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Opinión

Un negocio llamado nacionalismo

El expresidente de la Generalitat de Cataluña Artur Mas

Las actuaciones de la Guardia Civil dirigidas por un Juez de Barcelona contra la trama de corrupción de empresarios vinculados al 'procés', conocidas como operación Voloh, han vuelto a poner de manifiesto que el nacionalismo catalán no es sólo un movimiento político, sino también un lucrativo negocio, en el que los favores, las comisiones y las puertas giratorias funcionan incesantemente.

Uno de los detenidos, David Madí, mano derecha de Artur Mas, dejó la política activa en 2010 para fundar su propia empresa de consultoría: Nubul Consulting. Enseguida se convirtió en el representante de empresas como Endesa, Telefónica, Applus+ y Deloitte en Cataluña. ¿Qué tipo de consultoría ofrecía Madí, exactamente? ¿Qué conocimientos o experiencia lo avalaban para asesorar a empresas de sectores tan complejos y diversos? Ninguna. Madí era sencillamente un conseguidor: gracias a sus contactos, se aseguraba un trato preferente de la Generalitat, diputaciones y ayuntamientos a las empresas que le pagaban generosamente. Consulting: una etiqueta moderna y cool para el tráfico de influencias de toda la vida.

Madí es el típico pijo convergente, supremacista y clasista, de aquellos que consideran a Cataluña su propiedad y al español “la lengua de las criadas” (en definición de su amigo Salvador Sostres). Otro de los detenidos, Xavier Vendrell, presenta un perfil más “explosivo”. En los años 80 militó en Terra Lliure y participó en varios atentados. En 1991 ingresa en ERC y desarrolla una carrera política ascendente que culmina en el Govern Tripartit, en donde se hace famoso por enviar cartas a altos cargos exigiéndoles el pago de un “impuesto revolucionario” para ERC. Al dejar la política se asocia con Jordi Roche, expresidente de la Federación Catalana de Fútbol, para desarrollar negocios hoteleros. El más conocido de ellos es Villa Bugatti, asentado en un terreno que multiplicó su valor gracias a las recalificaciones del ayuntamiento de Cabrera de Mar, y en donde se realizan todo tipo de eventos. En uno de los más recientes, el expresidente de la CEOE Juan Rosell anunciaba su alianza con Vendrell para “facilitar la expansión internacional de empresas catalanas”. ¡Chúpate esa!

El hermano de Junqueras

En los últimos años los dirigentes de ERC se han beneficiado de la creciente fuerza política de su partido y han ido ganando cuota de mercado en este particular negocio. Uno de los casos más significativos lo protagoniza Roger Junqueras, hermano de Oriol. Su carrera como directivo de Ferrovial, empresa involucrada en el caso Palau, transcurre en paralelo a las suculentas adjudicaciones que ha ido obteniendo de la Generalitat.

Algunos empresarios colaboran económicamente con el nacionalismo por convicción, otros por interés. Porque deben favores del pasado, o porque esperan recibirlos en el futuro. Las empresas foráneas que quieren trabajar en Cataluña y que dependen de licencias, permisos o adjudicaciones de la Administración saben que tienen que pasar por el aro. Todos ellos sospechan que, mande quien mande en Madrid, en Cataluña los negocios se harán como siempre.

No es descabellado interpretar el procés como una reacción furibunda de las élites políticas, económicas, mediáticas y culturales nacionalistas para mantener su negocio a salvo y su cortijo bien vallado, después del estallido del caso Pujol y la implosión de CiU. A las élites madrileñas, acostumbradas a los tejemanejes y componendas con el nacionalismo catalán, siempre les costó entender por qué éste estaba tensando tanto la cuerda, llevando tan lejos el desafío.

El Gobierno de Mariano Rajoy tuvo la oportunidad de cambiar el statu quo, pero carecía del coraje y la inteligencia necesaria, y estaba demasiado ocupado en sus propios problemas. Con la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa, el cielo se ha vuelto a abrir para el nacionalismo catalán. Su dependencia de los votos nacionalistas es la mejor garantía de impunidad y de continuidad para el negocio.

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