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Opinión

Jo sóc poble

El presidente de la Generalitat, Quim Torra.

Tenía que suceder. Los CDR a los que instaba que apretasen, lo han apretado a él. Y Quim Torra se ha puesto estupendísimo proclamando “Jo sóc poble”, yo soy pueblo.

Qué poco acostumbrados están estos héroes de baratija a que les increpen, a que les lleven la contraria. Los sacas de los paseos triunfales en manifestaciones pagadas por todos o los masajes de TV3 y se encuentran perdidísimos. No los criaron para las vicisitudes de la vida ni para enfrentarse a las adversidades. Su mundo pujolista está hecho de algodón de azúcar subvencionado y caramelos envueltos en nombramientos del DOG. De ahí que cualquier piedrecita en el zapato les parezca la roca de Sísifo. A Torra le sucedió el otro día en Sabadell cuando un grupito de los CDR, a los que tanto quiere y tanto debe, cual folclórica, le increpó duramente. Cuidado, decimos duramente porque sabemos lo que le duele a Torra que sus queridos companys le afeen la conducta, ya que el hombre se ve a sí mismo como una mezcla de Bolívar, Che Guevara, De Gaulle y la Pimpinela Escarlata. Nadie le faltó el respeto ni le insultó, nadie le amenazó de muerte o le intimidó físicamente, faltaría más. En suma, no tuvo que sufrir – conste que no se lo deseo a nadie - lo que tenemos que aguantar a diario los que defendemos la constitución y la democracia. A él, simplemente, le negaron esa condición de héroe de la revolución amarilla que se ha auto otorgado. Y, claro, como decía La Bombi, eso duele.

Su mundo pujolista está hecho de algodón de azúcar subvencionado y caramelos envueltos en nombramientos del DOG

Los radicalísimos le echaban en cara que, mientras ellos ponían lazos, los Mossos los retiraban y que, aunque prometió aplicar la república por todos los medios pesara a quien pesara, no ha hecho nada en ese sentido. Digamos, tangencialmente, que llevan toda la razón. Uno de los manifestantes, jovencito, modosito, con tono educado pero cargado de una mala bajandí tremenda, digámoslo todo, le soltó “President, si no va a implementar la república, apártese”. Tracatrá. Tocado y hundido. A Torra un color se le iba y otro se le venía. Intentó adoctrinarlos con esa voz de cura que aconseja a una viuda que teste en favor de la parroquia, pero sus intentos no prosperaron. Y eso que el hombre apeló a la unidad, aludiendo en tonos casi apocalípticos respecto a que el momento era complicadísimo. Sacó a relucir el juicio, los presos, los exiliados. En fin, exhibió toda la artillería, intentando incluso estrechar manos y compadrear utilizando el término companys, pero aquellos CDR venían muy resabiados de sus casas y no le hicieron ni puñetero caso, no le dieron la mano y le dijeron que de companys, nada. Torra, en un último esfuerzo para ganárselos, les dejó caer que podían verse un día y hablar. La vieja táctica del “a ver si quedamos un día y tomamos unas copas”. Cero. Nada. Tuvo que volver a escuchar la retahíla de reproches: “El conseller Buch nos reprime y los Mossos están repletos de infiltrados que llegaron con el 155”. “Apretarem, President, apretarem”, decían mientras Torra pasaba las del Beri.

Al final, salió el Torra autoritario, el que esconde tras su mirada de miope y su cara de escritor costumbrista, el que se sabe de memoria todas las obras de Xammar, de Passarell, el que se camufla detrás de Pompeu Fabra para luego soltar que los españoles tenemos una tara en el ADN y somos unas bestias. Ese Torra que yo no conocí ni vi durante el tiempo en el que nos tratamos y que ahora me horroriza. Ese, para mí, desconocido, dijo con un tono totalmente distinto que tenía una trayectoria, que había sido presidente de Ómnium y editor, rematando la frase con un seco “Yo soy pueblo”. Fue más lejos, añadiendo que como presidente se merecía un respeto. Ah, caramba, le llevan la contraria y tira de galones. Me gustaría saber que diría si, como les pasa a los diputados de la oposición bastante a menudo, tuviera que salir del parlament entre gritos, amenazas y escupitajos.

Al final, salió el Torra autoritario, el que esconde tras su mirada de miope y su cara de escritor costumbrista, el que se sabe de memoria todas las obras de Xammar

La pancarta del CDR sabadellense rezaba “Implementad o dimitid” y eso es lo que le ha tocado el perejil a Torra. Sabe que lo suyo es paripé, pantomima, y que aquí no se implementa nada por la sencilla razón de que en tu cama duermes mucho mejor que en la cárcel y que en ningún sitio se come mejor que en casa.

Que siete Consellers, siete, estén a punto de dimitir hace semanas o que nadie secunde el gran golpe de efecto que Torra está ideando para cuando se dicte la sentencia son cosas menores. Su gran preocupación es que no le llamen botifler porque, ya lo ven, el es el pueblo y el pueblo siempre tiene la razón. Coño, Quim, haz una pancarta que lo diga y cuélgala de la Generalitat. Eso siempre da titulares.

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