Opinión

Mónica Oltra y la izquierda impune

Creía al menos que apoyar la ocultación de abusos sexuales a menores era una cuestión de degenerados, pero ha resultado ser algo que identifica a la izquierda en el poder

Mónica Oltra y la izquierda impune
Mónica Oltra, en una imagen de archivo. EUROPA PRESS

Siempre creí que, al menos, existiría un suelo común en este país, por muy reducido y hundido que estuviese en las capas más profundas. Creía al menos que apoyar la ocultación de abusos sexuales a menores era una cuestión de degenerados, pero ha resultado ser algo que identifica a la izquierda en el poder, especialmente a la sección femenina.

Ningún dirigente de izquierdas ha levantado la voz por el repugnante caso de Oltra, que ha recibido su apoyo. Esto inhabilita a Yolanda Díaz y cualquiera de la izquierda, cómplice del silencio, para tener un cargo, aparecer en público y menos para legislar sobre infancia ni abuso sexual.

Ser de izquierdas en un mundo donde esa militancia culturalmente hegemónica no siempre está relacionado con la ideología, sino con una forma de ser y una actitud ante la vida, atraída por el inmenso poder impune que proporciona identificarte con la izquierda. Gente que anhela no ser responsable de nada, sino beneficiaria de todo. Constructivista y clasista, al pretender establecer una clase que no se someta a las normas que dicta para los demás. Una especie de identidad del privilegio.

Mónica Oltra ha sido imputada por “una serie de indicios plurales que en su conjunto hacen sospechar la posible existencia de un concierto entre la señora Oltra y diversos funcionarios a su cargo, con la finalidad, o bien de proteger a su entonces pareja (…), o bien proteger la carrera política de la aforada”.

Ni siquiera esta asquerosidad hace que la izquierda se inmute en su sillón. Además, se atreve a alardear de ética y encima de estética. El instinto de poder de la izquierda

“No voy a dimitir. Es una postura ética, estética y política” ha sido la respuesta de la vicepresidenta valenciana. Una desfachatez que sólo puede explicarse porque se sentía y aún se siente impune, porque sabe que cuenta con el poder de una Administración y unos medios que callarían. Ni siquiera al ser acusada de orquestar una trama abusando de su poder con recursos públicos para perseguir y desprestigiar a una niña, víctima de las visitas nocturnas de un depredador cincuentón, de su entonces marido. En esa fría habitación de residencia de menores, en su momento más vulnerable por quien debía protegerla. Ni siquiera esta asquerosidad hace que la izquierda se inmute en su sillón. Además, se atreve a alardear de ética y encima de estética. El instinto de poder de la izquierda.

Puede parecer que el caso alrededor de Oltra es uno de abusos sexuales anecdótico o puntual, como ha dicho con infamia el Presidente socialista Ximo Puig, oficializando que él forma parte de la trama, al menos de silencio. Pero este caso desvela grietas del sistema demasiado profundas y abiertas de las que nadie habla hasta que el edificio se derrumbe.

Deja ver el problema de abusos sexuales y maltrato a menores en nuestro país. Pero también refleja ser un caso de corrupción en la Administración Pública. Trece altos cargos y funcionarios de la Consejería de Igualdad están imputados junto a la que se considera responsable de la trama para perseguir a una menor víctima de abusos sexuales.

El expediente informativo apareció tras la primera condena del exmarido y trataba de determinar que la víctima de los abusos sexuales, Maite de 14 años, en realidad era la agresora y no tenía ninguna credibilidad

Personas que han sido nombradas directoras generales y otros que son funcionarios técnicos participaron supuestamente en montar un procedimiento administrativo paralelo para complacer los intereses de la jefa y amedrentar a la víctima. Aún por demostrar judicialmente si lo hicieron bajo sus órdenes o por propia voluntad, de servidumbre y agradar al de arriba. Esa mentalidad de obediencia al cacique que existe en algunos estratos y rincones de la Administración. El expediente informativo apareció tras la primera condena del exmarido y trataba de determinar que la víctima de los abusos sexuales, Maite de 14 años, en realidad era la agresora y no tenía ninguna credibilidad. El informe caracterizaba a la niña de ladrona, mentirosa, inestable y agresiva.

Oltra pretende hacer ahora lo mismo con quienes la acusan. Dice que no dimite “para defender la democracia frente al fascismo” y que “esto es una cacería de la extrema derecha”, porque Vox es acusación de este procedimiento. Oltra, con esa soberbia del tirano impune, pretende seguir la misma estrategia política que llevó a cabo con Maite. Amedrenta a las víctimas, quienes sufren una Administración secuestrada y utilizada contra el ciudadano para proteger los intereses personales del dirigente contrarios al del administrado. Se coloca ella como víctima de una trama, con la teoría del reflejo, acusando al otro de tus propios actos.

Los medios forman parte importante de la profundidad de las grietas de la democracia y la sociedad sin valores que nos asola. 169 portadas en El País dedicadas a tres trajes de Camps y telediarios que abrieron con ello durante años. El silencio no es sólo de Yolanda Díaz, también de los medios. La estigmatización sobre una parte de la sociedad que se atreve a contestar al poder impune de la izquierda persigue la propia impunidad. Aterrorizar a una sociedad para que no denuncie el abuso de poder y evitar así ser objeto de una cacería. Como hizo Oltra hizo con Maite.

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