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Opinión

Ahora lloran en RTVE porque el narciso de Moncloa no les hace caso

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez dio la puntilla a RTVE hace unos días cuando rechazó un debate en la televisión pública para aceptar la invitación de Atresmedia, que le había propuesto medirse a Casado, Rivera, Iglesias y Abascal en uno de sus platós, en San Sebastián de los Reyes. Los 'noes' siempre cuestan más cuando quien los recibe es poderoso o tiene la capacidad de hacer la puñeta. Y, en este caso, la decisión del Gobierno ha sido la de asistir al coloquio del medio más influyente, que es del que más tiene que ganar y el que le ha ofrecido medirse con Vox, que atraerá todas las miradas y arrebatará protagonismo a Sánchez, que no es precisamente una eminencia en la dialéctica ni un destacado intelectual.

De la decisión del PSOE se desprende cierta justicia poética con los que apoyaron a ciegas el cambio en la cúpula de RTVE acaecido el pasado verano y, por interés o por ignorancia, celebraron la llegada de Rosa María Mateo desde antes de que pisara el despacho que le habían asignado. Pedro Sánchez -como en tantas otras cosas- afirmó en la oposición lo contrario a lo que practicó una vez tocó el poder. En un principio, avanzó su intención de despolitizar Radiotelevisión Española y situarla a la altura de referentes como la BBC. Pero, tras llegar al Gobierno, puso a un delfín como administradora única provisional y orilló a la corporación en el momento en el que los medios públicos deberían tener un papel protagonista. Para eso se llevan 1.000 millones al año.

Quizá alguno de los palmeros de Rosa María Mateo se haya dado cuenta, al fin, de que el problema de la corporación no era el ínclito José Antonio Sánchez, su antiguo presidente, reconvertido en consejero de COPE tras una gestión de la corporación que fue mediocre y partidista. Tampoco las culpas de la actual situación pueden atribuirse exclusivamente a los partidos, pues los lobbies y sindicatos de Torrespaña, con su interesada actitud, también tienen mucho que ver en esta crisis.

Llama la atención que quienes en su día se manifestaban en los 'Viernes Negros' para exigir una RTVE que volara libre, al margen de los anhelos del partido que estuviera en La Moncloa, hayan dejado de manifestarse pese a que los grandes problemas de la corporación siguen sin resolverse. Desde luego, su silencio es delator y deja claro que una buena parte de los manifestantes se movilizó por fin ideológico o personal. Especialmente, si se observa a los Consejos de Informativos, tan influyentes en la corporación y tan callados desde agosto. Cuesta pensar, visto lo visto y comprobada su tolerancia hacia Rosa María Mateo y su equipo, que realmente quisieran una RTVE mejor y no su giro hacia la izquierda.

El dominio de Ferreras

La traición de Pedro Sánchez a la televisión pública también refleja la gran influencia de Atresmedia en el panorama mediático. El grupo que es líder en informáticos con Antena 3 y que paga la nómina a Antonio García Ferreras, que es innegable que se ha convertido en el periodista con más peso entre el gran público. En su día, apoyó a Susana Díaz en la batalla intestina contra Sánchez para controlar el PSOE. Sin embargo, las cosas han cambiado enormemente desde entonces y La Sexta ha respaldado una buena parte de las decisiones que ha tomado el Ejecutivo desde el pasado verano; especialmente, las sociales. 

Ferreras mantuvo hace unos días un enfrentamiento con Pablo Iglesias en su programa, 'Al Rojo Vivo', en el que el líder de Podemos acusó al periodista de dar voz a la cloaca, al permitir la presencia de Eduardo Inda en las mesas de debate de La Sexta. Curiosamente, la bronca tuvo lugar en un momento en el que Ferreras y Jaume Roures (propietario de Público, el gran aliado mediático de Podemos) mantienen conocidas diferencias que algunas fuentes de su entorno han definido como "odio africano", que se debe a razones profesionales, personales e ideológicas (el 'procés' ha aumentado el tamaño de la falla). En este contexto, en el que la distancia entre Podemos y Atresmedia es mayor que nunca, Sánchez lo tiene fácil para ganar peso en La Sexta y así parece que será. Si gana las elecciones, no tendría mucho sentido que Atresmedia lo tuviera como enemigo.

Un grupo fuera de juego

Mientras tanto, RTVE se mantiene en un segundo plano, apenas sin influencia en el ámbito informativo, con una audiencia menguante y con unos problemas estructurales que su administradora única provisional no está legitimada para atajar. Entre ellos, el de su plantilla, cara (400 millones al año), envejecida y escasa de perfiles que son fundamentales en el nuevo panorama audiovisual y digital. Sus telediarios son casi irrelevantes porque ni libran la batalla por las grandes exclusivas ni saben tomar el pulso del país para contar al ciudadano lo que ocurre dentro de sus fronteras. Por otro lado, después de muchos años de control gubernamental, arrastran un descrédito que los ha situado a la sombra de los grupos privados. Especialmente, de Atresmedia.

No hay que olvidar que el PSOE -tras la iniciativa de Podemos- impulsó hace casi dos años una reforma de ley para que el presidente y el consejo de administración de la corporación se eligieran a partir de ahora mediante un concurso público, con el objetivo de despolitizar su alto mando y aumentar la pluralidad de este medio de comunicación. El problema es que los partidos torpedearon el proceso hasta que consiguieron paralizarlo, lo que alargó la estancia de Rosa María Mateo en RTVE y acentuó su crisis, que es grave.

Este concurso, que debía servir para mejorar este servicio público, puso de manifiesto de una forma obscena la falta de voluntad de los partidos para mejorar el funcionamiento de las instituciones. Básicamente, porque fue perjudicado por el fuego derivado de la guerrilla entre las formaciones políticas y porque cada partido, el que más, el que menos, aprovechó para impulsar las candidaturas de sus patrocinados. Que, en algunos casos, eran los mismos que habían ejercido de comisarios políticos en RTVE durante muchos años.

Ahora, con RTVE cautiva y desarmada, Sánchez ha elegido a Atresmedia para la realización de un debate electoral, lo que es obvio que supone una derrota sin paliativos y un baño de realidad para la televisión pública. Bueno, al menos, eso parece, pues su directora de comunicación y estrecha colaboradora de su administradora única provisional, María Escario (155.000 euros al año), remitía este viernes un mensaje a Pepa Bueno (Cadena SER) que resultaba especialmente significativo, pues deja a claro la enorme distancia que separa del suelo a la cúpula de RTVE y su incapacidad (quizá por orgullo) para aceptar la derrota y defender a la corporación frente al Gobierno.

El texto, decía, más o menos: "No es la primera vez que Televisión Española se queda sin debate entre los principales líderes, que tampoco hubo ese debate en el 2015, que se celebró también en Atresmedia y al que no fue Rajoy". Lo dicho, mal de muchos...

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