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Opinión

La locuaz Celaá

Isabel Celaá, ministra de Educación y portavoz del Gobierno

Los primeros meses de la ministra portavoz, Isabel Celaá, no se están caracterizando por dar sensación de tener controlada la acción de gobierno. Todo el mundo sabe que Pedro Sánchez tiene un núcleo duro formado por su vicepresidenta, Carmen Calvo; el director de gabinete, Ivan Redondo; el ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, y la portavoz del Grupo Socialista, Adriana Lastra... Celaá no está en las grandes decisiones. Y se nota.

Vino con fama de competente en la Consejería de Educación en el Gobierno Vasco de Patxi López, pero fueron tantas, tan seguidas y tan sonoras sus primeras meteduras de pata que muchos, dentro y fuera del PSOE, empezaron a dudar rápido de su capacidad para ser la voz de un gobierno en minoría parlamentaria. 

Aquellos errores no le pasaron factura, en parte porque todavía era el tiempo del "gobierno bonito" de los José Borrell, Nadia Calviño y hasta de un astronauta, epatantes todos para una opinión pública hastiada de la corrupción del PP.

Pero conforme han ido pasando los días y han ido dimitiéndole a Sánchez ministros -de momento, dos, Máxim Huerta y Carmen Montón-, al Ejecutivo se le han visto las costuras y el protagonismo de Celaá no siempre ha sido para bien. "No sé quien tiene más peligro, si la del principio o la de ahora", confiesa un veterano.

Lo de Celaá, se admite en el PSOE, no tiene fácil solución. Bastante tiene Sánchez con que no le dimita antes de acabar el año un tercer ministro

La última de la Portavoz, esta misma semana, ha sido su desautorización al informe de la Alta Inspección Educativa sobre adoctrinamiento de los libros docentes en Cataluña porque "le falta rigor" (sic). Se refiere a un documento oficial redactado por los funcionarios del Ministerio de Educación, el suyo. 

Claro, que, según se mire, hasta eso puede ser considerado una minucia viniendo de la penúltima, este viernes 14 de septiembre: Las bombas vendidas a Arabia Saudí "son láser de alta precisión y si son de alta precisión no se van a equivocar matando yemenís" (sic).

Así que aquel "nadie piensa en elecciones. Pero nadie va a resistir más allá de lo razonable", el 24 de julio en que varios medios -Vozpópuli entre ellos- abríamos edición con la posibilidad de adelantar los comicios, suena casi inocuo.

Había que ver las caras de espanto del equipo más cercano al presidente, que habían acudido a arroparla en un desayuno de esos que marcan la agenda informativa del día. Eran un poema. Sin haber acabado el acto comenzaron a achicar agua viendo la que se le venía encima a La Moncloa: "No ha querido decir eso".  

No tiene "fácil solución" el asunto, se admite en el PSOE, porque bastante tiene Sánchez con que no le dimita antes de acabar el año un tercer ministro. Y candidatas hay por delante de la portavoz. Sin ir más lejos, a ver cómo recomponen sus figuras la titular de Defensa, Margarita Robles, tras la desautorización que acaba de sufrir a manos de Sánchez por la crisis de los misiles y la de Justicia, Dolores Delgado, por sus contactos con el comisario Villarejo

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