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Opinión

De gatillazos parlamentarios

El líder de Vox, Santiago Abascal, interviene en una sesión de control al Gobierno en el Congreso.

No es tiempo de mociones de censura. En la teoría de oposición de los politólogos italianos, auténticos maestros del juego de mayorías y minorías, se subraya que en ningún caso es conveniente hacer nada que beneficie mínimamente a quien se quiere censurar. El motivo es que a la larga solo se recordará la victoria del grande, no el sacrificio del pequeño. El poder no sufrirá daño alguno, sino que habrá recibido un refuerzo.

Esto precisa mucho cálculo, máxime si la moción de censura se hace en tiempos de crisis general; es decir, cuando existe una circunstancia excepcional que provoca pánico económico y social. No hay que perder de vista que ante la inseguridad la gente implora protección al Gobierno. Es el efecto bandera. Por tanto, todo aquel que quiera arrebatar dicha insignia al poder ha de presentar un proyecto mucho más fuerte y protector. No parece que la moción de Vox tenga este perfil.

Pasquino, un politólogo italiano, de cuando la ciencia política era algo más, señalaba que la oposición debe cumplir dos funciones. Ojo, porque ninguna de las dos las cumple la organización de Santiago Abascal, ni invita a nadie, a ningún partido, a ponerse detrás de ella en la moción de censura.

Llenar las plazas no es llenar las urnas, como se vio, como tampoco lo es atascar el tráfico con abanderados. No lo era cuando lo hacía Podemos, o lo hizo el independentismo catalán

La primera de Pasquino es que la oposición debe representar a los electores que no eligieron al Gobierno. Vox es un partido pequeño, el tercero de España, pero nuevo, sin recorrido y sin arraigo en muchos lugares del país. Llenar las plazas no es llenar las urnas, como se vio, como tampoco lo es atascar el tráfico con abanderados. No lo era cuando lo hacía Podemos, o lo hizo el independentismo catalán, y tampoco ahora con los voxistas.

El proteccionismo de Trump

La segunda de Pasquino es que esa oposición debe estar orientada para la defensa de las reglas del juego. Tendría sentido si Vox fuera un partido emblemático en el sostén de los pilares de este sistema europeísta, autonomista y de libre mercado. No obstante, es justo lo contrario. Vox dice que esto es un Estado de Partidos, en el que una oligarquía que domina el régimen del 78 nos ha metido en una Unión Europea y en un Estado de las Autonomías que habría que eliminar. Tampoco parece Vox muy partidario del actual mercado internacional de trabajo y comercio, toda vez que ha resucitado las ideas de la justicia social del patriotismo falangista y adora al proteccionista Trump.

No parece creíble que un partido con esas señas de identidad represente a los once millones de votantes potenciales del centro derecha español. Por tanto, no cumple con ninguna de las dos reglas básicas de Pasquino. Es igual. Podemos dejar a un lado estas dos normas, e ir un poco más allá.

Será ahí donde justamente se juegue la partida, en sumar esos antiguos votantes del mejor Rivera a una opción de la derecha liberal que sea alternativa real de Gobierno

Dada la composición del Congreso, es evidente que tras las gruesas palabras del portavoz de Vox asistiremos a un gatillazo parlamentario. ¿Qué significa esto? Que la derrota de Sánchez no estará en una moción de censura que conseguirá a lo sumo un minuto de gloria en los medios amigos, y horas de felicidad en los órganos gubernamentales. La derrota de Sánchez estará en reunir en las urnas los votos suficientes para ser una alternativa de gobierno.

Todo apunta a que a no tardar de tres fuerzas a la derecha del PSOE solo quedarán dos -PP y Vox-, dada la entrega gratuita de Ciudadanos a Sánchez. Será ahí donde justamente se juegue la partida, en sumar esos antiguos votantes del mejor Rivera a una opción de la derecha liberal que sea alternativa real. La fidelidad del voto a populares y voxistas es muy elevada, superior al 85%, mientras que la de Ciudadanos va bajando desde el 40%. Esa es la clave del futuro.

Nada va a cambiar la moción contra el Gobierno desastroso de Sánchez e Iglesias. Al contrario, serán más fuertes porque se habrá brindado al poder una victoria sencilla. Los partidarios dirán: “De todas maneras, se habrá visto que alguien está en contra de esto”. Pero eso ya se ve todos los días, y cada miércoles en el Congreso. “Se han oído las verdades”. ¿Es que no existen medios libres en España? “Vimos una alternativa sin complejos”. ¿No la hay ahora? “La gente verá una derecha cobarde y otra valiente, porque Casado se arruga”. Eso es demasiado presumir. 

Una sentencia y una mentira

La moción de censura en España está condenada a que se bastardee. La presentó Pablo Iglesias para hacerse publicidad, como Hernández Mancha el siglo pasado. A Pedro Sánchez le salió bien por una mentira -una frase metida en una sentencia por un juez amigo- y una traición a Rajoy -la del PNV, entre otras más cercanas-.

Si el Gobierno sanchista ha perdido toda responsabilidad derivada del respeto a las leyes y a los españoles, sería deseable que no le pasara lo mismo a la oposición. El Gobierno ha convertido la mentira en la nueva verdad, y la palabra dada en una firma en el agua.

Por tanto, sería deseable que la alternativa al sanchismo no solo fuera política y económica, sino también en las formas, en el respeto al espíritu de las instituciones. De lo contrario, y parafraseando al inglés Lineker, la política será un arte que inventó la derecha, para que gane siempre la izquierda.

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