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Opinión

La mentira tiene las patas muy cortas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una intervención en el pleno del Congreso.

Como me recuerda a menudo un estimado compañero de Facultad, mi admirado colega gerundense, y además amigo desde el siglo XX, Rafael de Ribot, “la noticia falsa no existe porque si es falsa, no puede ser noticia”. A lo mejor de este empujón limpiamos un poco el paisaje y quitamos las malas hierbas que le han crecido al periodismo. Desde que al primer pensador, un vista de águila sin duda, se le ocurrió anunciar que existía el periodismo ciudadano, el oficio entró en fase de depresión con estudios y análisis sobre el futuro de la profesión periodística en el océano de internet. La realidad nos saca del diván.

Llegados a este punto nos encontramos que en este drama actual- de nuevo y como no podía ser de otra manera- el valor de lo que se cuenta, se dice y sobre todo se firma, se ha recuperado ante la demanda de una información veraz y rigurosa. No hace mucho estábamos con las negaciones diarias del caso Ábalos-Delcy, no se sostenían ni media tarde porque la información comprobada y veraz ejercía de disolvente. La mentira tiene las patas muy cortas.

Casado- al que Sánchez no hace ningún caso a diferencia de otros dirigentes europeos con sus líderes de la oposición- le ha dado la vuelta al pedir un Gobierno que a los españoles “les diga siempre la verdad”

Sin información, sin periodismo que vigile de cerca al poder y a la vez escriba alejado del mismo, la democracia se deshilacha. Sin crítica, no hay mejora. El ministro del Interior, Grande-Marlaska, en una entrevista en El Correo, ha dejado para el mármol una de las frases que se recordarán a la hora de evaluar la gestión que esta haciendo el Gobierno de España: “Este Gobierno no tiene ningún motivo para arrepentirse de nada”. Niega, luego existe. El titular es inolvidable porque el reconocimiento de errores a estas alturas de la crisis no resuelve pero si humaniza, o mejor dicho y como recomiendan los del relato, empatiza con la ciudadanía.

Otra cosa no, pero somos ciudadanos de una democracia liberal y por lo tanto nos merecemos “un Gobierno que no nos mienta” como dijo la tarde del 13 de marzo de 2004, Alfredo Pérez Rubalcaba. Casado- al que Sánchez no hace ningún caso a diferencia de otros dirigentes europeos con sus líderes de la oposición- le ha dado la vuelta al pedir, y anotado queda para el futuro la frase del Presidente del PP, un Gobierno que a los españoles “les diga siempre la verdad”.

La realidad existe y miles de españoles están muriendo a la vez. Nos facilitan el número, como con el parte de bajas de una guerra lejana, colgado en el tablón de anuncios de la plaza del pueblo. Nuestro desastre del siglo XXI se está llevando decenas de vidas al día. La verdad sobre cuántos son los fallecidos no puede quedarse atrapada en un cruce de datos entre los hospitales y las licencias de enterramiento que firman los jueces. El Gobierno debe rectificar como lo ha hecho con el control del Parlamento y la prensa. Cada día que pase conoceremos un hecho más que desmonte todas y cada una de las afirmaciones que con solemnidad pronuncia el Presidente como si no hubiera roto un solo plato.

La evidencia de los hechos

El siguiente Gobierno lo va a pasar tan mal, como el actual, tal y como sucedió en la crisis del euro. Sánchez no admite errores y empieza a recordar a Rodríguez Zapatero. Aquella tozuda realidad le dejó al Presidente sin nada después de inadmitir la evidencia de los hechos. Entonces como ahora, el jefe del Gobierno diseña un plan de supervivencia política, un plato preparado por el gurú de la mercadotecnia que dirige un Gobierno paralelo dentro de la Moncloa, al margen del control parlamentario. Que no caiga en saco roto otra frase de Pablo Casado antes de apoyar la segunda prórroga de la excepción disfrazada de alarma: “Difícilmente puede aspirar a reescribir la Transición quien no es capaz de negociar un decreto. Pero no perdemos la esperanza”. O sí, que decía el antecesor de Casado en el PP y de Sánchez en el Gobierno cuando se trataba de afirmar una cosa y la contraria en la misma frase con tal de acertar siempre. Sea como fuere, la verdad como suene. Dicha a medias ya es una mentira.

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