Opinión

No hay dos 'inflaciones' iguales

Esto es como volver al lugar de vacaciones de la infancia. Podremos estar en el mismo sitio haciendo las mismas cosas, pero nunca será igual

Voy a insistir con la inflación. Creo que es importante analizar todas las cuestiones interesantes que nos puedan permitir comprender en qué situación estamos. En esta ocasión me voy a centrar en algunas aristas que aún no hemos explorado. Concretamente, creo que es importante analizar cuáles son las condiciones básicas de los mercados de hoy que pueden determinar, si ya no lo están haciendo, la evolución de los precios en el corto y en el largo plazo.

Como ya he comentado en más de una ocasión, este episodio de inflación es muy diferente a aquél experimentado durante los años 70. En aquella ocasión, episodio iniciado por un shock de petróleo muy similar al de ahora, los condicionantes que de algún modo permitieron avanzar a la inflación y sostenerse durante al menos ocho años eran muy diferentes a los actuales. En mi opinión, tres elementos, entre otros, son completamente diferentes y por lo tanto la interpretación de ambos episodios obliga a ser diferente. Voy a hablar de cada uno de estos tres condicionantes y tratar de explicar cómo pueden estar afectando tanto a la inflación actual como a la futura.

En primer lugar, hablemos del cambio tecnológico y sus consecuencias laborales. Desde los años 70 han acontecido muchos cambios, podríamos decir que cambios radicales, en este mercado. Desde entonces, las diferencias en el seno de las relaciones laborales se han centrado no solo en la tipología del empleo sino también en su organización y sobre todo su reacción ante un cambio tecnológico que ha sido relevante. Durante los años 90 y siguientes, numerosos trabajos académicos sobre el mercado de trabajo se han centrado en analizar los efectos que dicho cambio tecnológico ha tenido en las relaciones laborales. Concretamente, lo que se ha analizado es cómo este cambio tecnológico está siendo disruptivo en términos salariales y de ocupación. Que la automatización haya afectado a un importante número de empleos ha generado una clara polarización del mercado de trabajo, un aumento de la desigualdad salarial y, entre ambas, una clara erosión de un poder sindical antaño fuerte.

Uno de los motores de la estanflación de los 70 ha prácticamente desaparecido: la capacidad inmediata y generalizada de trasladar inflación a subida de salarios

Las consecuencias de este cambio tecnológico en este sentido, y haciendo una traducción en términos de inflación, es que uno de los motores de la estanflación de los 70 ha prácticamente desaparecido: la capacidad inmediata y generalizada de trasladar inflación a subida de salarios. No quiero decir que esto no ocurra, porque puede suceder a través de mecanismos diferentes como parece que puede estar ocurriendo en los Estados Unidos. Pero el mecanismo tradicional conocido durante la estanflación de los 70 entra muy debilitado en esta ocasión. Tampoco quiere decir que el mercado de trabajo no pueda llegar a jugar un papel relevante en la evolución de la inflación si la situación persiste. Pero es obvio que el escaso aumento de las rentas salariales durante este último año, en el que hemos sido testigos de un rally de precios, es bastante sospechoso de lo que comento.

En segundo lugar, debemos hablar del enorme proceso de globalización acontecido desde los años 70 y con muy similares consecuencias laborales. La aparición de China y otros países, como ya he explicado en otra ocasión, ha introducido presiones deflacionarias. De nuevo, no solo porque ahora somos capaces de acceder a bienes más baratos, sino también, y esto es importante, porque estos países han “exportado” salarios bajos para no pocos sectores. Como en el caso de la tecnología, la globalización ha dejado perdedores por el camino, y normalmente estos cadáveres los encontramos en la parte media-baja de la distribución de los salarios. Por lo tanto, un mundo muy globalizado tiene consecuencias laborales en países occidentales. Esas consecuencias laborales diseñan un escenario completamente diferente al que permitió que la inflación de los 70 pasara de temporal a permanente.

Las sociedades envejecidas o que transitan hacia el envejecimiento son sociedades menos dinámicas, en donde fuerzas laborales desaparecen del mercado de trabajo y acumulan, mientras tanto, buena parte de la renta neta posible

Hay un tercer factor que en mi opinión es muy relevante: la demografía. El cambio demográfico es deflacionario. La transición hacia sociedades más envejecidas tiene un efecto en la composición del consumo, del ahorro y por lo tanto de la estructura de precios. Las sociedades envejecidas o que transitan hacia el envejecimiento son sociedades menos dinámicas, en donde fuerzas laborales desaparecen del mercado de trabajo y acumulan, mientras tanto, buena parte de la renta neta posible. Esto reduce presión sobre los mercados y, por ello, reduce la inflación. En los 70 teníamos sin embargo lo contrario. Un aumento demográfico que generó presiones inflacionarias vía demanda. Por lo tanto, tenemos un factor que juega u opera en la dirección contraria.

Así pues, tenemos no pocos factores que nos diferencian enormemente de los años 70. Esto es como volver al lugar de vacaciones de la infancia. Podremos estar en el mismo sitio haciendo las mismas cosas, pero nunca será igual. Por ello, es importante tener estas referencias, porque nos permite comprender qué puede estar pasando, qué pasará y qué políticas podemos aplicar.

La existencia de nuevas relaciones laborales, la pérdida de poder de presión sindical en no pocos países, las nuevas estructuras laborales polarizadas que impiden a muchos recuperar poder adquisitivo y a otros sí. Una globalización que seguirá presionando a las economías independientemente de si esta se expande o se contrae. En resumen, elementos que inciden día a día no solo en las grandes magnitudes económicas, sino que también inciden en aquel numerito que aparece en nuestra nómina a pesar de qué ocurra con los precios.