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Opinión

No son 'progresistas' son reaccionarios

Si un magistrado, un periodista o un camarero defiende los principios de la democracia liberal, será progresista en el genuino sentido del término; si los ataca no será conservador, sino reaccionario

Tribunal Constitucional.
Tribunal Constitucional Europa Press

Conseguir imponer el lenguaje interesado en modificar el significado de las ideas fundamentales es una de las batallas políticas más importantes y antiguas de la historia. La credibilidad propia y la incredibilidad ajena dependen de su éxito. Si se controlan los medios y canales de comunicación ganar esa batalla es relativamente sencillo, y mucho más si quienes presumen de independientes entran en el juego y adoptan el lenguaje del poder, que siempre juega con ventaja.

Controlar las palabras es controlar el poder

Controlar el lenguaje es importante porque las palabras llevan consigo -como connotaciones o metonimias- significados que interesa imponer. Usar ciertas palabras en ciertos contextos, en lugar de otras, construye el marco de referencia que el poder de turno elige como más favorable para sus intereses, sean estos vender lotería de Navidad o exterminar grupos sociales enteros. No hace falta remontarse al manido ejemplo de Goebbels: podemos remontarnos a los faraones y los emperadores chinos o romanos para encontrar ejemplos muy venerables de esta forma de imponer a los demás el marco cognitivo: todo lo que tiene nombre existe, y viceversa, lo que no tiene nombre no existe (por eso los nacionalistas se niegan a decir España e imponen fórmulas ridículas (como “deporte del Estado español”) y su propia nomenclatura: para hacernos desaparecer).

Funciona siempre. Hasta el punto de que buena parte de la batalla por la libertad consiste, precisamente, en cambiar el lenguaje del poder despótico e introducir el propio, por ejemplo sustituyendo vasallo por ciudadano, sumisión por libertad o tradición por historia. Y viceversa, una tiranía totalitaria puede instaurarse a velocidad de vértigo imponiendo sus palabras, como explicaron maravillosamente Victor Kemplerer para el nazismo o Georges Orwell para el comunismo. Una diferencia capital entre tiranía y democracia es que la primera no admite, e incluso prohíbe, lenguajes contradictorios al oficial, mientras la segunda necesita lenguajes plurales que estimulen la libre discusión.

Una tiranía totalitaria puede instaurarse a velocidad de vértigo imponiendo sus palabras, como explicaron maravillosamente Victor Kemplerer para el nazismo o Georges Orwell para el comunismo.

Estos días estamos viviendo una clara demostración de cómo funciona la manipulación política del lenguaje con el asalto de Sánchez y sus socios al Tribunal Constitucional y el Poder Judicial. Y me refiero al extendido vicio de llamar “progresistas” a los jueces y magistrados al servicio de los intereses de Sánchez, y “conservadores” a los díscolos. Es cierto que esta división maniquea -que debería avergonzar incluso a un escolar, pero no a tantos periodistas estrella-, viene de muy atrás, de los nefastos manejos de los partidos para repartirse el Poder Judicial (con la connivencia, hay que decirlo, de las principales asociaciones judiciales).

Cada vez que un medio de comunicación llama “conservadores” a los magistrados que defienden la Constitución y “progresistas” a los que la derogan (de Conde Pumpido a Martín Pallín, pasando por una aburrida legión de catedráticos), están, quieran o no:

  1. Dando por bueno el reparto oficial de papeles, donde solo la izquierda, la suya, es progresista, y el resto “conservador”, cuando no golpista o fascista.
  2. Invertir el significado de “progresista” y “conservador”, atribuyendo a la primera la oposición a los principios de la democracia (gobierno de poder limitado por leyes y contrapesos, separación de poderes, Constitución como ley de leyes, derechos sagrados de las minorías), y a la segunda poco menos que un fascismo vergonzoso.

Pervirtiendo significados

Es decir, invirtiendo el significado genuino de los términos invierten el marco cognitivo de la sociedad, que es el sistema de significados (y valores asociados) de las palabras, como si “frío” pasara a ser “caliente”, y viceversa. Desde la Ilustración, que inventó el concepto con la obra de Turgot, Kant y algunos otros ilustres olvidados hoy, progreso ha significado algo muy concreto: aumentar el conocimiento, la calidad de vida material y, sobre todo, mejorar la libertad e igualdad política y social.

Estos días estamos viviendo una clara demostración de cómo funciona la manipulación política del lenguaje con el asalto de Sánchez y sus socios al Tribunal Constitucional y el Poder Judicial

Pues bien, gracias a la batalla del lenguaje que van ganando los enemigos de Ilustración y liberalismo por desistimiento o ignorancia, es decir las corrientes comunistas, colectivistas, tradicionalistas, nacionalistas e iliberales en general, la palabra progreso ha dado un giro de 180º: ahora se usa para calificar positivamente a los partidarios de dictaduras y dictablandas, de la cubana a la chavista pasando por la china y por la dictablanda que persigue Sánchez según las directrices del Grupo de Puebla, ese club de la infamia y de la exaltación de la miseria como progreso social.

Cada vez que un telediario, una tertulia o una portada de periódico utiliza la división “progresistas” versus “conservadores” invirtiendo el significado histórico de ambos conceptos -es decir, docenas de veces al día-, contribuyen a la demolición de los principios de la democracia liberal. Si un magistrado, un periodista o un camarero defiende los principios de la democracia liberal, será progresista en el genuino sentido del término; si los ataca no será conservador, sino reaccionario. La batalla de fondo actual es entre progreso ilustrado y reacción despótica. Quienes trabajan contra la división de poderes y la independencia de la justicia, y a favor del poder ilimitado del Gobierno, son reaccionarios que pretenden restaurar el sistema autoritario anterior a las revoluciones liberales desempeñadas entre 1776 y 1848 (incluso a la Gloriosa Revolución inglesa de 1668).

Si un magistrado, un periodista o un camarero defiende los principios de la democracia liberal, será progresista en el genuino sentido del término; si los ataca no será conservador, sino reaccionario

Cada vez que un telediario, una tertulia o una portada de periódico utiliza la división “progresistas” versus “conservadores” invirtiendo el significado histórico de ambos conceptos -es decir, docenas de veces al día-, contribuyen a la demolición de los principios de la democracia liberal. Si un magistrado, un periodista o un camarero defiende los principios de la democracia liberal, será progresista en el genuino sentido del término; si los ataca no será conservador, sino reaccionario. La batalla de fondo actual es entre progreso ilustrado y reacción despótica. Quienes trabajan contra la división de poderes y la independencia de la justicia, y a favor del poder ilimitado del Gobierno, son reaccionarios que pretenden restaurar el sistema autoritario anterior a las revoluciones liberales desempeñadas entre 1776 y 1848 (incluso a la Gloriosa Revolución inglesa de 1668). En resumen: los magistrados que defendieron al Gobierno en el Tribunal Constitucional en la votación del lunes pasado son reaccionarios, no progresistas, y mientras que los progresistas defendieron la Constitución.

No es triunfo menor de la izquierda reaccionaria que la propia derecha que presume de liberal haya renegado del concepto ilustrado de progresismo y use “progre” como término peyorativo. Uno ya sabe a estas alturas que poco cabe hacer al respecto, salvo ejercer esta crítica para minorías, pues en los grandes medios de comunicación e instituciones públicas y privadas la batalla del lenguaje realmente correcto, unida a la de las ideas correctas, es una batalla casi siempre perdida. Porque es infinitamente más cómodo y gratificante explicar una crisis brutal de la democracia como una final de la Liga BBVA entre Real Madrid y el Barça, asumiendo el papel de árbitro que impide pegarse a los jugadores y al público exaltado (como nosotros). En cambio, empeñarse en combatir la estrategia de confusión e inversión del lenguaje y las ideas está severamente penalizado. También lo digo por experiencia, pueden creerme (o no, también esto está perdido).

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.

  • E
    El abuelo de la curva

    Ya era hora que alguien con audiencia señalara la incongruencia y la mentira de esa autodenominación : "progresistas".

    A ver si se consigue que la crítica se extienda y para ayudar hay que buscar otra denominación : "el sector sanchista de ..la judicatura, de la fiscalía, de..."

  • L
    Libe_Aldecoa

    No le falta razón al profesor Mtnez. Gorriarán.

    Es esencial devolver su valor y su verdadero significado a las palabas.

    Todavía hoy, la primera batalla ante el nacionalismo y su realidad falseada es la del lenguaje: conflicto, victimario, abertzale -es tan suave-, activista, refugiados, soberanistas, proceso de paz…
    ¿El nacionalismo como un pensamiento progesista?

    Ayer mismo en este periódico un periodista hacía suyo el eufemismo a metabolizar más novedoso: "consulta". Hay que hacer aceptable el referendum ilegal, neutralizar la realidad para que quizás cuando se subvierta la ley, solo lo sintamos como un ligero empujoncito incómodo..

    Y, recodemos ente otros, el uso tan maniqueo de república o republicano, utilizados como panacea de todo bien y enfrentados a monarca o monarquía, personificación de todos los males.

    En estos tiempos, no sé si peores que otros, roguemos por desasnarnos cuanto antes, que falta nos hace ytiempo no sobra.

    Muchas gracias.

  • V
    Variopinto

    Sí, pero el mayor problema es que, como a la vez se está dando ya por perdida esa batalla de las palabras, el sentimiento que subyace es el de que no merece la pena presentar pelea porque ya tenemos perdida la guerra. Cuando tampoco ese sentimiento se corresponde con la realidad.

    Además, este desánimo con el que se afronta que esa batalla y otras que están abiertas (como son: las realidades de los hechos históricos, la democratica neutralidad de las intituciones públicas o a quien beneficia que primen los intereses partidistas sobre los generales) provoca que nosotros mismos nos sintamos muy pequeños ante una montaña engrandecida, pero que es una ilusión. Porque, como usted mismo expresa, en realidad estamos ante una montaña inducida (provocada) y construida sobre significantes comunes pero con significados bien distintos para la inmensa mayoría. Para combatir esta irrealidad, no sirve de nada recordar de dónde venimos, pero sí el poner el espejo ante las incongruencias del donde estamos. Por ejemplo, verbalicemos que hoy el progresismo es la reducción de penas y hasta la puesta en libertad de agresores sexuales. O que mañana lo va a ser la liberación de políticos corruptos de según qué partidos (progresistas).

    Contra todo este marasmo moral, no dejemos de insistir en retratar la realidad y todas las estu pi deces postmodernas.

    Feliz Navidad, Sr. Gorriaran (y lectores, en inclusivo).

  • S
    Sin_Perdon

    Ya los bolcheviques vieron lo ventajoso que era eso de la neolengua. Así la "dictadura del proletariado" era en realidad la dictadura, sangriente, de una élite política (donde había cero obreros) que sojuzgó y tiranizó al pueblo ruso durante 70 años.
    También los "luchadores por la libertad" que se afanan en publicar normas y restricciones que van, precisamente, en contra de la libertad.
    ¿Recuerdan cuando en sus principios Podemos se autodefinía como "el partido de la gente"?. Claro, el mensaje era que si no les votabas debías ser medio bestia.
    Es hora de ir planteando la urgentísima y necesaria batalla cultural. A ver si en el PP despiertan y dejan de sestear porque les van a robar la tortilla delante de sus narices y ellos soplándose los mocos.

  • V
    Ventr1l0cu0

    Excelente análisis y muy lúcida la sensación que trasmite de que, en realidad, la batalla del lenguaje está perdida y, por tanto, la guerra ideológica se perderá inevitablemente.
    Porque no es sólo el concepto "progresista" el que está trastocado. Lo mismo ocurre con "izquierda" y con "socialcomunista". Por fijarnos en este último, llamar socialcomunistas a quienes desde el gobierno están promoviendo la mayor transferencia de rentas de la inmensa mayoría más pobre a la ínfima minoría más rica es de desquiciados. ¿Cuándo han ganado los bancos, las energéticas, las aseguradoras, las farmacéuticas, las grandes constructoras y en general los oligopolios lo que están ganando con este gobierno? Este gobierno, formado por defensores del capitalismo de amiguetes y peronistas, se acerca mucho más al postfascismo que ninguno otro desde la dictadura.
    ¿Tan difícil es entender que mientras la mayoría de la gente crea que el PSOE es socialista de verdad les seguirá votando? Mientras que si se les abre los ojos y se les muestra que son realmente los mejores defensores de los oligopolios dejarán de votarles.
    En fin, todos los pueblos tenemos el gobierno que nos merecemos, ya sea por acción, ya por omisión.

  • W
    Wesly

    Efectivamente, los socialistas (y con Pedro Sánchez han alcanzado el sumum) siempre han sido maestros en el arte de mentir, manipular, dividir, fanatizar y sectarizar a la sociedad.

    Disponen de una potente y bien engrasada maquinaria manipuladora (pagada obligatoriamente en buena parte por todos nosotros) que consigue engatusar a mentes débiles y crédulas (que, desgraciadamente, son demasiadas).

    La razón, la verdad, los hechos objetivos no existen para los socialistas. Son cosa de fachas.

    Consiguen colar su "relato" basado en mentiras, en medias verdades y en el olvido exprés de verdades objetivas que lo desmienten. Captan fieles a su causa sectaria a base de anular la razón y avivar las emociones negativas (odio, envidia, rencor), y de calificar de "facha" y de perseguir a todo aquel que no asuma sumisamente sus postulados sectarios.

    Mientras no se haga frente con determinación a su potencia manipuladora, el sectarismo crecerá, la razón retrocederá y la ruina económica y moral estará más cerca.

  • T
    Talleyrand

    Es curioso que los que se pretender autodefinir como "progresistas" han sacado de la tumba a Franco y a Carl Schmidt.

    Del primero ya sabemos. Se murio en la cama porque de verdad , de verdad no hubo en los ultimos 20 años de su dictadura ninguna oposicion real en España salvo algun movimiento sindical pidiendo derechos.

    De Schmidt, el creador del concepto de la soberania popular, degenerado en Cataluña en "la democracia esta por encima de las leyes", y ahora rescatado por el psoe sanchista (todo el psoe ya no disimulen mas) han recogido el guante totalitario. El mismo que termino con el mismo en el NSDAP (el partido nazi) y con la exclusion de la oposicion tras el falso atentado del Reichstag que otorgo plenos poderes a Adolfo Hitler.

    El "espiritu del pueblo" o Volkgeist se ha instalado tramposamente en la neoizquierda y separatistas españoles comodamente mientras los españoles callan estoicamente ante la dificultad para sobrevivir un año mas.

    Renta per capita estancada, instituciones saqueadas y una partitocracia pornografica que drena ingentes cantidades de recursos publicos y que ahora ademas ya no pagara por llevarselo crudo.

    Estamos ciegos o ya aceptamos que nos vamos a destruir como hicieron los alemanes en el 39? Un pueblo, un presidente? o Ein Volk ein Führer?

  • V
    vallecas

    Esto es una batalla perdida pero desde hace 100 años. No hay nada que hacer D. Carlos. Además en un sentido y en otro. El votante español menos leído "sabe" lo que es "franquista" "facha" "fascista".
    Son términos rotundos que etiquetan rápidamente a una persona.

    Esto es el resultado "exitoso" de los últimos 40 años.

    • S
      Sin_Perdon

      No del todo. Esos términos, de tanto usarlos, ya han perdido toda vigencia.
      La gente así atacada empieza a reaccionar. Y la primera reacción es la indiferencia. A mí me la trae al fresco si un caradura de estos me llama facha, homófobo, racista o machista. Tengo claros mis principios y lo que estos desgarramantas puedan decir o pensar me la sopla. Es hora de empezar a actuar con la misma desvergüenza con la que ellos lo hacen.

  • A
    Alexander

    Democracia significa gobierno elegido por el pueblo no significa libertad de expresión, aunque hoy día ambos conceptos vayan unidos; en un estado de derecho la libertad de expresión tiene límites, tanto en el Código Penal como en las leyes anti-libelo.

  • P
    Perhaps

    ¿Cómo puede ser progresista quien no busca aumentar la riqueza de la sociedad? El ideario izquierdista habla de quitar la riqueza a quien la tiene (para despues decir que va a hacer cualquier cosa) no de crear riqueza entre los desfavorecidos.

  • K
    Karl

    Hará bien el autor reeditando el texto para eliminar el gazapo repetitivo. Busque, e.g. camarero.

  • K
    Karl

    Progresista es a progreso como
    carterista es a cartera.

    "Más repulsivo que el futuro que los progresistas involuntariamente preparan, es el futuro con que sueñan."
    ~Nicolás Gómez Dávila.

    https://twitter.com/alonso_dm/status/1367419986864709633