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Opinión

Manuel Jove, memoria de un emprendedor nato

“Yo sé comprar terrenos y hacer casas”, solía decir Manuel Jove, fallecido anoche en La Coruña a la edad de 78 años, después de luchar como un león contra un cáncer de páncreas. Lo decía después de que, convertido en una gran fortuna, gente de los cuatro puntos cardinales viniera a proponerle los negocios más variopintos. A tan sencilla conclusión llegó después de que, convertido en milmillonario tras la venta de Fadesa a la Martinsa de Fernando Martín, encargara a la famosa consultora Mckinsey la realización de un estudio sobre oportunidades de inversión donde colocar su dinero.

Ninguna de aquellas recomendaciones resultó un éxito digno de mención, e incluso hubo una que acabó en fiasco (la compra del 5% del BBVA presidido por otro gallego, Francisco Paco González). Lo que volvió a ser un éxito fue la vuelta, casi como un deporte del que era incapaz de huir, a la actividad inmobiliaria, a la compra de terrenos y la construcción de casas, eso que sabía hacer de forma imbatible, eso que resume casi la esencia de todo ser humano capaz de pasar por la vida dejando huella: saber hacer algo y hacerlo mejor que nadie.

“Yo aprendí en Galicia a crear grandes urbanizaciones y hacerlo a un precio muy competitivo, un precio casi imbatible, de modo que a partir de Galicia exporté mi modelo al resto de España y a otros países”. Manuel Jove compila en su experiencia vital la de tantos ilustres paisanos que, desde un origen muy humilde, han sido y fueron capaces de llegar al éxito, incluso creando grandes imperios, sobre la base del talento personal y del trabajo a destajo. Sobre la determinación del sacrificio y la voluntad férrea de sobreponerse a los fracasos. Porque de todo hubo, y con la dura prodigalidad con la que el destino suele repartir logros y decepciones, en la vida de Manuel Jove.

Hijo de un humilde carpintero, Manuel empezó a trabajar con 11 años junto a su hermano Ángel en la carpintería del padre hasta que, como tantos gallegos hijos de la diáspora, emigró a Alemania en busca del futuro que entonces no ofrecía la España de la posguerra

Hijo de un humilde carpintero, Manuel empezó a trabajar con 11 años junto a su hermano Ángel en la carpintería del padre hasta que, como tantos gallegos hijos de la diáspora, emigró a Alemania en busca del futuro que entonces no ofrecía la España de la posguerra. Corta estadía y vuelta a los orígenes para, con el poco dinero ahorrado, montar una pequeña empresa de reformas que terminó quebrando. Su segundo intento, una inmobiliaria con la que levantó su primera gran urbanización en Santiago (de la que fue testigo privilegiado un registrador afincado en Padrón de nombre Mariano Rajoy), también terminó quebrando. Arruinado por segunda vez, cualquiera hubiera terminado tirando la toalla. No Manuel Jove Capellán, fiel seguidor de la máxima de Henry Ford según la cual “el fracaso es, a veces, más fructífero que el éxito”. Manuel estaba decidido a alcanzarlo, y de lleno, al tercer intento: Fadesa.

Algo que no hubiera sido posible sin esa condición suya de emprendedor nato, sin esa inteligencia natural que todo el mundo reconocía y que le permitía ver oportunidades donde otros solo hallaban obstáculos, y también, por qué no decirlo, sin esa cierta querencia al riesgo, sin la cual no habría sido posible levantar el imperio en que convirtió Fadesa. El éxito que supuso el desembarco en Guadalmina le abrió de par en par las puertas de la expansión internacional. Hasta que en su camino se interpuso Fernando Martín, otro hombre hecho a sí mismo que en algunos aspectos era una copia en vallisoletano del propio Jove. Manuel no quería vender y de hecho se resistió a hacerlo durante un tiempo, pero el precio ofrecido resultó un argumento demoledor que el posterior estallido de la burbuja inmobiliaria vino a poner en todo su valor.

A partir de entonces su actividad empresarial se canalizó a través de Inverante. Tipo de llamativa arquitectura física, Manuel Jove imponía cuando uno se sentaba frente a él, aunque eran precisamente las distancias cortas donde su humanidad ganaba enteros y terminaba conquistando. Dicen sus más estrechos colaboradores que era un hombre exigente. Sin duda lo era. También que sabía rodearse de los mejores profesionales, a los que sabía extraer lo mejor de su aportación en beneficio de los proyectos del grupo. Vital, expansivo, espléndido, amigo de la buena mesa, generoso y siempre leal a su gente y a sus amigos, fue también un hombre respetado y querido por quienes trabajaron con él, fundamentalmente porque predicaba con el ejemplo y era el primero en ponerse al tajo.

En 2007 Rodríguez Zapatero le convocó en Moncloa para ofrecerle entrar como accionista en Endesa, la gran eléctrica española que terminaría en manos del ente público italiano Enel, en un escándalo que convirtió en multimillonaria a la familia Entrecanales

Lejos del oropel de Madrid y de las mullidas alfombras por las que desfila su clase política. Como Amancio Ortega, también desconfiaba de los políticos. En 2007 Rodríguez Zapatero le convocó en Moncloa para ofrecerle entrar como accionista en Endesa, la gran eléctrica española que terminaría en manos del ente público italiano Enel, en un escándalo que convirtió en multimillonaria a la familia Entrecanales. A pesar de sobrarle el dinero, Jove salió de Moncloa por pies. Como a Amancio, le gustaba más la gente de a pie, disfrutaba rodeado de su equipo y de sus trabajadores, y era frecuente verle recorrer las oficinas en mangas de camisa, deteniéndose con las personas, interesándose por su trabajo, preocupándose por su familia y tratando de prestar ayuda allí conde se necesitaba.

También a él le ayudó mucho su gente cuando la desgracia llamó a su puerta. Casado muy joven con Amparo, “doña Amparo” para la plantilla, la pareja tuvo tres hijos, Manuel, Felipa -ambos vicepresidentes de Inveravante en la actualidad-, y María José, la mayor, fallecida inopinadamente en 2002, una desgracia que golpeó de lleno a un hombre que había convertido su familia en su baluarte. Una vez más, fue capaz de superar el golpe, volcándose en el trabajo como nunca e impulsando en 2003 la creación de la Fundación María José Jove, presidida por su hija Felipa y hoy convertida en una referencia en Galicia, que trabaja a favor de la infancia y de las personas en riesgo de exclusión social.

Con Manuel Jove Capellán se va uno de los más grandes empresarios gallegos y españoles. Un creador de riqueza, accionista del grupo Vocento y gran amigo y fiel lector de Vozpópuli. Y gran persona. Nuestra sentida condolencia a su esposa, Amparo, y a sus hijos Manuel y Felipa. Descanse en paz.

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