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Opinión

¿Quién tiene miedo de Inés Arrimadas?

Una de las imágenes de la presentación campaña electoral de Ciudadanos

La líder de Ciudadanos en Cataluña recibe a diario fuego en todas direcciones. Sea desde la derecha, sea desde la izquierda, y ya no digamos desde las filas separatistas, esta joven abogada parece haberse convertido en el objetivo de todas las fuerzas políticas catalanas. ¿Por qué?

“Y ustedes ¿por qué no han cantado Els Segadors?”

Con una falta de respeto tremenda al invitado, al representante político y, si me apuran, a la persona, el presentador de las mañanas en TV3, Pere Bosch, le espetaba esta majadería a Inés Arrimadas en una entrevista que parecía más un interrogatorio de la Securitate que lo que corresponde al buen hacer periodístico.

Bosch hacía alusión a que, durante el pleno de constitución del Parlament, cuando, al final, se cantó el himno catalán tal parece que hubo quien no lo entonó entre los diputados naranjas. Inés se lo ha merendado con un par de frases lapidarias. Una, que ella no revisaba quien canta o no en su grupo y, segunda, que le da miedo que en una televisión pública se pongan a revisar los que entonan el himno con fervor y los que no. El presentador, con ese aire de superioridad de plástico que tienen estos chicos, le ha dicho con cara de conmiseración que no se lo tomase así, porque aquello no era una caza de brujas.

No. Existe una caza de brujas tremenda contra la dirigente de Ciudadanos. Se ve a diario en Twitter, en la que notorios pezzonovantes del separatismo la insultan, la vejan, intentan ridiculizarla, se inventan historias acerca de ella, de su familia, de sus orígenes, de su trayectoria. Todo vale contra Arrimadas, parecen haberse dicho algunos. Si toda esa ola de basura, que descalifica a quien la arroja y no a quien la recibe, proviniese solo de los locos estelados, de esos a los que la lengua les parece más importante que las escuelas o las banderas que la sanidad, siendo repugnante, sería lógico. Inés representa a día de hoy, con el partido más votado en las últimas elecciones, a todas las personas que en Cataluña ansían vivir como seres normales y quieren tener que preguntarse cada mañana al despertarse si quieren más o menos a España, a Cataluña, a Europa y en qué tanto por ciento. Inés y su formación política, que podrá gustar más o menos, ahí no entro, ha sabido recoger algo que en estas tierras se echa de menos hace muchos años: la normalidad. Normalidad para hablar de todo sin temor a que el censor estelado te largue una reprimenda o la Generalitat te imponga una multa.

De ahí que sea sorprendente que muchos de los venablos dirigidos a esa jerezana, catalana porque le da la gana, sean lanzados desde la izquierda, bueno, eso que llaman izquierda en Cataluña. Ya sabrán ustedes que aquí somos maestros en adjetivar, como sentenciaba Josep Pla, excusando su hábito de fumar liándose un cigarrito con el pretexto de que eso le iba genial para encontrar el adjetivo preciso. Los Comuns, progres de IPhone y Tablet último modelo, revolucionarios subvencionados por el sistema que dicen querer destruir, no la tragan. También es lógico. Arrimadas encarna todo lo que ellos no son. Abogada, con una buena carrera profesional antes de dedicarse a la política, bilingüe sin complejos, poseedora de una buena técnica oratoria y con argumentos demoledores que deshacen como un cubito de hielo en un gin tónic ingerido en un hotel de lujo por un Común o uno de las CUP sus banalidades. Le tienen manía. Claro. Ahora, los del PSC, le tienen aún más ojeriza, si cabe. Si pudieran, la enviarían a Sebastopol a contar iconos.

La rabieta socialista ante Ciudadanos

Tanto Comuns como PSC parten del mismo punto respecto a Ciudadanos: es un partido de derechas y no se hable más. La esquizofrenia de los socialistas catalanes, aquí, es total. Sus conmilitones andaluces gobiernan con el apoyo de la formación naranja, Pedro Sánchez buscó apoyarse en ellos para su fracasada investidura, pero Miquel Iceta los ha sentenciado. Con las derechas, nada de nada. No es un problema de falta de inteligencia, porque Iceta lo es, y mucho. Sabe perfectamente que el partido de Arrimadas es de centro y profesa un ideario social-liberal. Es un problema de rabieta, de resquemor, de prejuicios, de porque sí. Iceta es total y absolutamente visceral en algunos temas y este es uno de ellos. El Fred Astaire de la social democracia catalana no admite que mucho de lo perdido por su partido se haya marchado al de Albert Rivera. Solo hay que repasar las listas de dirigentes y militantes de C’s en Barcelona capital, en las ciudades de la corona metropolitana, en las grandes capitales catalanas, para encontrarte a numerosísimas personas que habían militado en el PSC. ¿Por qué ese trasvase? Por el tema de la independencia, claro. Y, en lugar de hacer autocrítica, Iceta monta en cólera, pilla una rabieta colosal y decide que a Inés y a los suyos, ni agua. Vaya por Dios.

Uno estaría tentado, si pudiese caer en tales tentaciones, que líbrenos el Señor, de sugerirle al líder socialista catalán que se ha equivocado a la hora de elegir pareja de baile. Prefiere bailar con una escoba antes que con esta mujer a la que suponemos la misma elegancia danzando que la que tiene descendiendo de su escaño cuando se dirige hacia el atril de oradores en el Parlament. Y que no se nos diga que Iceta es muy exigente a la hora de trenzar unos pasos de baile político. Por bailar, ha bailado hasta con Ada Colau que, por cierto, le ha dado muchos pisotones, acabando por romper el pacto que mantenía con el y con Jaume Collboni en el ayuntamiento de Barcelona.

Me preguntaba en el titular de este billete quien tenía miedo de Inés. Fíjense, creo que todos aquellos que se han pensado que, con dar cuatro besitos a niños y recorrerse tres mercados ya tienen la faena hecha"

Mientras escribo estas líneas me viene a la cabeza otro argumento en el que no había caído. A lo mejor lo que les molesta a los izquierdosos de visa oro es que Inés sea de cristal. Me explico. No parece atormentada por nada ni por nadie ni una persona que busque en la política una catarsis. Lo que se ve es lo que hay, insisto, guste más o menos. Si es telegénica es porque es así, si habla bien es porque supo aprovechar su carrera como jurista, si tiene la mente despejada es porque la tiene, no porque la hayan fabricado un grupo de asesores políticos. Cuando habla desde el escaño, o desde un plató, o en la calle a una señora que vende periódicos, es la misma porque no hay caretas ni sonrisas profidén.

Eso inquieta enormemente a todos, incluso a los del PP, ya que estamos. La “chica” pepera, la sociata, o la indepe, parecen hechas en serie, excepciones aparte, que de todo hay. Tienen algo de voz impostada, de adaptarse al cliché que parece que su partido espera de ella. El traje chaqueta para unas, el pañuelo palestino para otras, y todas, eso sí, con el tópico en la cara como maquillaje ad hoc. Siempre. Inés no. En su partido hay personas, no chicas ni chicos, o al menos así parece si vemos las gentes que lo integran. Tampoco parecen loritos repitiendo lo mismo, aunque las consignas existan, faltaría más, que para eso son un partido político y no una agrupación de petanca.

Creo que esa es la clave. Más allá de que haya conseguido que Ciudadanos sea el partido más votado en unas elecciones al Parlament, lo que ya de por sí es toda una bofetada en la cara de los partidos tradicionales, lo que más les pone nerviosos de esta mujer es que no tiene que cambiar de registro ni en público ni en privado. Es la normalidad a la que me refería antes. Cuando alguien en política decide que es como es, y, si no gusta, que pongan a otro, ¡ah, amigo!, ahí hay un adversario temible.

Me preguntaba en el titular de este billete quién tenía miedo de Inés. Fíjense, creo que todos aquellos que se han pensado que, con dar cuatro besitos a niños, recorrerse tres mercados y dar la mano a las vendedoras, hacerse fotos con abueletes majos en campaña, prometer el oro y el moro y conseguir un escaño ya tienen la faena hecha. Y no es eso, no es eso, que diría Ortega y Gasset. Esta señora es otra cosa. Claro que le tienen miedo. Si yo fuese ellos, también se lo tendría. Ha venido para quedarse.

Lo que tengo claro es que a Arrimadas no han de faltarle parejas de baile. Aunque ahora se muestren tímidos. De ahí que lamente tanto ser un lamentable pisa uvas que apenas sabe bailar un pasodoble sin ocasionar daños colaterales a mi pareja. Pregúntenle a mi señora.

Miquel Giménez

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