Opinión

No me conmueves, Matute

Todos los que vivimos aquella época, recordamos con nitidez dónde estábamos y qué hacíamos cuando recibimos la noticia de que Miguel Ángel Blanco había sido finalmente asesinado. Me parece necesario explicar, tanto por los que tuvieron la fortuna de no vivir aquellos momentos, como por los desmemoriados, que no todos vivimos igual ese fatídico día.

A mí no me conmueven las palabras de Oskar Matute en el debate televisivo realizado esta semana en TVE, aunque no las pongo en duda: estoy segura de su vigilia, esperando la liberación de Miguel Ángel, como afirmó rotundamente.

Lo único que me gustaría saber con certeza es qué le quitaba el sueño y qué era lo que deseaba para la liberación del joven concejal: la bajada de pantalones del Gobierno o la de ETA

Muchos pasaron la noche en vela, entre el espanto y el miedo, sin perder hasta el último minuto la esperanza de que los terroristas se rindieran, no cumplieran sus amenazas y el joven, cuyo único pecado había sido ser concejal en Ermua por el Partido Popular, regresara sano y salvo a casa.

Otros, en cambio, pasaron su desvelo esperando que fuera el Gobierno español el de la rendición, aceptando el chantaje de esos asesinos que querían canjear la vida de un muchacho por acercar a todos los presos de la organización terrorista ETA a las cárceles del País Vasco.

Lo único que ambos tenían en común era que esperaban el mismo final: la liberación de Miguel Ángel, aunque por distintos motivos.

Así que yo no tengo ninguna duda de que el señor Matute tuviera dificultades para dormir aquella noche, ni que se sintiera “profundamente abatido con el asesinato de Miguel Ángel Blanco”, como ha declarado raudo y veloz en alguna entrevista posterior al debate. Lo único que me gustaría saber con certeza es qué le quitaba el sueño y qué era lo que deseaba para la liberación del joven concejal: la bajada de pantalones del Gobierno o la de ETA.

Ninguna intención en colaborar para esclarecer los cientos de asesinatos que quedan por resolver y, sin embargo, no dude en participar en cada homenaje que se realiza a cualquiera de los asesinos

Nunca lo sabremos con seguridad, solo lo sabe él y su conciencia. Tal vez podemos encontrar algunas pistas en que haya seguido “trabajando” todos estos años en política, para conseguir finalmente encontrar un presidente y un Gobierno capaces de ceder al chantaje que nadie aceptó en su momento; que no haya puesto el mismo empeño o, mejor dicho, ninguna intención en colaborar para esclarecer los cientos de asesinatos que quedan por resolver y, sin embargo, no dude en participar en cada homenaje que se realiza a cualquiera de los asesinos y colaboradores, ya reconocidos como tal públicamente.

No es que me quiera poner suspicaz ni que yo sea malpensada, señor Matute. Lo que sucede es que me fastidia sobremanera que me tomen por imbécil.

Casi me fastidia tanto como saber que Miguel Ángel murió por nada y que la rabia y la indignación que paseamos todos los españoles aquellos días, al grito de “¡Basta ya!”, han sido pisoteadas y ninguneadas. Pero eso se lo debemos al señor Sánchez, al que nadie le ha debido de explicar que con asesinos y terroristas ni se pacta ni se negocia.

Sé que esto puede ser muy debatible, como la supuesta intransigencia estadounidense y su política de no negociar con terroristas ni grupos armados, sostenida en que el pago de un chantaje alienta nuevos crímenes y financia a los radicales. Pero yo lo voy a simplificar para que todos nos entendamos: ¿negociaría usted con los asesinos de su hijo o con sus colegas?

Yo no tengo hijos, pero tengo claro que no negociaría con los asesinos de mi hermano y jamás me harían una foto abrazando a quienes pactan con ellos o con sus encubridores. Tal vez alguien se atreva a recriminarme mi actitud, argumentando que no tengo derecho a hablar en nombre de las víctimas. Lamentablemente, creo apropiado recordar en estos tiempos que corren que, aunque no todos los españoles hemos perdido un ser querido en un atentado de la banda terrorista, todos los españoles que vivimos aquellas horribles décadas de bombas lapa y tiros en la nuca por parte de ETA, sí hemos sido víctimas de sus chantajes, su violencia y su terror.

España no se bajó los pantalones nunca ante asesinos, hasta el mal día en que Sánchez necesitó pactar con el mismísimo diablo para poder ser presidente

Hablo desde la legitimidad que me otorgan el miedo sufrido, las lágrimas derramadas, la rabia, la frustración y la impotencia vividas, tantas y tantas veces y durante tantos años. Somos muchas las víctimas del odio de ETA. Lo que no me esperaba es que algún día sería víctima también de la traición de mi propio Gobierno.

España no se bajó los pantalones nunca ante asesinos, hasta el mal día en que Sánchez necesitó pactar con el mismísimo diablo para poder ser presidente. Ningún Gobierno cedió a sus chantajes y exigencias: los presos estaban donde debían estar, la Guardia Civil estaba donde debía estar y los homenajes y los pésames debían darse a las víctimas y a sus familias, no a sus asesinos.

Así que me importa un pepino de mar lo que hacía el tal Oskar Matute el día que mataron a Miguel Ángel Blanco o la noche anterior. Me importa un pepino de mar la gente que dice que ETA no existe, pero que tenemos que buscar en una cuneta al bisabuelo que no conoció, cuando tenemos sin resolver casi 400 crímenes cometidos por la banda terrorista, se homenajea a los etarras y se sigue peleando por lo mismo que exigía desde un principio. Me importa un pepino de mar si a fulanita y a veinte más les ofende que se utilice la expresión “que te vote Txapote”, porque a mí me ofende más ver abrazos y cheques a supuestos colectivos de víctimas, que yo no aceptaría jamás.

Pedro I de España, si no querías que gritemos que te voten los asesinos de los hijos de España, no haber hecho méritos para que solo te voten ellos y sus madres

Y, sobre todo, me importa muchísimo menos que un pepino de mar, que nuestro indigno presidente se enrabiete, como un niño pequeño, cuando enciende el televisor y ve que alguien se acerca a un micrófono para gritar “que te vote Txapote”.

Pedro I de España, el nunca bien ponderado: si no querías que gritemos que te voten los asesinos de los hijos de España, no haber hecho méritos para que solo te voten ellos y sus madres. Ahí tienes la puerta, que para tus lloros no estamos ni aunque te suenen los mocos en la SER día sí y día también. Ya hemos llorado bastante los demás en este bendito país. A ver si hay suerte y cierras al salir.