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Opinión

Oriente Medio: la guerra inadvertida

¿Cómo solucionar el problema sirio?

Oriente Medio es un avispero y todos los días nos llegan noticias de la región que nos inquietan y atemorizan. Protestas masivas sembradas de muertos contra el gobierno en Irak y Líbano, atentados atroces de extremistas contra la población civil, revueltas populares cruelmente sofocadas en Irán, ataques con misiles contra Israel, destrucción de instalaciones petrolíferas vitales en Arabia Saudita mediante drones altamente sofisticados, matanzas en Yemen, captura de buques cisterna por fuerzas iraníes en el Golfo… Es tal el alud de sucesos sangrientos y de despliegue de violencia que sacuden las pantallas de nuestros televisores con repetitiva cotidianeidad que nuestras conciencias se anestesian y ya hemos incorporado al paisaje global en el que nos movemos la inestabilidad permanente, la destrucción incesante y la pérdida continua de vidas humanas que caracteriza la vida diaria de aquellas torturadas tierras desde hace décadas.

La fragmentación de los conflictos, la complejidad del escenario y el gran número y la heterogeneidad de los actores presentes impide trazar un cuadro coherente que permita identificar causas y efectos, a la vez que resulta extremadamente difícil diseñar una estrategia eficaz y consistente para la Unión Europea más allá de la diplomacia blanda y los intentos infructuosos de contribuir a la pacificación de lo que aparece ante nuestros ojos como un laberinto incomprensible e imprevisible de conflictos religiosos, odios atávicos, fanatismos desatados y lucha por la hegemonía en el mundo islámico.

Sin embargo, en medio de tanta confusión existe un hilo conductor que explica en buena medida el desarrollo de los acontecimientos y que, debidamente entendido, debiera inspirar la política europea en esta etapa en que una nueva Comisión y un nuevo Alto Representante para la PESC se disponen a iniciar su andadura. La clave de una situación tan embrollada e intratable se encuentra en el plan a largo plazo, tan inteligente como implacable, del régimen teocrático de Irán para conseguir el dominio del vasto espacio que va desde el Caspio y el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo Oriental, con derivaciones en el Norte de África e incluso en el Mediterráneo Occidental. Esta zona no sólo alberga inmensas riquezas en fuentes de energía, sino que es la vía de transporte imprescindible de esos recursos hacia el resto del planeta.

En esta pugna por hacerse con el control físico y espiritual de Oriente Medio, los ayatolás iranís encuentran dos obstáculos formidables, Israel y las monarquías del Golfo, a las que consideran y tratan como sus principales enemigos. La caída del Sha y la llegada de Jomeiny al poder en 1979 cambiaron por completo el panorama en la región y marcaron el comienzo de una guerra que, enmascarada por motivaciones diversas y realizada en diferentes fases y lugares, ha sido alimentada sin interrupción por la voluntad expansionista del fundamentalismo chiita que rige la antigua Persia y que explica los estallidos de violencia yihadista, tanto sunita como chiita, en un vaivén mortífero de acción-reacción.

Las maniobras de la Unión Europea para neutralizar esta amenaza iraní han oscilado entre lo inútil y lo patético

No hay que olvidar que este propósito de extender esta versión del Islam hasta imponerlo en todo el orbe musulmán está consagrado en la actual Constitución de Irán como un principio básico e irrenunciable. De ahí el ingente esfuerzo financiero, político y bélico que realiza Irán mediante el contingente Al Quds, la rama de proyección exterior de la Guardia Revolucionaria, así como a través de Hezbollah y otras muchas milicias paramilitares en Siria, Irak, Yemen, Somalia y otros puntos calientes de una guerra múltiple y pertinaz. En repetidas ocasiones, los altos mandos de los Pasdaran se han vanagloriado de controlar cuatro capitales, Damasco, Bagdad, Sanaa y Beirut, y no lo hacen a humo de pajas.

Frente a esta ofensiva perfectamente concebida, extendida en el tiempo y multiplicada en la geografía, de la teocracia iraní, las maniobras de la Unión Europea para neutralizar esta amenaza han oscilado entre lo inútil y lo patético. Basta ver la utilización artera que está haciendo Irán del acuerdo nuclear, el agonizante JCPOA, para seguir adelante con su programa de misiles balísticos susceptibles de transportar ojivas atómicas, de modernización de centrifugadoras para enriquecimiento de uranio y de incremento de la brutal represión de su propio pueblo, por no hablar del ridículo de la última gestión del presidente Macron en Biarritz, donde los representantes iranís le tomaron el pelo sin ningún disimulo.

Urge una reorientación drástica de la estrategia europea respecto al régimen iraní, que debe pasar del apaciguamiento y las concesiones a la firme presión en los campos político, diplomático y económico, alineándose con nuestro principal aliado, los Estados Unidos, que por primera vez en largo tiempo han captado la verdadera naturaleza del problema y actúan en consecuencia. En Oriente Medio hay una guerra y es también contra nosotros. Ya es hora de que nos enteremos y nos defendamos con decisión antes de que sea demasiado tarde.

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