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Opinión

Llamadas a la cuestión

La presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet

Imagine el lector cómo cambiarían las sesiones plenarias del Congreso de los Diputados si la presidenta, que dirige los debates, en vez de limitarse a dar la palabra a quien le corresponda según el turno establecido; a retirársela al orador cuando sea menester; a controlar el tiempo máximo de cada portavoz y a llamar al orden -a la Cámara, al diputado que alterara el orden o al público de las Tribunas si incurriera en cualquier manifestación- para garantizar que pueda escucharse en silencio a los oradores, ejerciera sus facultades de llamar a la cuestión al diputado cuando en su discurso se fuera por los cerros de Úbeda.

Esas llamadas a la cuestión tienen su base en el artículo 102.1 del Reglamento del Congreso donde se preceptúa de manera inequívoca cómo “los oradores serán llamados a la cuestión siempre que estuvieren fuera de ella, ya por digresiones extrañas al punto de que se trate, ya por volver sobre lo que estuviere discutido o votado”. Acto seguido el artículo 102.2 establece las consecuencias que tendría desatender esas llamadas, y determina que “La Presidenta retirará la palabra al orador al que hubiera de hacer una tercera llamada a la cuestión en una misma intervención”.

Otro artículo, el 103, señala que los Diputados y los oradores serán llamados al orden “cuando profirieren palabras o vertieren conceptos ofensivos al decoro de la Cámara o de sus miembros, de las instituciones del Estado o de cualquiera otra persona o entidad”. La redacción de los artículos mencionados emplea unas formas verbales reflexivas, pero es sin duda la presidenta que dirige los debates la autoridad a la que compete hacer esas llamadas al orden o a la cuestión.

Motivos sobrados ha tenido la presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet, para llamar al orden y a la cuestión desde la misma sesión constitutiva del Congreso, celebrada el martes 3 de diciembre. Pero sigue absteniéndose de hacerlo, bien por comodidad propia, bien para no avivar susceptibilidades ajenas. O, tal vez, convencida por nuestro amigo de Barbastro de que “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Claro que, por la otra punta, el proyecto de apaciguamiento a base de tolerancia ilimitada termina confirmando aquel ortegajo según el cual “toda realidad que se ignora prepara su venganza”.

Volvamos a imaginar a los diputados preguntantes -Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas- en el momento de olvidarse de la pregunta que formulan y discurriendo por los terrenos escarpados del agravio o los pantanosos del halago hasta colmar merecimientos para ser llamados a la cuestión. O también, el caso inverso, de que fuera el presidente del Gobierno quien debiera ser reconvenido por estar ignorando la cuestión que le han planteado metiéndose según acostumbra en un jardín de reproches al diputado que inquiere y a su grupo, como si los errores cometidos cuando fueron gobierno les incapacitaran para la función de fiscalizarle.

Lo dicho más arriba sobre las preguntas al Gobierno en las sesiones de control del pleno del Congreso reza también para los debates

En todo caso, lo dicho más arriba sobre las preguntas al Gobierno en las sesiones de control del pleno del Congreso reza también para los debates. Porque, si la presidenta hubiera intervenido para hacer las pertinentes llamadas a la cuestión a los oradores que lo merecieran, qué diferentes hubieran sido, por ejemplo, los plenos donde se debatieron las prórrogas del estado de alarma, solicitadas por el Gobierno en las sesiones del 25 de marzo, 9 de abril, 22 de abril y 6 de mayo, y cuánto ganaría el próximo convocado el miércoles día 20. Item más, sería de agradecer que Gobierno y oposición convinieran en obligar a todo proponente de cualquier medida económica a ofrecer una evaluación de su coste e indicar de dónde saldrían los recursos para sufragarla. Esa es la norma vigente en la Comisión de Presupuestos para considerar las enmiendas cuando implican aumento del gasto, las cuales deben señalar de qué partida se detraerían los fondos para atenderlo.

Queda pendiente revisar la colección del Diario de Sesiones para comprobar la última fecha en que desde la presidencia del Congreso se hizo una llamada a la cuestión a un diputado

Queda pendiente revisar la colección del Diario de Sesiones para comprobar la última fecha en que desde la presidencia del Congreso se hizo una llamada a la cuestión a un diputado. Mientras, al lector le convendría lasciate ogni speranza y atenerse al libro Lecturas no obligatorias, donde Wislawa Szymborska refiere el caso del médico Pettenhoffer quien, para invalidar los estudios sobre la acción patógena de las bacterias y desacreditar a Koch, celebrado descubridor del Vibrio cholerae, se bebió una probeta llena de esos desagradables gérmenes sin que nada le sucediera con asombro del público. De lo que la Szymborska dedujo que, a veces, aparecen personas con una resistencia excepcionalmente vigorosa a los hechos evidentes.

Porque de esa clase de resistencia parecen estar hechas algunas de las señorías más activas del Congreso de los Diputados, cuyo proceder confirma el aforismo de Proust de que “hay convicciones que crean evidencias”. Por eso, en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo el próximo miércoles lo más probable es que sigamos asistiendo al aberrante ejercicio del método Ollendorff según estamos habituados. Vale.

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