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Opinión

El timo del New Deal Verde europeo

La presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

La Unión Europea hace tiempo que deambula por la cuerda de un funambulista. Si no llega a ser por Mario Draghi ya estaría finiquitada. Pero no aprenden, continúan erre que erre. Lo último, el Plan de Financiación para la Transición Ecológica. Dicho documento sostiene que el sector público debe “asumir el liderazgo, pero los actores privados son los que deberán proporcionar el volumen” de la tremenda transformación económica, social, tecnológica e industrial en marcha. De nuevo nos la quieren meter doblada, a los europeos en general, pero, muy especialmente, a los ciudadanos del sur. Los mecanismos de mercado son insuficientes. Se pretende favorecer una nueva extracción de rentas con la excusa del cambio climático, cuyo único beneficiado, en la sombra, será el sector industrial alemán y sus satélites de mano de obra barata, los antiguos países de Este. Y todo ello aderezado con que el resto de Europa les financiemos sus ocurrencias y que, además, hagamos restricción fiscal. ¡Qué linces! Espero que desde España, Francia, Italia y Portugal se plante batalla, y de la dura.

Vayamos por partes. Tal como se ha presentado el plan de la Comisión (denominado en inglés Sustainable Europe Investment Plan o SEIP) no es ningún instrumento que pretenda sacar a Europa del declive y fatiga de los últimos años. Se propone utilizar recursos del Presupuesto comunitario para “estimular la inversión; diseñar un marco legal que facilite y atraiga el capital privado; y reservar partidas especiales para los socios de la UE menos ricos y para las regiones con alta dependencia de fuentes energéticas o industrias con gran nivel de emisiones”. Palabras huecas. Un New Deal Verde debería ser disruptivo, con ingentes cantidades de dinero público, con el papel primordial del Banco Central Europeo, y tendente a reducir la tasa de paro a la mínima expresión. En definitiva, política fiscal de verdad, no aquella encaminada a financiar y nutrir los bolsillos de los lobbies de turno.

Si leen con una mínima atención verán que el plan de financiación es mera ingeniería financiera. Los teutones no contentos con haber desindustrializado y empobrecido al sur de Europa, eso sí, con la “inestimable” ayuda de las élites patrias (véase el documento 20 years of the Euro: Winners and losers del instituto alemán Centre for European Policy); no contentos con unos tipos de cambio que no les corresponden, principal responsable de sus indecentes superávits por cuenta corriente; no contentos con el hecho de que los trabajadores de la periferia europea subvencionen los incrementos salariales de los suyos; ahora pretenden más sacrificios a los sufridos habitantes del sur. Polonia, Alemania y Rumanía se repartirán más del 50% de los 100.000 millones del Fondo de Transición Energética, “por disponer de una producción energética más contaminante”. A España solo le correspondería el 4%. Hilarante.

El Estado emprendedor

En Europa, las élites políticas y económicas se han creído su propio oxímoron. Se ha asumido un enfoque empresarial basado exclusivamente en la maximización del valor para los accionistas, en lugar de la reinversión y el crecimiento económico. Todo ello aderezado con el abandono ideológico de la inversión y el gasto público como motor de la innovación. La realidad es tozuda, todas las inversiones revolucionarias proceden del sector público. Repito, ¡todas! Harían bien nuestros aprendices a políticos en leer a Mariana Mazzucato, especialmente su libro The Entrepreneural State Debunking Public Vs Public Sector Myths. Como resultado, hoy, tecnológicamente hablando, Europa se ha quedado detrás ya no solo de Estados Unidos, sino, muy especialmente, de China, en temas como la tecnología 5G, baterías eléctricas de aluminio, energías renovables, minería de datos, inteligencia artificial…

El papel que nos “asignaron” implicaba una desindustrialización masiva, una tercerización de la economía y una bancarización excesiva

En nuestra querida España, la situación se hace todavía más enrevesada. El sector privado ha sido incapaz de generar empleo suficiente, mientras, a su vez, las autoridades económicas abandonaban el uso de la política industrial activa. España, desde la entrada en vigor del Tratado de Adhesión a la Comunidad Europea, es un ejemplo de por qué el libre mercado y la globalización, tal como se ha diseñado, no funciona. Se exigió a España una reconversión industrial y una liberalización y apertura de sus mercados de bienes y servicios, que unidos a la libre movilidad de capitales, acabó siendo absolutamente nefasto para nuestro devenir futuro. El papel que nos “asignaron” implicaba una desindustrialización masiva, una tercerización de la economía y una bancarización excesiva. Como corolario, solo crecíamos vía burbujas, que cuando estallaban nos empobrecían. Y ahora pretenden desengancharnos del Plan de Inversión Europea Sostenible.

El sur de Europa debe reclamar un New Deal inclusivo, para todos, que por definición es inversión pública. Y el entorno actual, Teoría Monetaria Moderna (TMM), es ideal para ello. Solo un dato para entender el entorno TMM. El Banco Central de Canadá, nada sospechoso, ya compra, al margen de las subastas competitivas, entre el 15 y 20% de las emisiones de deuda del Tesoro canadiense. Pues ¡no!, aquí en Europa siguen sin entender nada. La propuesta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, es un New Deal Verde basado en meros mecanismos de mercado, donde sean las empresas privadas las que extraigan las rentas derivadas de los esfuerzos colectivos contra la emergencia climática. Pero estas ni tienen ni tendrán el musculo necesario para implementarlo. Mientras tanto, hasta ahora, el único New Deal serio encima de la mesa es el de las nuevas Rutas de la Seda de China.

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