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Opinión

La mala leche de los independentistas

Los exconsellers Carles Mundó y Raül Romeva en un acto de campaña de ERC

Mientras que los separatistas van de mártires, los partidos constitucionalistas lo son. En esta campaña los escraches, insultos e incluso intentos de sabotaje los padecen siempre las formaciones que defienden la Constitución. ¿Por qué?

Escondidos detrás de los CDR

A los fanáticos no les gusta que les lleven la contraria y a los independentistas, menos. Están hechos a que sean solo ellos los que hablen, obren, critiquen, aplaudan o lloren. El resto no tenemos derecho ni al aire que respiramos. Luego se quejan de que les califiquemos como a nazis. Detrás de su supremacismo se esconde también una puerilidad total, una inmadurez política notable. No precisan argumentación para abalanzarse encima de sus enemigos.

En esta campaña, que saben decisiva porque podría acabarse su omnímodo poder en esta Cataluña que han machacado entre tres por cientos, herencias del padre de Jordi Pujol y sus dineritos en paraísos fiscales, desvío millonario de fondos de la sanidad, la educación o los temas sociales hacia el proceso, más millones dedicados a subvencionar amiguetes, asociaciones independentistas o máquinas de propaganda como TV3, ven demasiadas cosas que no les gustan. El solo hecho que alguien como Inés Arrimadas pudiera sentarse en la Casa dels Canonges como presidenta les hace enloquecer. Su vena totalitaria les hace babear de rabia, escupiendo espumarajos en forma de twits a través de su poderosa red de trolls, descalificando, insultando, amenazando, haciendo listas negras de todo tipo. Ya lo hemos dicho y lo repetiremos: son nazis, y con esta gente hay que andar con cuidado, porque puede esperarse cualquier cosa.

Han decidido priorizar sus objetivos, centrándose en el rival que más posibilidades tiene de batirlos en las urnas: Ciudadanos

Han decidido priorizar sus objetivos, centrándose en el rival que más posibilidades tiene de batirlos en las urnas: Ciudadanos. No es de extrañar que la formación naranja monte una carpa y al poco haya alguien que intente sabotearla, o que a la candidata Arrimadas la esperen siempre oportunamente en sus actos algunos “espontáneos” que le griten fascista, entre otras lindezas. Uno pensaba que con el 155 las cosas del orden público estarían algo más controladas en esta Cataluña post señoritos del proceso, pero va a ser que no. Los sonrisitas separatistas se pasean por redes sociales y calles sin el menor problema. Incluso me atrevería a decir que ay de aquel miembro de las Fuerzas de Seguridad que se atreva a actuar. Ya se sabe, el Delegado del Gobierno en Cataluña, señor Enric Millo, pidió perdón por las cargas policiales del pasado butifarréndum. Estos pacíficos, democráticos y apacibles separatistas, los que son capaces de impedir que la gente acuda a su trabajo poniendo niños en medio de una autopista, se escudan tras su brazo armado, auténticas tropas de choque del proceso. Nos referimos a los autodenominados Comités para la Defensa de la República, sucesores de los que defendían el Referéndum. Creados en abril pasado, sus impulsores fueron, entre otros, Esquerra Independentista y varios elementos del PDeCAT, Esquerra, ACN, Ómnium y, claro está, integrantes de las CUP. Sus métodos distan muy poco de los empleados en la kale borroka vasca y están extraídos tanto de los abertzales como de los manuales de lucha urbana empleados por los antisistema. Se trata de acosar al adversario, sembrar el pánico entre la gente, intimidar al discrepante, desafiar a la autoridad y siempre, siempre, buscar la confrontación con las fuerzas de orden público, obligándolas a intervenir, para después mostrarlas ante la opinión pública como una tropa de fascistas descerebrados.

Estos angelitos del señor se inspiran en una organización comunista: los CDR o Comités de Defensa de la Revolución cubanos

Ni qué decir tiene que estos angelitos del señor se inspiran en una organización comunista: los CDR o Comités de Defensa de la Revolución cubanos, auténtica Gestapo que vigila y controla de manera intensiva a la población. Todo amor, el amor que Junqueras cita tantas veces, todo sonrisas y pacifismo. Pero, a la que te descuidas, te ponen en una lista negra, te sabotean un acto político legal o te llaman fascista. Eso, de momento.

Tienen muy mal perder

Que tanto a Inés como a Xavier García Albiol los acosan grupos dedicados a hacerles escraches es fácilmente comprobable. Que a las sedes de Ciudadanos y del PP las asaltan cada dos por tres, también. Que a estas podemos sumar algunas del PSC, efectivamente. Pero, en rigor, son los dos partidos, el naranja y el popular, los que reciben más. El segundo porque es, según los separatistas, el partido fascista heredero de Franco – hay que ser imbécil y mentiroso para decir tamaña enormidad – y el primero porque es peor que el PP, es falangista, y conste que eso lo dijo una señora del PSOE, no un sudoroso cervecero de las CUP. Los fake, viejísimos pero vigentes, en los que se representa a un falso Albert Rivera como un 'skin' saludando al modo hitleriano o a otro espurio Jordi Cañas como un legionario ebrio, vuelven a estar de moda. Los empleados del proceso trabajan a fondo, e igual les da colgar un twit en el que dicen que la CNN ha difundido un vídeo en el que hablan de los noventa mil catalanes que se manifestaron en Bruselas sin que se le caiga la cara de vergüenza al autor – propietario de pisos turísticos ilegales en Barcelona, por cierto – que mostrar fotos de brutalidad policial de otros países diciendo que son instantáneas del pasado butifarréndum, y eso lo hace todo un eurodiputado como Ramon Tremosa, que no es un simple iluminado, es un cargo público al que se le supone que debería ser algo más que un hiperventilado agitador.

Mucho nos tememos que no estamos aún ni al diez por ciento de las barbaridades que esta gente es capaz de cometer

La cosa va in crescendo. Mucho nos tememos que no estamos aún ni al diez por ciento de las barbaridades que esta gente es capaz de cometer. Conforme transcurre la campaña van observando que hay gente que está hasta las narices de sus manera de matones de taberna y sus amenazas. En Cataluña se está empezando a perder el miedo y ellos lo saben. Saben que las urnas de verdad, no las suyas, tramposas, podrían ponerle punto final a su bochornoso proceder y van a emplear todos los métodos que tengan a su alcance para evitarlo. Sea como sea. Son unos soberbios que poco o nada pueden ofrecerle al pueblo catalán, más allá de su inmensa vanidad, ese globo de gas que podría estallarles en su cara si los votantes van en tropel a decirles que basta ya.

El ex conseller Toni Comín, por vía de ejemplo, se atrevía a reñir a una periodista en una cadena privada de televisión porque esta le dio justamente ese título, el de ex. “Perdone, ¿he escuchado bien, me ha llamado ex?”, dijo como si le hubieran mentado a su madre, para luego echarle una bronca del quince. Están atrincherados en su alcázar de facundia y me pregunto si deberíamos seguirles pagando los sueldos y pensiones que les corresponden. Mejor sería dedicarlos a fines sociales.

Estos van a por todas. Les da igual cargarse lo que sea. Lo han hecho con Cataluña, a punto están de haberlo hecho con España y ahora le toca a Europa. Si han de aliarse con la extrema derecha finlandesa – el ex Raül Romeva se reunía con ésta hace pocos meses – como con la belga, lo hacen. Tot per Catalunya, dicen. ¡Si León Degrelle levantara la cabeza!

Son expertos en explotar el cuento de la lágrima y a su pueril electorado ya les va bien, incapaz de razonar con un mínimo de sentido común

Se pasan el día lamentándose, asumiendo el papel de pobrecitos mártires que solo querían que la gente votase, pero, a la que rascas un poco, se les cae la piel de cordero y enseñan su auténtico rostro, el de un fanatismo sectario, feroz, intolerante, que no admite oposición alguna. Son expertos en explotar el cuento de la lágrima y a su pueril electorado ya les va bien, incapaz de razonar con un mínimo de sentido común.

Pero, cuidado, que esta gente sea capaz de rilarse delante de un juez y revivir las tres negaciones de San Pedro no significa que la cobardía sea el paradigma de los restos del proceso. Tienen muy mala leche, mucha, son rencorosos y se recrean en las desgracias ajenas. Les falta un nada, un siquiera, para dar el salto adelante y acabar volviéndose violentos del todo. El germen de la intolerancia fascista que poseen en su ADN los lleva indefectiblemente hacia ese punto. Si pierden las próximas elecciones lo demostrarán. Por eso, ni agua.

Miquel Giménez

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