrantes que hay en el país no han regresado a las ciudades en las que trabajaban tras las festividades de año nuevo, que este año cayó el 1 de febrero.

Resumiendo, que la economía de China está en la peor forma de los últimos 30 años y, como no podía ser de otra manera, el descontento también está en su punto más alto de los últimos 30 años. Una demanda más débil en China podría tener, eso sí, un aspecto positivo si se traduce en una presión inflacionaria reducida para el resto del mundo. Si los chinos demandan menos petróleo y otras materias primas éstos moderarán su precio. Pero esa ventaja no compensa el impacto -también inflacionario- de las interrupciones en la producción y los problemas la cadena de suministro que están restringiendo su capacidad para suministrar bienes al resto mundo. Si eso continúa, podría contribuir a la tan temida combinación de crecimiento anémico y alta inflación conocida como estanflación.

Dentro de China puede tener derivadas políticas. El Gobierno ha prometido encarrilar de nuevo la economía, pero sin abandonar su política de covid cero. Ambas cosas son incompatibles. Xi Jinping, por su parte, aspira a un tercer mandato en el congreso del partido que se celebrará a final de año. Como la cosa le urge ha anunciado nuevas y millonarias inversiones en infraestructuras. Una receta conocida que sólo podrá llevar a término mediante endeudamiento, algo de lo que quería huir hace solo tres años. Trata, como con lo del covid, de soplar y sorber a la vez. No podrá hacer esas dos cosas a un tiempo. Tan sólo nos queda saber por cuál de ellas se decantará.

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