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Opinión

El olor de la sangre del PP y los tiburones

Mariano Rajoy, en Túnez

Dicen los sabios de Sion que el olfato es el sentido más desarrollado en un tiburón y que gracias a él es capaz de oler la sangre a millas de distancia, facultad que le permite conocer la existencia en las proximidades de una presa herida fácil de reducir. Sin embargo, dicen también que no hay evidencia que invite a pensar que, aun en el caso de que la huela, se vaya a lanzar de inmediato sobre la presa malherida, entre otras cosas porque si no tiene hambre no se molestará siquiera en localizar el origen del olor. Los partidos que se sientan en el Parlamento de la nación tienen hambre, que en la oposición se pasa hambre y frío, y han olido sangre: la que destila un Partido Popular muy malito, un PP que lleva arrastrándose mucho tiempo, al menos desde que en Diciembre de 2015 perdiera la mayoría absoluta, a las órdenes de ese tipo indolente e inescrutable que es don Mariano. Y han decidido lanzarse en tropel sobre la presa que se desangra a ojos vista -a vista de encuestas-, ante la aparente indiferencia de don Tancredo y de su ama de llaves, la eterna opositora Soraya.

Durante el año y medio largo que llevamos de legislatura, las tropas en retirada que comanda el brillante gestor del casino de Pontevedra han sorteado mal que bien las celadas tendidas por los batallones populistas de Pablo y Pedro, con la ayuda del efecto pantalla de ese gran quilombo catalán que todo lo absorbe, todo lo atrapa, todo lo deglute en la nada de la sinrazón, y sobre todo del pacto de gobernabilidad suscrito con nuestro aspirante a milagroso Macrón, Albert Rivera y su Ciudadanos (C’s). Pero el batacazo del 21 de Diciembre en las catalanas, esos tres tristes tigres convertidos al final en cuatro gracias al voto por correo, puso de los nervios a esa templada gente de Moncloa que aparenta no asustarse por nada, les vino la tiritona, cuerpo a tierra que vienen los pijos dispuestos a zamparse nuestros votos, y a don Mariano, que es quien parte y reparte el bacalao, no se le ocurrió mejor cosa que meter la caña noventa a babor, algunos dirán que a estribor, que la cosa no está clara, para arremeter contra C’s: ¡el enemigo en puertas!

Y ha ocurrido lo que era de prever: que C’s, que es quien ha venido –viene- soportando la escuálida mayoría que permite gobernar al PP, ha dicho basta: te vas a enterar, Mariano. De modo que hemos entrado, pase sin llamar, en lo que alguien ha denominado con acierto la “deconstrucción” de la primera legislatura Rajoy, la demolición de buena parte del edificio legislativo, tampoco demasiado glorioso, tampoco para tirar cohetes, de la legislatura de los 187 diputados, y todo porque Rivera ha decidido dejar de oponerse a ese proceso revisionista para pasar a votar de consuno con PSOE, Unidos Podemos y otras hierbas. Ello ante la vuelta al primer plano, la aparición en el horizonte, como si de un batallón de fatales exiliados se tratara, de algunas grandes cuestiones nacionales –unas reales, otras inventadas-, una serie de problemas que el espantajo catalán había logrado mantener en la reserva hasta ahora.

Ahora vamos a contemplar a la izquierda televisiva y podemita martilleando contra el Gobierno

Sostienen los sabios de Sion que a partir de ahora vamos a contemplar a la izquierda televisiva y podemita, con la anuencia de Sánchez y ya se verá hasta qué punto de Rivera, martilleando contra el tambaleante edificio del Gobierno Rajoy en tres frentes: empleo precario (jóvenes); igualdad salarial (mujeres), y pensiones (jubilados). Jóvenes, mujeres y jubilados, o jubilados, mujeres y jóvenes, que tanto monta, tres fundamentales caladeros de voto capaces de decidir la suerte electoral del más pintado. Tres asuntos donde dar rienda suelta a cualquier clase de demagogia populista. Tres problemas que van a poner de nuevo, están poniendo, en evidencia la dificultad de situar los intereses generales del país por encima de los particulares de unos lideres hambrientos de poder cual tiburón en busca de sangre, y de unos partidos dispuestos a alcanzar/conservar el poder a cualquier precio.

Varios miles de mayores se echaron a la calle días atrás para protestar contra la cuantía de sus pensiones y la escuálida revalorización que por ley viene imponiendo el Gobierno desde 2012 (el gran Zapatero las congeló en 2011). Y a Mariano Rajoy y los suyos les entró el tembleque. Literalmente se han puesto a tiritar. Razones no les faltan: la rebelión de los pensionistas podría abrirle al partido un roto electoral de collons en un segmento de población que creía cautivo. Hoy vuelven a salir a la calle enarbolando banderas que, hábilmente manejadas por unos sindicatos que se han venido arriba, con la ayuda del agitprop correspondiente, son capaces de meter ruido bastante como para asustar al político más avezado. Subir las pensiones el 0,25% este año ha costado al Tesoro público 300 millones. Hacerlo el 1,6% (IPC previsto para 2018) como reclama el PSOE supondría el desembolso de algo más de 2.000 millones. Ese es el orden de cifras, para una Seguridad Social que arrastra un déficit del orden de los 18.000 millones.

La incapacidad del PP para explicarse

Es cierto que con algunas de nuestras pensiones, las más bajas, solo se puede malvivir, pero también lo es que indexar su revalorización a la inflación anual es un sin sentido que ningún economista con dos dedos de frente recomendaría a un Gobierno sensato, porque eso supondría la entrada en una espiral inflacionista que terminaría por golpear a los más débiles, cuando no acabar con la quiebra del sistema. Junto a la demagogia de unos, los de siempre, sorprende hasta alucinar la incapacidad del PP y sus líderes, con Mariano al frente, para dar explicación cabal a la población del estado de la cuestión, de lo que es posible o no hacer en este capítulo, de los riesgos de hacer demagogia con las cosas de comer. De que no podemos gastar lo que no tenemos. De que no podemos pagar las pensiones con deuda, porque eso es un disparate. Silencio absoluto, nadie abre la boca. No la abren siquiera para explicar aquellas cosas que han hecho bien y de las que razonablemente podrían sacar pecho. Inutilidad total.

Habría que olvidarse de la demagogia en todas sus manifestaciones para volver a los fundamentales del problema: a tratar de arreglar asunto tan grave, tan serio, en el marco del Pacto de Toledo, con abandono de las posiciones de partido y la vista puesta en el interés general. Cuidando con especial mimo la situación de los más débiles. ¿Y qué va a hacer el Gobierno Rajoy en coyuntura tan compleja? Pues deslizarse sin rubor por la pendiente demagógica que con tanta solvencia practica el resto. Dicen que los ingresos fiscales van que chutan, siguen yendo como un tiro, que en enero el Tesoro ingresó un 8,3% más de lo presupuestado, que en febrero las cosas siguieron la misma tónica y que el señor Montoro podría disponer este 2018 de una suma cercana a los 10.000 millones, y otros tantos para 2019, con la que tapar agujeros a tutiplén. Y el que venga atrás, que arree.

De modo que, o mucho me equivoco, o Montoro se dispone a empuñar con decisión la manguera de los dineros públicos para regar a discreción lo que sea y a quien sea menester. Fue Voltaire quien dijo que quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero. Ya nos ha enviado la primera señal anunciando la inclusión en los PGE del año en curso de una deducción en la cuota del IRPF para los que tengan en torno a 80 años y una pensión media o alta (el 63% de los jubilados está exento del pago del IRPF, al cobrar pensiones inferiores a 12.000 euros). Sería una prima fiscal para los jubilados de más edad. Y también una segunda señal, permitiendo a los Ayuntamientos cepillarse los 5.000 millones de superávit correspondiente a 2017. Exclama Mariano desde lo alto del cerro, mientras contempla el incendio de Roma: “A Dios pongo por testigo que no perderé un solo voto que pueda conservar con dinero”. Arreglar don dinero lo que destruye la ausencia de política.

P.D. Y sí, es imposible llevar una vida digna con una pensión de 650 euros mes.

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