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Opinión

Los olvidados del sanchismo

España se ha convertido, posiblemente, en el país más importante del mundo del deporte

El tenista Carlos Alcaraz
El tenista Carlos Alcaraz (Europa Press)

A la consabida aversión socialista por la buena educación -en valores y contenidos- se le ha unido en los últimos años y muy en particular con su actual  alianza con el populismo de izquierdas el dogma de la igualdad de fines -no de derechos y medios- que incluye cuotas por razones de sexo –no de méritos- en multitud de frentes. Lamentablemente, el éxito de dichas políticas se ha extendido y  como la mala hierba está descomponiendo los clásicos cultivos de los sempiternos valores y la buena educación que han forjado el éxito de Occidente y que mejor explican los de nuestro país.

Afortunadamente, como este gobierno democráticamente totalitario no llega a dominar todos los espacios del quehacer humano, algunos de ellos como el deporte, la música, las oposiciones  y la ciencia, libres de la tiranía cultural progresista, se vienen desarrollando con muy consistente éxito, como es fácil comprobar.

Carlos Alcaraz consumó recientemente la enésima hazaña del tenis español, y como ya sucediera también con Nadal y con Carlos Sáinz en Fórmula 1, el presidente del gobierno con una monumental hipocresía lo felicitó por su triunfo; obviamente basado en principios educativos situados en las antípodas de los que defiende y tristemente aplican los socialistas en la educación.

Después de descalificar previamente al mejor seleccionador de baloncesto de la historia, Sergio Scariolo, Sánchez se plantó en Berlín para asistir y felicitar a la selección española por su exhibición deportiva y su triunfo europeo.

¿Cómo es posible desdeñar el esfuerzo y el mérito en la educación con la obvia voluntad de igualar por abajo, y al mismo tiempo halagar a quien triunfa haciendo exactamente lo contrario?

¿Qué país tiene, consistentemente, más presencia de equipos y deportistas individuales entre los mejor clasificados del mundo en los deportes  más seguidos por el público?

España se ha convertido, posiblemente, en el país más importante del mundo del deporte. Desde los Juegos de Barcelona, en los deportes de mayor seguimiento social y eco mediático como fútbol, baloncesto, tenis, golf, ciclismo, motorismo, automovilismo, etc... los equipos y deportistas españoles siempre están entre la élite. ¿Qué país tiene, consistentemente, más presencia de equipos y deportistas individuales entre los mejor clasificados del mundo en los deportes  más seguidos por el público?

Ni que decir tiene que esta formidable manifestación deportiva está siendo posible porque es el espacio natural de la competencia –obviamente regulada, para hacerla más pura y efectiva–, las puntuaciones o notas, los rankings, etc,…. que tanto desprecia el progresismo y está felizmente fuera del alcance de sus perniciosas políticas educativas.

En el ámbito de la música, tanto popular como clásica, la excelencia y el reconocimiento de los públicos están al margen de la política progresista, con resultados contrarios a sus ridículos dogmas, incluidos los feministas y sus prefijadas cuotas sexistas.

La Jugendorchester Gustav Mahler – que suele actuar regularmente en Madrid- fundada en Viena por Claudio Abbado (+) en 1986 para integrar los jóvenes talentos de la música clásica europea –anticipándose a la caída del Muro de Berlín– se ha convertido no solo en la más brillante orquesta de jóvenes del mundo, sino también en una de las mejores comparada con todas las demás.

El formidable éxito de esta orquesta es el resultado de un conjunto de ejemplares factores: una selección abierta y exigente mediante audiciones a ciegas entre todos los jóvenes intérpretes europeos –que al cumplir 26 años deben abandonar la orquesta- que compiten entre ellos por cada plaza; un fundador carismático –tristemente fallecido- que encabezaba la dirección orquestal y que transmitía maestría, admiración, respeto y autoridad; y el trabajo duro e ilusionado de los miembros de la orquesta entregados en los ensayos y a la dirección orquestal en los conciertos.

La espléndida experiencia de esta joven orquesta es un perfecto ejemplo de una carrera profesional basada en la disciplina, el rigor, la jerarquía del saber, el esfuerzo y el mérito, valores que el socialismo ha desterrado de las aulas para perjuicio del futuro de los niños y jóvenes que están siendo educados en principios ajenos a la  búsqueda de la excelencia en libre competencia.

La plantilla de la orquesta es de 120 miembros, de los cuales 71 son mujeres y 21 españoles. A los progresistas defensores de la igualdad de género estas cuentas no deben gustarles, porque se salen de las cuotas que tanto les gustan: a ellos les sobrarían 11 mujeres y la mitad de los españoles de acuerdo con sus cuotas. A quienes estamos a favor de la igualdad de oportunidades y la libertad individual mientras admiramos el esfuerzo, la disciplina, el mérito, la legítima autoridad del maestro y la libre competencia en el mercado,  la Jugendorchester Gustav Mahler es un perfecto contraejemplo de los valores progresistas.

Allí donde se da la igualdad de oportunidades y la selección se produce por estricto mérito –caso de las oposiciones- la distribución  de resultados  es necesariamente la más justa aunque beneficie a las mujeres

El desigual y por tanto injusto –para los progresistas de las cuotas- reparto del género de esta orquesta se extiende en España a muchos otros ámbitos profesionales: derecho, medicina, ingeniería, etc y prácticamente a todas las oposiciones, en las que las mujeres en libre competencia con los hombres suelen obtener, cada vez mejores resultados; superando así las cuotas progresistas.

Por tanto, allí donde se da la igualdad de oportunidades y la selección se produce por estricto mérito –caso de las oposiciones- la distribución  de resultados  es necesariamente la más justa aunque beneficie a las mujeres y no responda al asombroso canon progresista de la igualdad finalista de género que solo defienden quienes –hombres o mujeres- seguramente nunca han trabajado ni  competido libre y abiertamente por lograr resultados.

Ni que decir tiene que en el ámbito de la ciencia y la técnica, en el que la pedagogía socialista no tiene cabida pues acabaría con ellas, las cuotas son imposibles de aplicar y por eso progresan: gracias al inexorable rigor con que se enseñan y practican. Dicho lo cual, quizás sea ocasión de recordar que los progresistas soviéticos, hermanos mayores de los nuestros de ahora,  escribían y publicaban libros como una “Historia de las matemáticas”, publicado por la editorial MIR de Moscú en 1974 y escrito por K. Ríbnikov, doctor en Ciencias Fisicomatemáticas,  basado según el autor “en la ciencia marxista-leninista con la aplicación del método de materialismo dialéctico”. En el primer capítulo del libro podemos leer:  “La experiencia de la Universidad de Moscú demuestra que, la enseñanza de la historia de la ciencia, sus fundamentos metodológicos no pueden ser dejados a la espontaneidad. Ella debe estar bien organizada como parte de la educación ideológica del estudiantado y los trabajadores científicos”.

Menos mal que nuestros progresistas no parece que vayan a amenazarnos de momento –que se sepa– con estas martingalas soviéticas en el campo de la ciencia, que seguirá felizmente avanzando a su aire alejada del gobierno, junto con los demás ámbitos ya descritos.

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