Opinión

Los logros del feminismo actual

Un movimiento basado en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres se ha deformado de tal manera, que lo que ha conseguido es enfrentarnos

  • Irene Montero y el feminismo radical menguante -

 

Ayer estaba tomando un café en un bar, cuando se sentaron tres muchachas en la mesa contigua. Más de una docena de mesas, todas vacías, pero tienen que elegir sentarse a mi lado. Otro día hablaremos de la necesidad de cariño que tiene esta gente que busca la cercanía en los bares y cafeterías, estando todo vacío.

 

De la conversación de las tres chicas solo les voy a contar las dos primeras frases:

-Pero tú eres feminista, ¿no?

-A ver… Si te refieres a feminismo como…

 

Y no hace falta que explique más de la conversación ni que termine la frase. Todos sabemos cómo acaba.

 

A esto hemos llegado. A tener que explicar primero lo que es el feminismo, para poder declararnos feministas. Una mujer no puede abiertamente y sin más explicación decir que es feminista, si no quiere que la tachen de loca, radicalizada, misándrica…

 

Yo sabía que íbamos a llegar a esto. Lo supe la primera vez que una mujer le gritó a mi padre: “¡machista!”.

 

Para que sepan un poco más de mi padre, además de que falleció hace unos años y le echo de menos cada día, les contaré una breve historia.

Un movimiento basado en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres se ha contorsionado y deformado de tal manera, que lo que ha conseguido es enfrentarnos

Mi padre entró a trabajar, muy joven, de lo que entonces llamaban “botones”, en una gran multinacional española. Tras muchos años de sacrificios, de mucho trabajo y estudio, para conseguir ascensos a puestos mejores, consiguió llegar a ser uno de los directivos en esa empresa. Llevando ya muchos años en ese puesto de responsabilidad y con una plantilla enorme de trabajadores a su cargo, el director general le pidió que le recomendara a la persona más válida de su plantilla para un ascenso, porque uno de los jefes de departamento se jubilaba. Mi padre, tras evaluar y estudiar durante unos días quién debía promocionar, tomó su decisión.   

 

Al día siguiente, el director general le llamó a su despacho:

-Martínez, ¿qué broma es esta?

-No le entiendo, señor.

-¿Una mujer? ¿Quiere promocionar a una mujer?

-Usted me pidió que le recomendara a la persona más válida para el puesto y eso he hecho. Y sí, es una mujer. Si quiere que le recomiende al hombre más válido, lo puedo hacer, aunque no será lo justo ni desempeñará el puesto tan bien como Carmen.

Si no hubiera habido hombres como él, luchando por lo que creían que era lo justo para las mujeres, yo ahora estaría haciendo mantelerías de ganchillo en lugar de teclear…

Y es así como, gracias a mi padre, una mujer llegó a ser jefe de departamento, por primera vez en la historia de esa empresa multinacional española. Si no hubiera habido hombres como él, luchando por lo que creían que era lo justo para las mujeres, yo ahora estaría haciendo mantelerías de ganchillo en lugar de teclear… Pero hoy te dicen que, como mujer, le debes todo a las feministas y nada a los hombres. Él no consideraba que nadie le debiera nada, simplemente hacía lo que creía correcto.

 

Muchos años después, mi padre, que disfrutaba ya de su jubilación saliendo por las mañanas a comprar el pan y el periódico, al llegar al portal vio que una mujer, nueva en el edificio, llegaba cargada con unas bolsas del supermercado. Abrió la puerta, la sujetó hasta que la mujer llegó al portal y, con una sonrisa, le cedió el paso. Fue entonces cuando esta señorita se puso como una energúmena:

-¡No necesito que nadie me ceda el paso! ¡Machista!”. Gritó a medio metro de la puerta, en plena calle.

-Entonces, supongo que también puede usted abrirse la puerta sola. Disculpe usted. Le contestó él, cerrándole la puerta en las narices.

Por si alguien se lo pregunta, pues sí, esos son los genes que he heredado y de ahí mi pseudónimo de “El Gen Martínez” en redes, en honor y memoria de un gran hombre.

No esperes que te sujeten la puerta, vayas o no cargada, ni que te ayuden si te ven apurada por cualquier circunstancia. Hacer esas cosas en los días que vivimos ya no es una cuestión de educación o caballerosidad, es una valentía muy temeraria

 

Mi padre, un hombre que luchó por dar su sitio en una multinacional a una mujer, cuando nadie quería, que fue capaz de defender su decisión sin sonrojarse a pesar de las bromitas de los otros directivos, nunca volvió a sujetar la puerta a una mujer que no conociera, después de aquello.

 

Muchos hombres hoy en día se cuidan de las mujeres que no conocen. No esperes que te sujeten la puerta, vayas o no cargada, ni que te ayuden si te ven apurada por cualquier circunstancia. Hacer esas cosas en los días que vivimos ya no es una cuestión de educación o caballerosidad, es una valentía muy temeraria.

 

Ese es el verdadero logro del mal llamado feminismo actualmente: el miedo y el odio entre nosotros. Un movimiento basado en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres se ha contorsionado y deformado de tal manera, que lo que ha conseguido es enfrentarnos.

 

Muchas no lo sabéis porque no lo habéis llegado a vivir, pero la vida era mucho más bonita y éramos mucho más felices en este país, cuando hombres y mujeres éramos amigos, cómplices, compañeros… Iguales, a pesar de nuestras diferencias. Cuando no había que preguntar si eres feminista, porque sencillamente sabíamos qué era o no lo justo.

La cerveza para él

Pero sí, la feminista eres tú porque le montas un pollo al camarero cuando te sirve la Cocacola en lugar de la cerveza, que se la sirve a él… O te envalentonas con el jubilado que te sujeta la puerta. Eso sí que empodera.

 

Qué difícil nos habéis dejado a la gente cabal ser feminista y qué lejos habéis mandado la igualdad.

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