Opinión

El nuevo pacto del Majestic

Imagen de la manifestación del 8 de octubre en Barcelona
Imagen de la manifestación del 8 de octubre en Barcelona Europa Press

No nos lo decíamos pero había miedo.
Miedo a que la convocatoria fracasara y tuviéramos que vivir una vez más la humillación de ver nuestro fracaso reproducido hasta la extenuación en todos lo medios controlados por el nacionalismo. No ayudaba en nada que el PSC, ese partido que lo es todo y no es nada a la vez, se hubiera desmarcado de forma clarísima del acto. Perdíamos al cinturón rojo de Barcelona, no íbamos a ser suficientes. El día amaneció glorioso, con un sol que merecía alumbrar la primera reacción a la traición del que puede ser el último Presidente del gobierno de la historia de nuestro país, porque lo que viene, el precio que se va a pagar para que el traidor sea Presidente, se podrá llamar de muchas maneras, pero no España.
El encuentro estaba previsto en la puerta del hotel Majestic. Era hora de exorcizar ese magnífico hotel en la que el PP nos vendió a Pujol por el sillón de la Moncloa. Un nuevo pacto de amigos, de la ciudad y de fuera de ella, confabulados en dar la batalla, aunque esté perdida, por la Constitución, la libertad y el imperio de la ley. Poco a poco, los miedos se fueron disipando, la marea de banderas españolas y catalanas se iba acercando compactando el Paseo de Gracia a base de una multitud de ciudadanos de todas las edades y todas las condiciones sociales. En una de las aceras, dos cubanos de la resistencia nos exhortaban a defender la democracia y la libertad con la voz quebrada. Alguien, con la bandera española a modo de capa, se acercó a abrazarles en señal de consuelo. Niños, abuelos, pancartas hechas a manos con un mismo texto: 'No en mi nombre'.  Los partidos políticos entendieron por una vez cual era su papel y mantuvieron el necesario segundo plano. El protagonismo era de quien debía serlo: de los Ciudadanos de a pie que se miraban y se sonreían reconocidos en un mismo ideal. La unidad de España y la igualdad de todos los ciudadanos.
Llegada la hora de los discursos, con los problemas de sonido de siempre consecuencia de organizar las manifestaciones de abajo a arriba y sin presupuesto ninguno, fue la hora de escuchar a la gran Teresa Freixes, catedrática de derecho constitucional, leridana valiente y mujer de bien de quien me honro en ser alumna y el antiguo alcalde socialista de La Coruña Paco Vázquez, hombre de principios y político de
Raza. Ambos transmitieron en sus palabras la necesidad de no venirnos abajo y de no rendirnos sin dar la batalla de las ideas y la democracia. Elda Mata, presidenta de Sociedad Civil Catalana, cerró el acto con su serena solidez y su coraje sin fisuras. La manifestacion terminó con el cant de La Senyera, (dejemos els Segadors a quienes lo usan como amenaza) seguido del himno de Europa, Beethoven bajo el sol casi veraniego de este magnífico domingo a las orillas del Mediterráneo, y por fin, el momento cumbre: el himno nacional en el Paseo de Gracia, envueltos en nuestra bandera y rodeados de compatriotas. En donde más difícil resulta escucharlo, en donde más lo necesitamos, en donde más nos emociona. La Marcha Real suena distinta en Barcelona. Y la piel, que lo percibe, se eriza colectivamente. Se da por terminado el acto mientras por megafonía suena el Resistiré del Duo Dinámico, en una suerte de Karaoke colectivo con la letra impresa en la gran pantalla en la que momentos antes veíamos con asombro la multitud congregada. Es impresionante leerla porque define a la perfección  la vida del constitucionalista catalán, utilizado siempre, vendido siempre por quién más debería haberlo defendido. Con el ambiente en lo más alto se da por finalizado el acto y los miembros del nuevo pacto del Majestic, amigos unidos por tantas cosas, tantas vivencias y tantos ideales, nos batimos en retirada junto a tantos otros grupos como nosotros. Con la baterías cargadas, con las esperanzas renovadas, con las  fuerzas intactas. Habremos perdido de momento pero la batalla continúa. Es hora de no rendirse.