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Opinión

Nerón Sánchez

Hay increíbles paralelismos entre el emperador de Roma y el de Ferraz

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

Nerón Claudio César Augusto Germánico. Así ha pasado a los anales de la historia el tirano conocido por Nerón. De todas las figuras del Imperio Romano es junto a Julio César y Calígula la más conocida. Veamos lo mucho en común que tiene con Pedro Sánchez. Ambos llegaron al poder tras la muerte, física en un caso, política en el otro, de quien les había encumbrado. Nerón, con su tío Claudio; Sánchez, tras Susana Díaz y Patxi López. De los dos destacan su ambición, sus medidas despóticas, y no vacilar a la hora de eliminar a sus enemigos. Otra salvedad: Nerón los ejecutaba, Sánchez simplemente los fulmina con un cese.

Nerón carecía de escrúpulos y matando era un demócrata que no hacía distingos entre propios y ajenos. Asesinó a su madre Agripina y a su hermano Británico. Y si bien es cierto que ni Lastra es la madre de Sánchez ni Ábalos su hermano, Sánchez los ha fulminado cuando le han sido inutilizables, igual que con otros muchos. Véase el caso de Iceta. Los tiranos son feroces cuando se trata de suprimir a quienes consideran amortizados o molestos.

Los tiranos son feroces cuando se trata de suprimir a quienes consideran amortizados o molestos

Llegando al incendio de Roma en el que, tradicionalmente, se pinta a Nerón tocando la lira mientras ardía la urbe, nos apresuramos a refutar ese infundio. Suetonio y Dion Casio, historiadores adversarios del funesto emperador, se inventaron esa poderosa imagen pero, en honor a la verdad, cuando Roma quemaba por los cuatro costados el susodicho no se encontraba en la ciudad, sino en Atrium. Retornó precipitadamente a la capital imperial para ponerse al frente del tremendo desastre y, digámoslo todo, abrió su palacio a los perjudicados romanos sufragando de su propio bolsillo las ayudas a estos. El presidente no tan solo no ha abierto jamás sus palacios a nadie, sino que se halla habitualmente lejos de donde arde el fuego político, enviando a un propio, llámese antes Illa o ahora Albares, a que peche con los venablos de la oposición.

Sánchez podría ser acusado, eso sí, no de tocar la lira, sino de tocarse lo pelendengues mientras España está ardiendo debido a los innumerables conflictos que tiene: huelga de transportistas, protestas de agricultores y ganaderos, autónomos, pescadores, saharauis, partidos de la oposición y sus socios de investidura y sigan ustedes contando. Eso sí, en lo que Nerón y el presidente coinciden es en la estrategia ante la calamidad: el primero echó la culpa de a los cristianos para desembarazarse de ellos, mientras que el segundo dice que la huelga del transporte es culpa de VOX, de la extrema derecha y vayan a saber si llegará a decir que de Franco. El emperador aprovechó la ocasión para cargarse a los apóstoles Pedro y Pablo; Sánchez es posible que haga lo mismo pero no con ningún santo, sino con Podemos, abrazando la fe del apóstol de la gran coalición Núñez Feijoo.

El fin del sátrapa romano es harto conocido. Tras huir de Roma sabiendo que iban a prenderlo por orden del Senado, que lo había declarado enemigo público, decidió ordenar a su secretario Epafrodito que lo apuñalase. Célebre es su última frase: “¡Qué artista muere conmigo!”. Ignoramos cuál será la muerte política de Sánchez y si esta provendrá del mismo PSOE, de las urnas o de ambas cosas, pero no dudamos que su pensamiento en tal circunstancia será paralelo al de Nerón. E intuimos que esa defunción política acaso no esté muy lejos. Es la némesis de los tiranos, pasar a la historia de la infamia por sus yerros y culpas. Incapaces de hacer el bien acaban por abrazar la causa del mal.

Citando a Virgilio Flectere si nequeo superos, acheronta movebo. Ahí lo dejo.

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