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Opinión

Somos la nueva política y no lo sabíamos

Somos la nueva política y no lo sabíamos.

Los análisis políticos de partidos, estrategias y líderes que se están realizando últimamente en relación a los próximos comicios en Cataluña arrastran un arcaísmo, a pesar de que en puridad son muy volumétricos y cientificistas. No siempre es así, cierto, pero la avalancha de convocatorias electorales desde 2015 en todos los ámbitos territoriales nos está mostrando que el eje izquierda-derecha por el que se vertebraba la sociedad se está difuminando .

No es un fenómeno español, sino occidental. Aquí llega con cierto retraso en la medida en que nuestra clase política está en una crisis cualitativa mayor y que la democracia española tiene cuarenta años menos que las europeas.

Atención, porque las claves para la muerte y la aparición de partidos y movimientos políticos, sus alianzas poselectorales y el surgimiento de líderes depende de los nuevos ejes. Veamos.

Europeísta o soberanista

La Unión Europea se ha convertido en un tótem. La idolatría hacia lo que viene de “Europa”, un rasgo atávico entre los españoles, es tan considerable que europeísmo y aceptación religiosa de los mandatos de la UE son la misma cosa. Al tiempo, como sucede en el modelo aristotélico de formas de gobierno, los organismos de la UE se han transformado en un sistema oligárquico: pensado para los mejores es ahora el reducto de los rebotados de los ámbitos nacionales, que reglamentan sin control de la opinión pública sobre cualquier cosa, recibiendo sueldos desorbitados .

La idolatría hacia lo que viene de “Europa”, un rasgo atávico entre los españoles, es tan considerable que europeísmo y aceptación religiosa de los mandatos de la UE son la misma cosa

Esto ha restado soberanía a los Estados miembros, creando un establishment o alta clase política europea. El surgimiento y fortalecimiento de los populismos, tanto nacionalistas como izquierdistas, ambos basados en el soberanismo y la reconstrucción de comunidades, y contrarios a esta UE, ha supuesto el protagonismo de esta cuestión en el debate político. De ahí la coincidencia de posturas entre el Frente Nacional de Le Pen, PDeCAT, UKIP, Alternativa para Alemania, el comunista Die Linke o Podemos.

Estatismo

Esto lo cuento en clase y no me creen: el Estado no ha existido siempre. Aquel “monstruo frío”, en palabras de Nietzsche, que nació para satisfacer los intereses de los príncipes sobre una población en un territorio, hoy es un dios. Es un dios porque es omnipresente y todopoderoso, todo el mundo se encomienda a él cuando algo necesita u ocurre una desgracia. Al Estado se sacrifica no solo la individualidad, sino la propiedad y el resultado de nuestro trabajo citando el “interés público” por encima del bien privado.

Los últimos cien años han sido de estatismo creciente, prácticamente indubitado, hasta el punto de ser otro elemento religioso que ha convertido en verdad la frase de Mussolini: “todo para el Estado, nada contra el Estado, nada por fuera del Estado”.

Los partidos políticos se presentan a las elecciones sabiendo que el elector/contribuyente reclama más servicios y mejores, no más autonomía y responsabilidad propia

Los partidos políticos se presentan a las elecciones sabiendo que el elector/contribuyente reclama más servicios y mejores, no más autonomía y responsabilidad propia. Por tanto, compiten entre ellos por ofertar una intervención pública más atractiva . Esto ya no diferencia a izquierdas y derechas, porque éstas últimas ya se acogieron a la socialdemocracia. Un buen ejemplo es la CDU-CSU de Merkel, giro que ha propiciado la caída en desgracia del SPD. Aquí, los del PP son hoy socialdemócratas bien vestidos, sin más.

Las identidades alternativas

El referirse a los sindicatos como “movimiento obrero” es una antigualla no solo sociológica, sino que ese lenguaje marxista ya no funciona. La sociedad se compone de estatus modificables, como señalaba Tocqueville, no de clases entendidas como grupos estanco que presuponen y condicionan una visión del mundo y de la acción individual y colectiva. Pensar esto último se ha quedado para ciertos “intelectuales” universitarios y del periodismo, en un postureo decimonónico chirriante.

El consenso socialdemócrata ha desarmado políticamente la identidad de clase, por lo que los individuos buscan su identidad primordial en tres campos al menos: nación, género y sexo. Las dos últimas son cuestiones de poder y moral, que van desde el feminismo obligatorio o las cuotas, a la diversidad familiar y matrimonial.

Los partidos se posicionan en estos campos con su imagen y discurso, o añadiendo ofertas a sus programas, pero para competir en el mismo sentido. No hay diferencias entre izquierdistas y derechistas, sino en la audacia de la propuesta. Las mujeres han liderado opciones de la derecha, aquí y en el resto de Europa, más que en la izquierda. Quizá –voy a hacer un poco de psicologismo simbólico- la figura femenina sea más maternal y protectora que la masculina –así ha sido históricamente-, y encaje mejor con el Estado paternalista que tenemos y muchos reclaman.

Conflicto vs. tranquilidad

En su obra “La era de la protesta”, el historiador norteamericano Norman F. Cantor hablaba de las formas críticas de vivir el esplendor de Occidente y sus contradicciones , desde los beatniks hasta los hippies y la Nueva Izquierda. Se estandarizó entonces un tipo de protesta, la de los movimientos sociales, fundada en la desobediencia, la resistencia, las manifestaciones o las perfomances, siempre bajo la sombra de cierta violencia física y verbal.

A los momentos “revolucionarios” –más idealizados que reales, como Mayo del 68-, le seguían amplios deseos de orden

Lo curioso era el doble fenómeno que se producía: mientras la sociedad absorbía su estética y su lenguaje, incluso sus reivindicaciones, la mayoría social no quería líos, sino tranquilidad. A los momentos “revolucionarios” –más idealizados que reales, como Mayo del 68-, le seguían amplios deseos de orden.

El motivo es que, en la sociedad de la opulencia, la oposición antisistema forma parte del paisaje, y el voto es conservador en el sentido de mantener o asegurar el confort. A la época de grandes revuelos cuando la gente hace un esfuerzo por participar en lo público –“en el ágora”, dicen los cursis-, le sigue la calma. Es una cuestión de frustración y de cansancio frente a la persistencia de los agitadores y activistas , esos actuales “revolucionarios profesionales”.

Los partidos que arman mucho ruido y, desde el populismo nacionalista o socialista, dicen que el miedo va a cambiar de bando o que van a crear la Arcadia feliz

Por eso, los partidos que arman mucho ruido y, desde el populismo nacionalista o socialista, dicen que el miedo va a cambiar de bando o que van a crear la Arcadia feliz, son parte del sistema. La clave es cómo se presentan luego a las elecciones, ya que vence con votos o con cuotas de poder quien presenta una solución pacificadora. No hay que decir que ahí está el PSC de Iceta.

Recapitulando

Olvídense de izquierda y derecha como eje principal para determinar la política del porvenir más cercano, a no ser que vivan de propagar ese discurso.

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