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Opinión

Prisa, Monzón y las cosas del querer

Javier Monzón, presidente no ejecutivo de Prisa

Tiene España algo especial que hace que todo lo que se considera sistémico está impregnado de la esencia del capitalismo castizo, formado por unos cuantos privilegiados a los que el negocio les ha deparado unas cuantas buenas noticias y el BOE, otras todavía mejores. Quizá porque cuesta en esta tierra eliminar la esencia del cacique y el caudillaje y que todavía existe cierta tolerancia hacia estas prácticas, las del yo te doy para que tú me des o me dejes tranquilo, que son las que han permitido que este sistema se mantenga casi intacto, pese al paso de los años. Entre las realidades que más cuesta entender de todas las que genera esta forma de intercambio está la de Prisa, presidido por Javier Monzón, por la influencia de Ana Botín.

Trascendía este viernes que la Fiscalía Anticorrupción había solicitado la imputación del señor Monzón, dentro de las pesquisas del caso Púnica, que, entre otras cosas, investiga la presunta financiación irregular del Partido Popular de la Comunidad de Madrid. En este caso particular, los hechos tienen que ver con las supuestas aportaciones de al menos 600.000 euros que Indra habría realizado a la caja de caudales de la formación política mientras Monzón era presidente de la compañía tecnológica (1992-2015), tal y como detalla este sábado El Confidencial.

La situación es compleja para Prisa, aunque no insalvable, dado que la dueña del periódico más leído y la radio más escuchada de España ha demostrado históricamente una capacidad felina para volver a nacer, pese a sus coqueteos con los desfiladeros. En los últimos años, lo ha hecho gracias a fondos de inversión como el de Nicolás Berggruen (prácticamente santificado en El País) y el de Joseph Oughourlian, pero también como consecuencia de la generosidad interesada de algunos de los pilotes sobre los que se asienta el particular capitalismo patrio.

Salvar a Prisa

Porque hubo un día en el que los César Alerta, Emilio Botín, Isidro Fainé y compañía decidieron que sería una buena idea incrementar su influencia en los medios de comunicación. Que no era poca, por cierto, dado que ya se sabe que quien paga tiene privilegio, pese a que el honor no sea su principal virtud. Pero, entonces, estos empresarios decidieron auxiliar a Prisa, con una deuda de más de 5.000 millones de euros, el grifo del crédito cerrado a cal y canto y los enterradores llamando a la puerta, por si hacía falta que tomaran las medidas al moribundo. Entonces, se articuló una curiosa operación de rescate por la que varios bancos y sus accionistas (entre ellos, Santander y CaixaBank) capitalizaron una parte de sus adeudos; y Telefónica adquirió varias decenas de millones de euros en bonos convertibles en acciones. A esto hay que sumar la posterior compra de Digital Plus por parte de la 'telco', que también ayudó a aliviar las urgencias de Prisa. Desde entonces, nada ha vuelto a ser lo mismo.

La participación de CaixaBank se ha diluido desde entonces, mientras que Telefónica hace unos años puso la suya en venta, aunque todavía no se ha deshecho de ella, cosa que cada día que pasa llama más la atención y pone en cuestión el discurso de Álvarez-Pallete, sobre los objetivos de la nueva Telefónica. La historia de Santander es diferente: el banco ha jugado un papel clave en las dos últimas ampliaciones de capital de Prisa (2018 y 2019) y tiene entre sus acreedores a accionistas significativos como los Polanco. Sobra decir que, pese a que desde el entorno de Monzón se empeñan en destacar su independencia, no ocuparía la posición de presidente ejecutivo si el banco de Botín no tuviera tanta influencia en el devenir de la compañía.

Conviene recordar que Javier Monzón ejerce de forma simultánea de 'chairman' de Prisa y de OpenBank, la filial digital de Santander. En el grupo fue reclutado como consejero independiente -ya no lo es- por Botín. Y, por cierto, hasta hace no mucho también fue vocal en el órgano de Gobierno de Ferroglobe, filial de OHL, donde han tenido ciertos contratiempos como consecuencia de la investigación de Púnica. Parece que ya no puede uno estar tranquilo.

Las normas de buen gobierno de Prisa obligan a sus consejeros a cumplir la siempre vaporosa exigencia de la honorabilidad. Según recuerda El Confidencial en el mismo artículo citado anteriormente, también a que sus vocales pongan su puesto a disposición del Consejo en el caso de que los procesen. Habrá qué ver cómo se desarrollan los acontecimientos en el caso de que finalmente sea imputado, cosa, hoy por hoy, no confirmada, todo sea dicho.

Riesgos

Pero éste era uno de los riesgos a los que se exponía Prisa cuando decidió ponerse en manos de los amos del capitalismo castizo para salvar su vida. Y, más allá de la estructura de su Consejo de Administración y de la tensión existente entre su principal accionista, Amber Capital, y Santander, lo que causa cierto sonrojo es que dos de los medios de comunicación más influyentes de España -y quizá los más representativos de los aciertos y los fallos del periodo democrático- estén a merced de las corrientes que se desaten en estas empresas. No hay que olvidar que Monzón ya tenía una influencia importante en Prisa cuando en su sala de máquinas se decidió que El País y la SER no debían tener dejes ideológicos más allá de la socialdemocracia. O, mejor dicho, de la ideología que encarne el PSOE. Poco después, cambiaron de director, Pedro Sánchez llegó a la Moncloa y se volvió al oficialismo con una facilidad pasmosa.

Con los años, lo más granado del capitalismo de amiguetes ha aprendido a aplicar este tipo de decisiones con una sorprendente naturalidad, para pasmo de los advenedizos y ante la pasividad de los medios, que encuentran en este entorno algunas de sus principales fuentes de financiación, directa e indirectamente. Hace unos días, trascendía una parte de la demanda que Andrea Orcel interpuso contra Santander por su nombramiento interruptus como consejero delegado. Este tiburón de los mercados recogió grabaciones en las que Botín supuestamente le prometió colocarle como CEO o como presidente de alguna de las cotizadas de su influencia si optaba por no ir a la guerra contra Santander. 

El hecho de que este tipo de apaños pudiera derivar en un cambio en la dirección de una compañía debería generar pavor en los accionistas e indignación en todo el que lo lea. Y, desde luego, la presencia de Monzón en Prisa no es casualidad. La pregunta es hasta qué punto causará incomodidad en este grupo mediático la petición realizada por la Fiscalía Anticorrupción.

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