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Opinión

No dejarían hablar a Cervantes

No quieren que S’ha Acabat hable en la universidad ni que Cervantes tenga un monumento en Barcelona

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Independentistas destrozan una carpa de alumnos constitucionalistas en la UAB.

Que el torpe izquierdismo, ignaro y sectario, y el separatismo, xenófobo y rabioso, suelen ir de la mano es habitual. Coinciden en la necesidad casi biológica de exterminar al adversario, de impedirle ser, existir, decir “Estamos aquí”. No es de extrañar que las secciones de asalto del separatismo se lanzasen en tromba contra los jóvenes de S’ha Acabat este jueves tratando de impedirles un acto. Su presidenta, Júlia Calvet, lo ha dicho alto y claro “Vendremos aquí las veces que haga falta. No tenemos miedo”. La afirmación es cierta, no como cuando lo dijeron la Rovira o la Gabriel, que pusieron pies en polvorosa y no pararon de correr hasta la Suiza capitalista. Al menos, en esta ocasión el rector permitió a la fuerza pública acceder al recinto universitario y salvaguardar el derecho a la libre manifestación y expresión de los jóvenes constitucionalistas. Hubiésemos querido ver lo mismo en anteriores ocasiones, como cuando unos encapuchados secuestraron la universidad pernoctando en el mismo despacho del rector o cuando a Cayetana poco menos que la linchan. No hay violencia sin permisividad.

A los separatistas de porra y cóctel Molotov les disgusta que se hable de libertad, de Constitución, en fin, de España. Y que lo hagan sus compañeros, gente que estudia, que trabaja y que se esfuerza. A los golfos apandadores del separatismo lo que les gustaría es una universidad, en catalán, por supuesto, a la que no hiciese falta ni acudir para que te dieran el título. Pero con España, ya se sabe, la libertad del zángano chulo y más tonto que Abundio no se garantiza. Al menos hasta hace muy poco. En ese surco torpe y torcido podemos incluir al ínclito ayuntamiento barcelonés y su no menos ínclita alcaldesa, alcaldese o alcaldeso Ada Colau. Ella, los inefables socialistas de Collboni y los de Esquerra rechazaron el otro día una propuesta de Ciudadanos para que se erigiera una estatua de Don Quijote y Sancho Panza en honor a su creador, don Miguel de Cervantes Saavedra. ¿Motivos del rechazo? En Barcelona ya existen numerosas referencias al glorioso autor. Mire, doña Colau, existe una calle, Cervantes, justo al ladito del ayuntamiento, además de un parque al final – o a la entrada, según se mire – de la Diagonal, la Rosaleda de Cervantes. Y pare usted de contar. No le diré si se ha leído usted El Quijote, porque seguro que se lo sabe del derecho y del revés dada su cultura enciclopédica. Así que resulta ocioso comunicarle que Cervantes fue uno de los primeros, y quizá el más prestigioso, de los apologistas de esta ciudad, Barcelona.

Pero seguir insistiendo es predicar en el desierto. Cuando hace algún tiempo los matones separatistas reventaron un acto en honor a Cervantes en la Universidad Central de Barcelona lo dije e incluso creo que lo escribí: si don Miguel viviese ahora, estos fanáticos no le dejarían hablar. Por español, que es lo mismo que ser facha. Eso es lo que le pasa a usted, alcaldesa. A nazis y comunistas Cervantes les incomoda porque representa el culmen de las letras españolas, y eso, a usted, que dice que quien quiera que sus hijos se eduquen en español debería pagárselo de su bolsillo, es lo que le escuece. El manco de Lepanto, el soldado de España trastocado en inmortal autor, es todo lo que ustedes son incapaces, no ya de alcanzar, sino de comprender. Si permitiesen que se hablase de Cervantes, lo que sería equivalente a dejar que su recuerdo trajera de vuelta su voz, quedaría retratada la auténtica altura de toda su banda, altura de pigmeos políticos que solo saben odiar, prohibir y, eso sí, cobrar con displicencia digna de mandarín oriental.

A los matones de la universidad, futuros cargos públicos en este país que cada día se parece más a un basurero moral, les molestaba del acto de S’ha Acabat lo mismo que le molesta a usted una estatua de Don Quijote. Les cabrea que eso sea España, que esa sea una cultura y un idioma que ha triunfado en todo
el orbe, que ahí, en Cervantes, hay crítica lúcida, reflexión profunda y un nivel literario inconmensurable. Lo mismo que les molesta todo lo que pone en evidencia su fealdad de alma, su grotesca ideología, su perversidad política y su desmedido afán en instaurar una dictadura para mejor ocultar sus tremendas carencias. Un panorama horrible, porque no hay peor tirano que el tirano tonto.

Efectivamente, ustedes no dejarían hablar a Cervantes.

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