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Opinión

No me llames ministra, llámame Lola

La ministra de Justicia, Dolores de Delgado (d), saluda al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (i).

Era el Gobierno champions, el de los mejores, “un Gobierno de expertos” clamó desde su portada ‘El País’ (bien recordado ahora por Müller), la apoteosis, la otra cara de la gente casposa y macilenta que acompañaba a Mariano Rajoy. Bonito, mediático, lustroso, progresista, feminista, ecologista, animalista, pacifista… Tres meses ha durado. Pedro Sánchez seguirá, mientras Carles Puigdemont le aguante, hasta el final, pero su Gobierno está hecho trizas. Un reguero de mentiras, improvisaciones, chapuzas, rectificaciones, trampas, engaños… en tan sólo cien días. Imposible hacer tanto estropicio en tan breve tiempo.

Dolores Delgado es el epítome del cataclismo. La señora ministra, “llámala Lola”, como hacía el tenebroso comisario Villarejo, ha consumado la hecatombe. ‘Balta’ y ‘Lola’. Garzón y Delgado. Veinte años juntos en la carrera judicial. Esa pareja feliz, reyes de la Audiencia Nacional. La ministra ha mentido. Recuerden la sentencia condenatoria de Rubalcaba en aquella noche de traición y furia: “España no se merece…”.  Toca, por tanto, aplicarse el cuento. Tan corrosivo es el audio de aquella  francachela de 2009 con los hombres de la cloaca que incluso José Luis “cara de piedra” Ábalos, se ocultó el lunes para que no se la rompieran.

El presidente se pasea a estas horas por Nueva York con su esposa Begoña Gómez. Cuatro pasos por las nubes y la Quinta Avenida. Manhattan, Donald Trump, Naciones Unidas.  Más fotos, atenta La 1. “Hoy lo que ha cambiado es que los canallas son sinceros”, decía Godard. Sánchez, no. Miente, fabula, trolea… Llegó para salvar al país del desastre de la derecha. Se iba a quedar unos meses. Bueno, mejor hasta 2020. ¿Por qué no hasta 2030? Tendría así tiempo de cambiar España. Quizás no lo consiga. Hasta los más burdos de su partido empiezan a deletrear la palabra realidad. “Esto no va. No puede ser”, cobardean entre dientes los corrillos socialistas.

El presidente sabe que en el momento en que convoque elecciones está muerto. Saldrá de la Moncloa para, posiblemente, no volver

Lola, el último (o el penúltimo último) tarro de las patrañas, acaba de quebrarse. Lo letal no es ese ‘mariconazo’ supuestamente dirigido al ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska. Es el repugnante rastro de la mentira. Cuatro versiones distintas de sus relaciones con Villarejo en siete días. “La actual ministra de Justicia, mientras ejerció como fiscal en la Audiencia Nacional, no concertó ni mantuvo cita alguna con el comisario citado, con el que nunca ha tenido relación de ningún tipo” (17 de septiembre). Tres horas después, de palabra, a su llegada al Centro de Estudios Judiciales: “No he tenido relación profesional con ningún asunto que haya llevado el excomisario Villarejo”. La palabra “profesional” es la clave.

La tercera versión llegó rauda. “La ministra de Justicia no ha tenido ningún tipo de relación personal, profesional, oficial o no oficial con José Villarejo más allá de haber coincidido con él en compañía de otras personas en algún evento” (18 de septiembre). Y finalmente: “A lo largo de 25 años tiene recuerdo de haber coincidido con el comisario Villarejo en tres ocasiones” (24 de septiembre) ¿En qué quedamos, doña Dolores, llámame Lola? Mentiras encadenadas con ilegalidades inconfesables. Los negocios de Garzón y las ‘ayuditas’ desde la Audiencia como telón de fondo.

“Una vergüenza para los españoles”

En su estilo directo, sin meandros dialécticos, como una coz seca en el bajo vientre, Teo García Egea, el número dos del PP, resumió certeramente la situación: “Es la notario general del Reino. Y ha mentido. Que siga en su cargo es una vergüenza para los españoles”. Y una indecencia, le faltó decir.  

Superada la tormenta de su tesis apócrifa, anda ahora Sánchez en busca de una salida. Ha gastado ya casi todas sus balas. Ha nombrado vicepresidente parlamentario a Pablo Iglesias, ha lisonjeado a Torra, ha besuqueado al PNV, ha movido a los presos, golpistas y terroristas, ha insinuado indultos… ¿Qué más se puede hacer? Posiblemente, nada. Seguir adelante. El presidente del Gobierno sabe que, en el momento en que disuelva las Cortes y convoque elecciones, está muerto. Saldrá de la Moncloa para, posiblemente, no volver.

Cierto que en el partido le reclaman una ‘limpia’ a fondo, romper la baraja y repartir de nuevo con otras cartas. “Ni al PP le conviene ni Ciudadanos está a punto”, señalan los estrategas de Ferraz. El CIS de Tezanos les otorga diez puntos sobre el partido de Casado. Iván Redondo mide los tiempos. El Gobierno, en efecto, está hecho añicos. Las reuniones del Consejo de ministros se parecen al camerino de “Eva al desnudo”. Todos peleados y dándose de puñadas. Margarita es Bette Davis. Aún así, intentará aguantar. Primero fulminará a Delgado, sí, ¿qué pasa? Y a los que haga falta. Es eso o la nada. Un personaje de Cocteau: “Una vez conocí la nada; es bastante más delgada de lo que creemos”. O sea, un lugar inhóspito del que jamás se regresa.

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