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Opinión

La necesaria monetización del gasto de la pandemia

El primer ministro británico, Boris Johnson.

Sí, por fin alguien se ha atrevido y ha sido, tal como predijimos, Reino Unido. Los británicos, de la mano del Banco de Inglaterra, sin duda el mejor banco central del mundo, van a financiar el gasto derivado del Coronavirus monetizándolo, nada de emisión de nueva deuda. Para eso el Tesoro tiene su cuenta en el Banco Central. Será temporal, lo sé; tiene letra pequeña, también lo sé; pero es un primer paso, nada desdeñable, distinto y muy positivo. Ya durante la Gran Depresión, Reino Unido fue el primero en abandonar el sesgo deflacionario de la ideología del patrón oro, lo que le permitió escapar de lo peor de la Gran Depresión, si bien liberales y laboristas no consiguieron promover la recuperación de manera más agresiva. Para ello tuvimos que esperar al New Deal de Frank Delano Roosvelt. Ojalá aparezca al otro lado del Atlántico un nuevo Roosvelt. Sin duda ése era Bernie Sanders, pero la miopía del establishment demócrata, y la incapacidad de Elizabeth Warren de darle su apoyo, cuando ya ésta estaba finiquitada en su lucha por la candidatura a la presidencia de los Estados Unidos, lo impidieron, al menos temporalmente. Si nada, ni nadie lo impide, la presidencia de los Estados Unidos la disputarán dos individuos anodinos

La manera de hacer frente a la crisis sanitaria de la Covid-19, desde el punto de vista de la política económica, se debe desarrollar en dos fases. La primera, durante el período de confinamiento, que debe y tiene que ser lo más estricto posible. En esa fase se para la producción y la economía experimenta una fuerte recesión de naturaleza exógena. Los gobiernos deben intervenir con un estímulo fiscal masivo para garantizar que la ciudadanía pueda permitirse lo básico -alimentos, vivienda, atención médica…- y que las quiebras de empresas, a su vez, sean las mínimas posible. Solo hay una alternativa, la monetización directa, que es lo que acabarán haciendo las naciones libres con soberanía monetaria. O la propuesta del BCE, que, como detallamos, supone un mecanismo tortuoso, pero tiene el mismo efecto que el de un soberano monetario que puede disponer de un descubierto en su cuenta del banco central.

Pero hay una segunda fase, exactamente desde el momento que termina el confinamiento y debemos descongelar la economía. Según la magnitud del destrozo, proporcional a la cortedad mental e ideológica de las autoridades monetarias y económicas, se necesitará un plan de reactivación. Se necesita un New Deal Verde masivo. Propuestas como las que pululan por Europa resultan grotescas al movilizar una cantidad de recursos ridículas y basarse en mecanismos de mercado. En su momento detallamos la propuesta de Bernie Sanders, vinculada a la teoría monetaria moderna y al plan de trabajo garantizado. Solo la puede implementar el Estado. Ya se hizo en el pasado con Franklin Delano Roosvelt y funcionó. Durante varios años hemos creído que una forma plausiblemente eficaz de curar al mundo de su adicción a los bajos tipos de interés sería un estímulo fiscal significativo y sincronizado a nivel mundial. ¡Ojalá sea así!

Un tejido productivo destruido

Conforme Reino Unido asumió que el gasto del coronavirus se monetizaría, aparecieron diversos medios de comunicación haciendo referencia a Zimbabue, Venezuela o la República de Weimar. De nuevo los medios de desinformación masiva haciendo de las suyas. Las ideas de la teoría monetaria moderna (TMM) no se pueden aplicar en cualquier entorno. Solamente los países con soberanía monetaria, tipos de cambio flotantes y emisión de deuda soberana en moneda local pueden aplicar las recomendaciones de la TMM. Ni Zimbabue ni Venezuela ni la República de Weimar son ejemplos de TMM, porque bajo los entornos en que se desenvolvían sus economías no se podían implementar las recomendaciones de política económica de la TMM, jamás, además de presentar un tejido productivo totalmente destruido.

Pero tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, los gobiernos que emiten sus propias monedas, bajo tipos de cambio flotantes y emisión de deuda soberana en moneda local, ya no tienen que financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden quedarse sin dinero. Sencillo, ¿verdad? Resumiendo, los contribuyentes, bajo entorno TMM, no financian nada. Para hacer frente a ciertos bulos, esparcidos por quienes nos ofrecen pócimas y recetas cargadas de ingredientes tóxicos, les recomiendo leer el primer manual de macroeconomía TMM, “Macroeconomics” de William Mitchell, Randall Wray y Martin Watts, publicado por la editorial Macmillan International.

Cualquiera puede emitir dinero; el problema es conseguir que se acepte. La capacidad de imponer impuestos (u otras obligaciones) hace que el "dinero" de un país sea valioso

Muchos de los artículos negativos que he leído sobre el TMM utilizan un método burdo: tratar de tenderle una trampa para derribarla, sin ni siquiera entender los elementos esenciales de la misma. Veámoslos sucintamente. El primero, fundamental, el dinero es una criatura del Estado. El dinero es efectivamente un pagaré (IOU). Cualquiera puede emitir dinero; el problema es conseguir que se acepte. La capacidad de imponer impuestos (u otras obligaciones) hace que el "dinero" de un país sea valioso.

Segundo, la comprensión del entorno monetario es vital. El régimen monetario bajo que un país opera es importante. Cualquier país que emita deuda sólo en su propia moneda y tenga un tipo de cambio flotante es monetariamente soberano. Esto significa que no se le puede obligar a pagar su deuda, es decir, los Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Suecia, Suiza, Dinamarca, Canadá, Nueva Zelanda, Islandia… pero no la Eurozona ni la mayoría de los mercados emergentes.

Una descripción operativa del sistema monetario es clave. Comprender que los préstamos crean depósitos (que a su vez crean reservas, es decir, dinero endógenamente) es un punto de partida mucho más realista que el punto de vista general de que los depósitos crean préstamos. Por ejemplo, conocer que el gasto público crea reservas y reduce los tipos de interés es vital para entender el mercado de bonos de Japón. Hemos recomendado hasta la saciedad los análisis en esta línea del Bank of England.

Generar pleno empleo

La política fiscal es mucho más potente que la política monetaria. La política fiscal debe orientarse a la generación de pleno empleo al tiempo que se mantiene una inflación baja (en lugar de, por ejemplo, lograr un presupuesto equilibrado). Un plan de empleo garantizado es un ejemplo de una opción política útil para este resultado a los ojos de la TMM. Ya detallamos en varios artículos la alternativa de trabajo garantizado.

Los límites a los que se enfrenta una economía, son límites reales de recursos y ecológicos. Si cualquier sector de la economía lo empuja más allá de los límites de la capacidad, entonces se producirá una inflación. La inflación no es un fenómeno monetario. Los límites que importan son reales -personas, máquinas, fábricas-, no las restricciones de "financiación".

La deuda privada importa. Incluso en un Estado monetariamente soberano, la deuda privada importa. El sector privado no puede imprimir dinero para pagar sus deudas. Como tal, tiene el potencial de crear una vulnerabilidad sistémica. Piensen ustedes en la hipótesis de inestabilidad financiera de Minsky: la estabilidad engendra inestabilidad.

Hooligans de la ortodoxia

La contabilidad macro (al estilo de los Balances Sectoriales de Wynne Godley) nos dice la verdad. La deuda de un sector es para otro un activo. Por lo tanto, la deuda del gobierno es el activo del sector privado. Entender cómo un sector se relaciona con otro utilizando un marco de equilibrio sectorial es muy útil, como lo es entender la ecuación de beneficios de Levy-Kalecki, o la forma en que las reservas trabajan en un del sistema financiero. La contabilidad no es glamurosa, pero las identidades sectoriales ayudan a detectar situaciones insostenibles.

Frente a la TMM, las críticas del pensamiento gregario caracterizado por su tendencia a examinar muy pocas alternativas; su falta de evaluación crítica de las ideas de los demás; su alto grado de selectividad en la recopilación de información (manipulación); su “racionalización” de malas decisiones económicas; su ilusión de invulnerabilidad, moralidad compartida y de unanimidad. El hecho de que en algunos casos ni siquiera se moleste en leer -por no hablar de entender- los elementos del TMM, junto con los insultos, sugiere que esos economistas actúan como hooligans defendiendo una ortodoxia rota, y no como académicos. Tan sencillo como evaluar una idea por sus méritos.

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