Quantcast

Opinión

Una mala película

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), y el presidente de Cs, Albert Rivera, durante la reunión mantenida en octubre en Moncloa

La política debería definirse como el arte de ser útil a los ciudadanos. Pero no. Estamos en unos tiempos donde es pura estrategia y, encima, diseñada y ejecutada con marketing puramente comercial. De vender lavadoras, vamos. Y lo malo es que las compramos. Qué tiempos aquellos en que la ideología estaba presente en los mensajes y en la toma de decisiones. Hoy hay ejecutivas de partidos que más parecen un consejo de administración y el secretario general un CEO de esos. Sin ideología, y escondiendo el beneficio público detrás de una cuenta de resultados, no es de extrañar que las alianzas y también su ausencia se parezcan más a una boda por lo civil que a conseguir que un país camine. Una foto fija en lugar de un proyecto con cierto recorrido.

 

Y es que de las bodas siempre quedan las fotos. En eso tenemos expertos de los que se salen, de tan expertos que son. Sin ir más lejos solo hay que recordar la de Ada Colau forcejeando con la Policía y mirando a cámara, para la posteridad, que es lo que importa, porque lo que no hizo fue lo que pretendía: parar el desahucio. Pero si una boda es un pacto, una ruptura no es un divorcio. Mientras la gente se separa casi siempre en silencio, nuestros políticos buscan en el divorcio exactamente lo mismo que en la boda: la foto. Lo hemos visto a lo largo de nuestra reciente historia. Cuando Pujol había exprimido hasta el límite las ubres de Felipe González se hizo una foto en pleno ataque de dignidad diciendo que la corrupción socialista era insoportable. ¡Tendrá cara el ex honorable! Más cercana está la salida de Izquierda Unida del gobierno andaluz. Y es que eso de presentarse a las urnas de la mano de tu enemigo no da mucha tranquilidad.

 

Ciudadanos al rescate de la democracia española: anuncia ahora que apoyará la derogación de leyes que antes no parecían estorbar

 

Ahora le toca el turno a ese pacto entre Ciudadanos y Partido Popular, cuya foto de boda se nos anunció como una garantía para la gobernabilidad del país, pero que en realidad ha sido un muro de contención para evitar que las propuestas electorales en las que coincidían todos menos los de Rajoy se paralizaran esperando el momento oportuno. Y ese momento ha llegado. Se llama divorcio, y como es entre políticos, necesita de sus fotografías. Por eso, de repente, nos encontramos con que Ciudadanos rescata la democracia española y anuncia que apoyará la derogación de algunas de las leyes más polémicas de la mayoría absolutísima de Rajoy. La misma derogación que ha estado evitando tras su boda con el PP.

 

El marketing comercial no nos dirá quién ha tenido echado el freno de mano haciendo prácticamente inútil, irrelevante y un montón de adjetivos más la primera parte de esta extraña legislatura, pero nos meterán hasta por las narices la fotografía del CEO pisando el acelerador. La política empieza a ser como las promociones de televisión: te anuncian una película de tal manera que serías tonto si no te sentaras en el sillón a disfrutarla. Lo bueno viene después, cuando te das cuenta que la peli no tiene nada que ver con la promoción que te vendieron. A veces la política es una mala película, por mucho que los artistas de las promociones nos vendan la moto, la lavadora y el kit completo.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.