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Opinión

¿Por qué Mas no se va con Puigdemont?

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (i) y el expresidente Artur Mas

Sin querer presumir de adivino, servidor lo predijo hace tiempo. A la que la inhabilitación de Mas se terminase y hubiera elecciones a la vista, Don Artur haría lo imposible paran volver a ser el candidato de los neo convergentes, especialmente de aquellos que piensan que ja n’hi ha prou. No me ha extrañado, por lo tanto, que Mas haya declinado sumarse a la panda del pastelero de Amer. Sabe que en las próximas autonómicas catalanas las hostias se van a repartir como panes entre todos, separatistas o no, y busca lo que ahora se llama una ventana de oportunidad. Vamos, lo que toda la vida de Dios se conoce como aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid.

En medio del virus, la hecatombe económica de la que aun no es consciente la población, y el desbarajuste existente en el terreno separatista, Mas ha hecho números que, miren por dónde, igual le salen bien en esta ocasión, porque los que hizo cuando creyó que poniéndose al frente de la procesión lazi iba a ganar mayorías absolutas llevó a convergencia a la nada. A día de hoy, la ex CDC está dividida entre PDECat y Junts per Catalunya, Esquerra tiene cada día una escisión nueva, las CUP comen y cobran aparte y eso sin contar con todo universo de formaciones, insignificantes pero ruidosas, que defienden un separatismo radical de tiro e incendio.

Mas, según nos aseguran personas de su confianza, aspira a presentarse ante el electorado separata como el hombre capaz de acabar con las frivolidades que Puigdemont y Torra han protagonizado. Sabe que mucha gente tendrá en cuenta, siquiera inconscientemente, su asociación con Pujol. Existen encuestas privadas, de esas que Tezanos jamás osará enseñar al público, que aseguran que, en caso de que el patriarca nacionalista quisiera presentarse, arrasaría entre el mundo nacionalista. Mas las conoce y piensa explotar ese sentimiento nostálgico de cuando las cosas iban bien para los gobiernos de la Generalitat y nadie discutía ni su hegemonía absolutista en Cataluña ni su utilidad en la gobernabilidad española.

También desea, así se lo dicen sus promotores económicos, atajar el camino de Esquerra a la presidencia de la Generalitat, máxime si es de la mano de socialistas y Comuns. Hago un inciso: no es que estos sean mucho mejores que los neoconvergentes, es que en mi tierra el clasismo es acérrimo que, simplemente, no los consideran de los suyos, no son puros, y, por tanto, no merecen estar en Palau. Perdonen por la interrupción. Mas tiene también, somos humanos, una espinita clavada. Nos metió en este follón y ahora quisiera ser el que nos saque. Suena esquizofrénico, pero hay que comprender la psicología de esta gente para ver que a sus ojos esto no es contradictorio.

Mas, heredero del paternalismo pujolista, se ha visto desplazado, arrinconado, menospreciado incluso, a lo largo de estos últimos años

Mas, me consta, está convencido de que todo lo que ha hecho, hace y hará es por el bien de Cataluña. ¿Qué se equivocó al convocar el butifarréndum de Noviembre? Pues se “pasa pantalla”. ¿Qué Puigdemont salió como la criada respondona y ahora lo ningunea? Pues se le aparta. Esa instrumentalización de instituciones y personas es, por otra parte, el pan nuestro de cada día en política. Pero también existen motivos personales, no son solo negocios. Mas considera que Puigdemont, y ya no digamos Torra, son dos parvenues, dos imberbes que han estado jugando sin permiso en el despacho de papá, revolviéndole los papeles y fumándose sus puros a escondidas.

Mas, heredero del paternalismo pujolista, se ha visto desplazado, arrinconado, menospreciado incluso, a lo largo de estos últimos años. Todavía le escuece cuando Puigdemont desoyó sus consejos en contra de proclamar la república, cuando no le hizo caso y se fugó a Bélgica, cuando designó a Torra, cuando decidió mantener la fantasmagoría del gobierno en el exilio. Mas, por lo tanto, quiere vengarse y lo hará presentándose como candidato de la ex convergencia frente a un atribulado Puigdemont, que se enrocará en los mantras de siempre y los tránsfugas que se han pasado a su bando creyéndole caballo ganador.

Puigdemont metió la pata hasta el corvejón este lunes cuando rompió su carné del PDECat. Pero todavía la metió más cuando decidió que era quien marcaba los tiempos políticos. Chiquitín, aquí eso lo marcan alguna entidad bancaria y no más de cinco o seis empresarios. Y todos están hasta los cojones de ti.

Ea, pues ya saben por qué Mas no se va con Puigdemont. Porque la razón social Nacionalistas SA tiene que durar, que hay muchos que viven del cuento. Y, si no, pues se “pasa pantalla”.

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