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Opinión

Olimpiadas racializadas

Esta situación psicótica que ha creado la izquierda de recelo y repulsa hacia la derecha, entre vecinos, es lo verdaderamente perjudicial para la salud mental de una comunidad

Olimpiadas racializadas
La española Ana Peleteiro celebra tras conseguir la medalla de bronce en la final femenina de triple salto EFE

Confieso que pocas cosas me retienen en casa frente a la televisión ante la opción de salir por ahí en mi verano alejado del norte. Los Juegos no están siendo una excepción a esa querencia por la calle, especialmente tras los confinamientos y lo que, quién sabe, esté por venir. Pero incluso desde cierta distancia compruebo con pesar que ya no es ese espacio sagrado que percibía de niña, que el ruido también sale del Olimpo porque allí no hay dioses de la moral, ni la sabiduría, sino meros deportistas.

Supongo que, como ya no se puede hablar bien de España y se prospera haciendo lo contrario, se acaba alabando cualquier tontería. Ana Peleteiro ganó la medalla de bronce en triple salto de atletismo, pero eso no es lo que la ha convertido en la nueva heroína de la izquierda, sino sus declaraciones posteriores: A mucha gente le joderá que los dos medallistas de España ayer fuéramos negros”. No quisiera que su minuto de fama por cuestiones ajenas al merecido bronce terminase, pero nadie de quienes celebran los triunfos de España habitualmente, bajo acusaciones de nacionalistas españoles, había dejado de celebrar su victoria porque fuese una gallega de piel caribeña.

Y así comenzó la espiral de acusaciones racistas contra la derecha surgidas de la nada. El hecho de que Peleteiro hubiese podido desarrollar sus capacidades al más alto nivel en su propio país o que no sea la primera mujer negra que consigue triunfos en el equipo español, como lo fue Niurka Montalvo —diputada del Partido Popular— impidió que acusase de racista a media España.

Un mundo imaginario

Causa asombro y pavor comprobar cómo la izquierda con su hegemonía ha conseguido secuestrar la realidad construyendo un mundo encerrado en una burbuja informativa, con muros de miedo y odio hacia el que ellos han situado fuera, y quieren mantenerlo ahí. Esta situación psicótica que ha creado la izquierda de recelo y repulsa hacia la derecha, entre vecinos, es la verdaderamente perjudicial para la salud mental de una comunidad. Una persona que sólo vea la La Sexta, escuche a Ser o lea El País vive en un mundo tan aterrador como imaginario, pero imprescindible para el lauclaniano Construir país de Íñigo Errejón.

La izquierda en este sentido tiene el mismo comportamiento que los nacionalismos regionalistas, busca construir ese mundo sujeto a su hegemonía siendo el hecho diferencial la ideología, que funciona como una identidad para ellos. Quizá por dicho motivo se haya acercado a las políticas identitarias, porque cayó en la creación de su identitarismo ideológico para mantenerse en el poder.

Unas comunidades que tienen términos despectivos como maketo o charnego, para designar al que viene de fuera, de otras partes de España, o tiene mezcla con él

En España se han desarrollado, desde hace décadas, políticas educativas y culturales en torno al concepto de “pueblo oprimido por el colono español” para justificar el propio racismo hispanófobo. ERC es el único partido cuyo líder, Heribert Barrera, fue un orgulloso supremacista blanco. Sabino Arana cuya figura racista y misógina es venerada por el PNV. Unas comunidades que tienen términos despectivos como maketo o charnego, para designar al que viene de fuera, de otras partes de España, o tiene mezcla con él. La nueva estrella olímpica de la izquierda debería dirigir sus palabras a los líderes de dichas comunidades: “Mi bronce es la evidencia de un cambio. De que la mezcla es súper buena, de que la mezcla enriquece a un país, de que la mezcla es lo mejor que hay. Quien no lo quiera ver es porque es tonto porque no hay nada más bonito que mezclar dos cosas buenas, joder”.

¡Joder! Un cambio. La península Ibérica ha sido lugar de mestizaje entre poblaciones que la han habitado desde hace milenios provenientes de Europa, África y otras zonas del Mediterráneo. En las Américas, los criollos, mezcla de españoles e indígenas, eran la clase dirigente. Por poner en perspectiva el hecho del mestizaje, los charnegos en Cataluña no pueden escolarizar a sus hijos en español y no acceden a puestos, ni ascensos, ni obtienen representación parlamentaria ciertos partidos.

El retroceso cultural que supone en España los nacionalismos periféricos en cuestiones de tolerancia y convivencia con el distinto es innegable. Peleteiro no es ningún referente de este mundo psicótico creado por la izquierda, sino una víctima más, un reflejo de las filias y fobias que se están potenciando en esta sociedad secuestrada por una izquierda hegemónica sin límites en su camino a la estigmatización de la derecha, precisamente porque no soporta la pluralidad española. Valor a recuperar además de la cordura.

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